Suicidio colectivo
JOSÉ MARÍA CARRASCAL
Miércoles, 22-10-08
ESPAÑA no se rompe. Pero se agrieta. El ejemplo más claro lo tenemos en Navarra. La Unión del Pueblo Navarro fue creada en 1991 para demostrar que era posible la lealtad a la nación y a la región, que el Estado de las Autonomías funcionaba, que se podía ser muy navarro y muy español, como venía ocurriendo en aquella tierra. Diecisiete años más tarde vemos que no es así, que esas dos lealtades no coinciden, que hay que elegir entre ellas. O sea, que la España surgida de la Constitución del 78 estaba levantada sobre arenas movedizas, debiéndose ser navarro antes que español, como exige Miguel Sanz a sus dos diputados en el Congreso. Y la cosa no se detiene ahí. El mismo dilema tienen los diputados murcianos, castellano-manchegos y catalanes del PSOE y del PP, a los que pronto se unirán los de otras comunidades.
¿Qué es lo que ha roto el delicado equilibrio dispuesto en la Constitución del 78 y precipitado este cuarteamiento generalizado? Pues los nuevos estatutos de autonomía, especialmente el catalán, que ha servido de pauta a los demás. Ya el reconocimiento de Cataluña como nación en su preámbulo era un mal augurio para la nación española, por muy poca fuerza dispositiva que tengan los preámbulos. Luego, en el articulado, se consumaba la voladura del anterior armazón constitucional al preverse la negociación de tú a tú entre Gobierno central y Generalitat, al conceder al Parlament poderes para dictar disposiciones que repercuten en el resto del Estado y al romper el principio de igualdad entre los españoles. Todos los demás estatutos han seguido, de cerca o de lejos, esa línea, provocando tensiones no sólo entre las Autonomías y el Estado, sino también entre ellas, e incluso dentro de los dos grandes partidos, aunque el PSOE lo tiene más fácil, al estar más cerca de los nacionalistas, tal vez por su alergia a la «España nacional».
El caso de Navarra es el más palpable y urgente, al poner a prueba las relaciones entre UPN y PP y abrir una brecha, puede que insalvable, entre nacionalistas y nacionales. Sus dos parlamentarios tienen que elegir entre la lealtad a su partido local y la lealtad a su partido nacional, una vez que su presidente ha decidido que los intereses de ambos no coinciden en el caso concreto de los presupuestos generales. Más grave aún que el problema de conciencia que plantea a ambos congresistas es la crisis del entero sistema, que cruje como un edificio al que empiezan a fallar sus pilares y vigas maestras. Si la lealtad a la comunidad autónoma no es compatible con la lealtad a la nación de la que forma parte y los intereses de las partes prevalecen sobre los intereses del todo, ese todo está condenado a la fragmentación. Que haya ocurrido en Navarra, una de las comunidades más reciamente españolas y que más privilegios estaba obteniendo de España, advierte hasta qué punto ese proceso está avanzado y de que también las naciones pueden suicidarse. ¿A quién hay que felicitar por ello, al que lo puso en marcha o a todos?
http://www.abc.es/20081022/opinion-firmas/suicidio-colectivo-20081022.html
miércoles, octubre 22, 2008
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