miércoles, marzo 21, 2007

Andoni Perez Ayala, Normalizar Irlanda del Norte

miercoles 21 de marzo de 2007
Normalizar Irlanda del Norte
ANDONI PÉREZ AYALA /PROFESOR DE DERECHO CONSTITUCIONAL COMPARADO EN LA UPV-EHU

Las recientes elecciones en Irlanda del Norte son las terceras que se realizan en este territorio desde que, hace casi nueve años (abril de 1998), el denominado Acuerdo de Viernes Santo abría un nuevo periodo en la vida política norirlandesa. El hecho de que se hayan celebrado desde entonces tres procesos electorales (1998, 2003 y 2007) sin la presencia de la violencia terrorista es, sin duda, el primer y más importante dato a reseñar. Ello tiene especial significación en un país que en el periodo anterior, durante las décadas de los setenta, ochenta y primera mitad de los noventa, sufrió con mayor intensidad que ningún otro en Europa los efectos de la violencia terrorista, con un saldo de víctimas mortales estimado entre 3.200 y 3.600 (como referencia comparativa, valga decir que estas cifras cuadruplican el número de las causadas por nuestro terrorismo 'autóctono'). Pero, además, las recientes elecciones norirlandesas presentan otros aspectos sobre los que tiene interés hacer algunos comentarios. En primer lugar, estos comicios han puesto de manifiesto, una vez más, la reproducción de la fractura comunitaria en Irlanda del Norte, sin que apenas puedan observarse avances apreciables en la dinámica intercomunitaria. No hay que olvidar que el elemento estructural determinante en Ulster es la aguda división entre su población (alrededor de 1.700.000 habitantes) desde el mismo momento de su configuración como marco político autónomo por la Government of Ireland Act en 1920, tras la constitución en el resto de la isla del Estado Libre de Irlanda.Desde entonces, la realidad estructural norirlandesa viene marcada por la coexistencia separada de dos comunidades en el sentido fuerte del término; es decir, dos colectivos cuyos miembros tejen todas sus relaciones sociales con los miembros de su propia comunidad al margen y/o en contra de la otra: cada una de ellas tiene sus propios clubes, deportivos y de cualquier otro tipo, diferenciados, sus propios pubs, escuelas y centros culturales; y también iglesias y confesiones religiosas distintas, lo que da lugar a la incidencia determinante del factor religioso en el conflicto norirlandés. Lógicamente todo ello tiene su expresión política, cuya manifestación es el peculiar sistema político de partidos que refleja con toda nitidez la fractura comunitaria de su población: protestantes-unionistas contra católicos-nacionalistas; con sus correspondientes alas moderada y radical en cada comunidad. Este esquema se ha visto reproducido sin apenas variaciones en estas últimas elecciones; prueba de ello es que las formaciones políticas de adscripción comunitaria han copado conjuntamente más del 92% de los escaños elegidos. Teniendo en cuenta que la vida política norirlandesa viene determinada por la estructura (y la fractura) comunitaria de su población, tiene interés conocer cuál ha sido la evolución política en el interior de cada bloque comunitario: protestantes-unionistas, por una parte, y católicos-nacionalistas por otra. En este sentido, hay que constatar el progresivo decantamiento del electorado, que ya se puso de manifiesto en las anteriores elecciones de 2003, hacia las opciones más radicales de cada comunidad y el consiguiente debilitamiento de las más moderadas, lo que, en principio, perjudica las posiciones más proclives al entendimiento intercomunitario. Si bien es preciso puntualizar también que tanto el radicalismo unionista del partido de Ian Pasley como el radicalismo nacionalista de Sinn Fein han experimentado en el transcurso del proceso una importante corrección moderadora, que es precisamente la que les ha permitido hacerse con parte de los apoyos de sus rivales en el seno del propio electorado protestante o católico en cada caso.Hay que llamar la atención, asimismo, sobre el hecho, nada habitual, de que estas elecciones se realizaron para elegir una Asamblea -la Assembly prevista en el Acuerdo de Viernes Santo de 1998- que en el momento actual no existe realmente, ya que fue suspendida por decisión del Ejecutivo británico