viernes, marzo 23, 2007

Agapito Maestre, Un cristiano unamuniano

viernes 23 de marzo de 2007
APRENDER A VIVIR Y A PENSAR
Un cristiano unamuniano
Por Agapito Maestre
Este pequeño libro es una joya de la literatura ética del siglo XX. He aquí un tratado de ética vitalista de la mejor tradición francesa, que encuentra la vida, buena o mala, siempre deliciosa.
Hallar el método acertado para degustarla es el secreto que nos trasmite esta obra, que podría ser catalogada dentro del género memorialístico. Expertos son en él los franceses, porque no sólo disfrutan la vida, también la repasan con morosidad. En efecto, la tradición memorialista francesa considera que sólo se vive la vida, sí, repasándola. Escribiéndola.

Jean Guitton, que casi llegó a centenario (1901-1999), se entregó con delectación a la escritura de estas breves pero sabrosas memorias poco después de cumplir los 50 años. Como todas las memorias, esta joyita ética tiene una gran eficacia literaria, porque el tiempo pasado le ha ayudado al autor a perfeccionar, a retocar las ideas, hasta dejarlas limpias de la pedantería del informe, o de las impurezas del diario y las notas de trabajo.

Aprender a vivir y a pensar muestra con brillantez "lo poco que saben los sabios cuando carecen de libros y de notas"; "pero ese poco, cuando ha salido de sus entrañas, lo enseñan bien". También Guitton ha escrito en esta ocasión desde las entrañas. Tenía la necesidad de expresar a sus lectores las habilidades que había adquirido en su oficio de pensar, de filosofar, inseparable de su vivir. Vincular pensamiento y acción, en la tradición cartesiana, es la propuesta de Guitton, que en este asunto no estaría alejado del aforismo de Nietzsche: "Las verdades más preciosas son las que se descubren al final; pero las verdades más preciosas son el conocimiento de los métodos".

¿Métodos? Sí, el principal de ellos es entregarse por completo al trabajo y al reposo: "No toleres ni el trabajo a medias, ni el reposo a medias. Entrégate por entero o detente absolutamente". O, dicho con palabras de Santa Teresa: "Lo poco que podemos, hagámoslo con todo el corazón".

La excelencia, al fin, consiste en aceptar nuestros propios límites: "Si un día somos llamados a hacer grandes cosas, es por las pequeñas por las que es necesario llegar a ellas. Ciertamente es conveniente agrandar sin cesar el espíritu, el horizonte o el coraje, pero aplicándose en tareas precisas y en consecuencias modestas, aceptando las lagunas necesarias y los fallos".

Al margen de las razones que existan para aprender a vivir, o sea, a pensar, sólo quien se entrega voluptuosamente a la vida, a la gran tarea de vivir, podrá complacerse, disfrutar de todas sus grandezas y miserias. Se trata, en todo caso, de sentirse querido y acariciado por la vida. Por la existencia.

Quien lea este libro, escrito en plena madurez intelectual, y no se sienta acariciado por la vida, por tanta vida aquí desparramada, nunca entenderá el oficio del pensamiento, el destino sagrado de una profesión melancólica que ha hecho del pensar la otra cara de la acción. Pensar, sí, es oponerse, negar a otro, después de haber asumido su pensamiento. El poeta Auden, por poner un ejemplo, niega a Eliot porque, previamente, lo ha seguido. También Guitton dice algo parecido de Pascal respecto a Montaigne; en realidad, de la fe respecto a la duda.

Es, pues, necesario la turbación para pensar. La irritación calma, bonita expresión de Guitton, es imprescindible para pensar: "Hay autores que excitan el pensamiento. Cada uno debe encontrar el suyo (…) Pascal no deja apenas de leer a Montaigne, cuyo espíritu era contrario al suyo, y le afectaban más los argumentos de los escépticos que a los escépticos mismos (…) Cada uno debe reconquistar aquello que cree con el sudor de su frente. Para esta reconquista lo mejor es sufrir que se nos ataque".

Una vez más, la cruz; o sea, sin sufrimiento no hay conocimiento. He aquí una buena guía, a veces dura y flagelante, tanto para pensar como para vivir. Su autor fue amigo personal y, seguramente, consejero de Pablo VI. Fue el seglar por antonomasia del Concilio Vaticano II. Y, cómo se me iba a olvidar, fue maestro y amigo de Luis Althusser, uno de los marxistas más importantes del siglo XX, que antes que marxista fue ferviente católico. Éste dijo de Guitton: "Fue quien me enseñó a escribir". Guitton, incluso en los peores momentos del filósofo marxista, siempre fue fiel a la amistad de Althusser. Por encima de todo, dijo, estoy con mi amigo.

Aunque publicado por primera vez en 1957, Aprender a vivir y a pensar sigue siendo actual para dogmáticos y escépticos, para creyentes y ateos, porque a todos enseña la facultad de anticipar, de imaginar un futuro reglado por lo posible: la vida con sus penalidades y alegrías. Enseñarnos que no hay espíritu humano sin profundidad, originalidad, grandeza e invención es la última lección de Guitton: "La originalidad existe en cada uno de nosotros, pues cada uno de nosotros difiere de los demás (…) La profundidad es el poder ir más allá de las apariencias". Pero nada de esto es posible sin voluntad, sin amor. Guitton es, definitivamente, un cristiano unamuniano:
La voluntad es la pieza maestra del hombre, puesto que le permite ser lo que él hace de sí mismo. Si no tuviéramos voluntad seríamos autómatas. No estaríamos dados a nosotros mismos. La voluntad es el órgano del amor.
JEAN GUITTON: APRENDER A VIVIR Y A PENSAR. Encuentro (Madrid), 2007, 94 páginas.

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