lunes, marzo 05, 2007

El silencio de Caldera frente al horror de la violencia domestica

El silencio de Caldera frente al horror de la violencia doméstica
Miguel Ángel Orellana

Es tan importante el problema que es inevitable su politización, en el peor sentido de la palabra: su utilización como arma arrojadiza de la oposición contra el Gobierno.

6 de marzo de 2007. Por falta de mentalización no será. Todos estamos implicados en la cruzada contra la violencia "de género", pero el fenómeno no cesa. Más de una docena de mujeres muertas en lo que llevamos de año. Horror servido por la televisión a la hora de comer. Arañazos diarios en nuestra buena conciencia, aunque se hace más necesario que nunca evitar el narcótico de la rutina informativa diaria. Terrorismo doméstico, lo denominan con razón algunos, en la España del bienestar, supuestamente educada en valores de tolerancia y respeto al otro, a la otra, la más próxima, a menudo la más querida, madre de sus hijos, novia, esposa, amante. De cualquier edad o condición, en cualquier parte de España.Crímenes contra la mujer, crímenes contra la libertadY sólo es común el odio, un odio profundo, inaccesible quizá para ninguna normal legal, que nos desborda y nos supera. No es fácil saber qué hacer, pero hay que seguir pensando, ideando, trabajando, proporcionando más medios. Porque la política también anda por medio de estos luctuosos sucesos. Sin embargo, está tan silencioso últimamente el ministro de Trabajo y Asuntos Sociales, Jesús Caldera, que más parece que trata de una prueba deportiva, de ganar un trofeo o de figurar en el libro Guinness antes que de atajar un problema, el de la violencia "de género", que es humano pero también político, económico y social, todo en uno. Tan abismal es la distancia entre lo que se dice y lo que se hace, o se puede hacer, que la opinión pública sigue escéptica. El mundo oficial (ministros, alcaldes, policías, jueces, fiscales...) habla un lenguaje escandalosamente ajeno al mundo real. La cruda realidad habita entre cuatro paredes, muy lejos de los despachos políticos. ¿Cómo trasladar el celo oficialista a la recóndita intimidad de la pareja? Por eso es imposible librarse de la sensación de seguir dando palos de ciego a un problema, por cierto, reflejado sencilla pero magistralmente en la ya lejana película Te doy mis ojos, de Icíar Bollaín. Una asignatura pendienteAquel trabajo de Bollaín debería ser de inserción obligada en programas educativos de niveles preuniversitarios. Y muy recomendable para quienes se planteen la necesidad de hacer algo más que contar los síntomas de una lacra que arroja el escalofriante balance de decenas de mujeres muertas en España a manos del marido, el compañero, el novio, el amante, el padre, el hijo... Relaciones de poder, donde la mujer, por el simple hecho de serlo, aparece en un escalón subordinado al hombre. Con más motivo en la vida de la pareja, donde se proyecta el machismo inoculado por patrones educativos y ambientales. Un varón herido en su autoestima por la misma lógica, la de las relaciones de poder, que es una fábrica de frustraciones, es sabido sobre quién va a descargar su ira de macho aterrorizado: sobre la escala más débil que tiene más a mano. A escala individual, el diagnóstico contempla la miseria de una mente averiada. Averías mentales que no han desentonado en un sistema de valores forjado en la prevalencia del macho. Eso es lo peor. Aun asumiendo que el fenómeno haya existido siempre. Seguro. Pero los medios de comunicación y el aumento de las denuncias lo han convertido en problema social y los políticos no pueden desentenderse, aunque sigue siendo una asignatura pendiente.Demagogia con las víctimas La tragedia de la violencia doméstica parece no tener control, pese a la plena vigencia de la ley integral para la protección de las mujeres, aprobada en diciembre de 2004. Sin duda, el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero no es responsable de las muertes, ni los policías, ni los jueces, ni los fiscales. Solamente aquellos que matan a sus parejas y, por omisión, quienes silencian los malos tratos, que en muchas ocasiones preceden al homicidio. Pero el ministro Jesús Caldera sí es responsable de haber alimentado exultante unas expectativas que, desde el primer momento, eran inviables, de haber hecho demagogia –a pesar de que el éxtasis del titular de Trabajo y Asuntos Sociales es un elemento que alimenta la desconfianza de los ciudadanos avisados- con el sufrimiento diario de miles de mujeres, apoyándose en la afinidad ideológica de una mayoría de asociaciones feministas, hoy escandalosamente enmudecidas a pesar de que la tragedia no cesa; y de haber hecho creer, por ejemplo, que una ley que castiga más al hombre que a la mujer, sólo por razón del sexo, iba a proteger más a las mujeres. Un rotundo fracasoHuelga decir que los resultados son realmente malos, pero el efecto de la propaganda ha sido tan eficaz que está tapando dos años después la dimensión del fracaso. Los sondeos del CIS vienen arrojando que sólo un insignificante porcentaje de los encuestados de a pie considera que este tipo de violencia es un problema principal de España. Así es cómo, gracias a la estrategia de pura propaganda, las mujeres víctimas de la violencia de sus parejas han ganado una ley ineficaz y, en paralelo, han perdido el respaldo de la sociedad. Pero el problema existe y se agrava. Jesús Caldera buscó en su momento la foto fácil y el aplauso general con una ley inconstitucional y totalmente condicionada a una política de gestión y de financiación que no se ha producido. Se ha confiado exclusivamente en el efecto disuasorio de la sanción penal, con unos juzgados especiales ya saturados y unos mecanismos procesales excepcionales –como la orden de protección inmediata– a los que se acude a veces para fines ajenos al amparo frente al maltratador. O tampoco se ha atendido, como era debido, la dotación de sistemas administrativos de asistencia a las víctimas, ni la coordinación entre administraciones públicas. Lamentablemente, es una costumbre constante que este Gobierno siempre confíe en que se le juzgue más por la eficacia de su propaganda que por la calidad de sus resultados. Lamentablemente, ya hay más de una docena de mujeres asesinadas por sus parejas en 2007 y acaba de empezar el mes de marzo.

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