jueves, octubre 02, 2008

Carlos Luis Rodriguez, Truck and Trick

viernes 3 de octubre de 2008

CARLOS LUIS RODRÍGUEZ

a bordo

Truck and Trick

Un Carlos Marx moderno redactaría un Manifiesto Consumista que empezaría diciendo: ¡consumidores del mundo, uníos! Porque ya no es el proletariado clásico quien forma la clase oprimida, sino el comensal del restaurante, o el cliente de una tienda de coches seminuevos. Ningún revolucionario se fija en ellos, pero en ellos está la auténtica revolución pendiente, la que garantice que la vieira no es tóxica y que el vehículo no está trucado. Hay muchas similitudes entre el caso del molusco y el que ahora salta con los cuentakilómetros amañados. En ambos escándalos funciona una red de furtivos que actúan en rías o talleres, y existe una enmarañada trama de establecimientos hosteleros o automovilísticos que venden como buenos productos que no lo son. El consumidor es la víctima de las dos estafas, y la Guardia Civil el Superman que las descubre.

En ninguno de los episodios ha funcionado la Adminsitración encargada de velar por la salubridad o el rigor de las piezas. Seguro que existe también por ahí una dependencia cuyo cometido es asegurarse de que a los coches que se venden no les han hecho estiramientos destinados a engañar al comprador. La habrá, sólo es preciso buscarla, pero será otra Bella Durmiente.

Estamos descubriendo una economía sumergida distinta a la clásica, con una materia prima que no es el dinero negro sino el producto contaminado o adulterado. Las dos son malas, pero esta última es peor porque atenta directamente contra el prójimo, y lo hace porque sabe que está indefenso, o mejor dicho, protegido por cantidad de organismos que se han oxidado.

Muchos de ellos sólo reaccionan a posteriori para justificarse por no haber actuado, o deslindar con precisión sus competencias, de forma que queden al margen de cualquier sanción. Incluso mentes preclaras al acecho de causas justas en las que implicarse, se solidarizan con los presuntos culpables en vez de hacerlo con las víctimas.

¿Habrá algún acto de desagravio de los implicados en esta nueva red? ¿Se levantará de nuevo alguna voz para decir que el trucaje de los cuentakilómetros es algo anecdótico que no explica la polvareda mediática? ¿Volverá a oírse el estruendoso silencio de partidos, administraciones, sindicatos y organizaciones de consumidores? Ojalá que no sea así, aunque el precedente de la vieira tóxica no de pie al optimismo.

Anotemos por último otra similitud entre estos dos asuntos, referida a la extensión injusta de la sospecha. A la hora de escribir este comentario, la encuesta de nuestra página digital reflejaba una mayoritaria desconfianza en el kilometraje de los coches de segunda mano. Muy pocos se fían. Hay un prestigio cesante, por así decirlo, que van a sufrir los industriales honestos que no maquillan la edad de lo que venden.

Lo sufrirán en silencio, como hicieron antes los probos restauradores que no compraban la famosa vieira, porque en estos tiempos se estila un corporativismo consistente en defender o disculpar a toda costa al compañero poco escrupuloso. El resultado es esa encuesta en la que sin duda pagan justos por los pocos pecadores.

Truck and Car Technology System se llama la madeja del negocio. Hubiera bastado con cambiar una letra (trick, truco) para que su propietario pudiera alegar ante su señoría que no engañaba a nadie. Pero su plan Ponds para los coches era un fiasco, que se prolongó y extendió hasta que la Guardia Civil descubre el nuevo furtivismo. Es una triste historia que se repite.

http://www.elcorreogallego.es/index.php?idMenu=13&idEdicion=1025&idNoticiaOpinion=349183

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