hace casi cinco años debido al incumplimiento de los compromisos exigidos a sus integrantes para la conclusión del proceso de paz. Y que, tras las recientes elecciones, no están asegurados de antemano su restablecimiento ni su continuidad si no se llega a un acuerdo previo para la formación de un Gobierno compartido -la Executive Authority prevista también en el Acuerdo de Viernes Santo- con presencia en él de las formaciones políticas de ambas comunidades.Esta peculiar exigencia 'constitucional' -el reiteradamente mencionado Acuerdo de Viernes Santo (1998) puede considerarse el 'estatuto constitucional' de Irlanda del Norte- de 'power-sharing' (según los propios términos literales del Acuerdo) o poder compartido, es una de las principales características distintivas de la singular forma de gobierno norirlandesa. De acuerdo con esta premisa, la formación del Ejecutivo tras las elecciones no resulta del libre acuerdo entre los grupos que puedan alcanzar una mayoría en la Asamblea sino que viene predeterminada de antemano, forzando la configuración de un obligado Gobierno de concentración con participación, en proporción a su representación en la Asamblea, de los grupos políticos presentes en ella.Es precisamente la formación de este peculiar Gobierno de concentración norirlandés lo que se está negociando estos días, con el condicionante añadido de que si no se consigue el acuerdo entre las fuerzas políticas, y en particular entre las dos principales de cada una de las comunidades tras las recientes elecciones, Londres suspenderá, como ya ha hecho en otras ocasiones, las instituciones norirlandesas. Asimismo, una vez formado el Gobierno, se sigue manteniendo la exigencia de ejercer el poder de forma compartida ya que las decisiones de la Asamblea que afecten al equilibrio intercomunitario deberán ser adoptadas por un complejo sistema de mayorías especiales que implica, bien el 'consenso paralelo' de ambas comunidades -mayoría entre los unionistas y también entre los nacionalistas- o bien una mayoría cualificada global (60%) que incluya al menos un 40% de cada una de las representaciones comunitarias unionista y nacionalista.Se trata de un sistema institucional que no hace sino reflejar la profunda fractura estructural que escinde a la sociedad norirlandesa en comunidades separadas y concebido, ante todo, para impedir cualquier eventual situación de dominación intercomunitaria. Y un sistema institucional, hay que añadir también, que apenas ha tenido ocasión de funcionar efectivamente y de forma continuada ya que ha estado suspendido, por decisión del Gabinete británico, más tiempo del que ha estado funcionando. A falta de un rodaje institucional consolidado, que hasta el momento no se ha dado, resulta cuando menos aventurado cualquier pronunciamiento valorativo sobre su funcionalidad para hacer frente al principal problema que tiene planteado hoy la sociedad norirlandesa: la superación de su persistente fractura comunitaria.Más allá del recuento de votos y escaños, que suele ser lo único que centra la atención de los comentaristas tras las elecciones y que en el caso de Irlanda del Norte ha habido que hacer teniendo muy en cuenta la peculiar ingeniería político-constitucional de su singular sistema institucional, las recientes elecciones pueden servir para abrir un nuevo periodo en la vida política en el que, por primera vez, pueda empezar a funcionar de forma continuada y efectiva el modelo de poder compartido previsto desde hace casi una década. La actual consolidación del proceso de paz, tras la desaparición de la violencia terrorista en este último periodo, proporciona las mejores condiciones para que las instituciones -Asamblea y Ejecutivo- puedan abordar sin impedimentos la cuestión clave del proceso de normalización mediante la superación de la fractura intercomunitaria. Falta ahora por saber si las fuerzas políticas norirlandesas de ambas comunidades, y especialmente las triunfadoras en estas elecciones, además de tener que compartir obligadamente el poder en las instituciones por imperativo legal, serán también capaces de acordar un programa y unas medidas comunes para normalizar definitivamente las relaciones intercomunitarias en la sociedad norirlandesa.

No hay comentarios: