viernes, octubre 24, 2008

Fernando Fernandez, Se subasta el modelo de Estado

Se subasta el modelo de Estado

FERNANDO FERNÁNDEZ

Viernes, 24-10-08
EL debate de los Presupuestos debería ser el momento estelar del Parlamento. El Gobierno le cuenta sus planes a la nación y los somete al juicio de sus representantes y de la opinión pública. En un sistema democrático de férreo control partidista como el nuestro ganar la prensa es lo relevante. Porque el resultado de las votaciones está predeterminado de antemano por los secretarios de organización de los partidos, que negocian incluso al margen del propio Gobierno. A veces hay pequeñas incógnitas nacidas del voto en conciencia de algún diputado, como el caso de Salvador Cervera, pero no afectan a la previsibilidad del resultado.
El Ejecutivo ha salvado el trámite parlamentario, pero ha perdido la calle. Hasta la prensa más gubernamental muestra serias reticencias sobre el Presupuesto de 2009. Se duda de su realismo y, sobre todo, de su adaptación a las necesidades de una economía en crisis. Los más benévolos reconocen que Zapatero sólo trata de ganar tiempo hasta que se le ocurra algo, hasta que se ponga de acuerdo su equipo ministerial en un programa de reformas, y lo justifican aludiendo a la pandemia financiera y la imprevisibilidad de los acontecimientos. En esa estrategia justificativa, en la voluntad de disfrazar su propia incapacidad de respuesta en una presunta coordinación internacional, es como hay que entender la artificial polémica sobre la presencia de España en la reunión del G-20. Zapatero se viste de nacionalista español y se presenta voluntario a resolver el futuro de la arquitectura financiera internacional. Hay dos pequeños problemas. El primero es que España no es miembro de ese grupo, ni del G-7, entre otras cosas porque el propio Zapatero lo consideró una manía personal de Aznar y se ha dedicado a ningunearlo hasta antes de ayer. El segundo, que de esa reunión no pueden salir más que documentos genéricos, mesas de discusión y buenos principios, pero nada que afecte a corto plazo a los desempleados españoles, que hoy sabremos oficialmente que han aumentado en un trimestre a ritmos sin precedente.
Volvamos a los Presupuestos. Toda negociación conlleva cesiones mutuas para acercar posiciones. Pero el sistema español es tan peculiar que las cesiones son siempre en la misma dirección, la de la confederalización de facto de España. La lógica es bien sencilla y funciona con implacable exactitud. El presidente del Gobierno decide que no va a pactar con el Partido Popular porque se quedaría sin argumentos electorales. Me parece un error, porque la situación de emergencia económica nacional lo requiere, y les apuesto doble contra sencillo que acabará sucediendo cuando el paro se haya hecho insostenible. Mientras tanto, los nacionalistas saben que los van a llamar y empieza la subasta. Hasta ahora se contentaban con arañar unos cuantos millones adicionales de inversión pública en su territorio, con los que seguir alimentando su clientela. Un proceso poco edificante pero no muy distinto de lo que sucede en el Congreso americano o en todos los sistemas con circunscripciones unipersonales. La diferencia es que aquí hay gorrones, hay free riders que se benefician de la disciplina y cohesión nacional de los demás, hasta que los demás se cansan y crean su partido regional, el gilismo revillista definido magistralmente por Ignacio Camacho en estas mismas páginas.
No era muy justo, pero funcionaba sin tensiones territoriales excesivas hasta que Zapatero abrió la caja de los truenos de la reforma estatutaria y el melón de las transferencias a la carta. Ya no se negocia gasto público, sino competencias autonómicas. Los presupuestos se convierten así en el punto álgido del diseño del modelo de Estado, sin ninguna de las garantías constitucionales establecidas y con un resultado previsiblemente unidireccional y centrífugo. El Gobierno ha cedido las transferencias en telefonía móvil al País Vasco, rompiendo la unidad del espacio radioeléctrico y autorizando de facto una compañía pública vasca de comunicaciones celulares. Ha cedido también las competencias en ciencia e investigación, rompiendo la unidad de mercado y sus propias declaraciones de convergencia europea. Lo ha hecho con la oposición explícita de los dos ministros competentes. Al hacerlo ha abierto un melón que poco tardará en generalizarse. Los nacionalistas gallegos deben de andar tirándose de los pelos por haber vendido su voto tan barato. Con esas credenciales quiere ir Zapatero a Washington a arreglar la arquitectura internacional. Que empiece por poner los ladrillos en casa.

http://www.abc.es/20081024/opinion-firmas/subasta-modelo-estado-20081024.html

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