martes 27 de febrero de 2007
El (des)interés de la prensa
JOSÉ MARÍA GARCÍA-HOZ
LA semana pasada, el referéndum sobre el estatuto de Andalucía no interesó al cuerpo electoral, que masivamente se abstuvo de acudir a las urnas. El votante andaluz pasó de referéndum, pero en los dos o tres días posteriores los medios dedicaron muchas páginas y mucho tiempo a esta cuestión. Como sigamos así, la audiencia pasará también -las cifras indican que ya está pasando- de comprar y oír unos medios que tratan temas que no les interesan. Si pasa del referéndum ¿por qué le van a interesar los análisis de sus resultados?
Algunos dirán que al llevar la contraria a sus lectores, los medios cumplen su misión, pues tratan temas que, a pesar de no resultar populares, sí son importantes para la comunidad. En fin, nadie puede discutir una afirmación tan general y tan bien intencionada, pero de seguir así los diarios acabarán predicando en el desierto y finalmente las rotativas quedarán paradas. Otros dicen que, en el caso de ser real, ese pésimo escenario no es culpa de los medios, sino de los lectores, que no se interesan por temas importantes, o de los políticos, que cada vez resultan más incapaces de tratar asuntos que interesen al común de la ciudadanía.
Quizás esos argumentos tranquilicen a editores y periodistas, en la medida que les convencen de su inocencia y atribuyen la responsabilidad a la frivolidad de los lectores; sea quien sea el culpable, el problema sigue sin resolver: ¿por qué los diarios siguen dedicando páginas y páginas a cuestiones sobre las que el público ha explicitado su desinterés? Mi respuesta es que, cada vez más, los medios renuncian a su papel primigenio de ser y funcionar como puente de doble sentido de circulación para comunicar al común con las elites políticas y empresariales y viceversa. En este momento y desde hace varios años, creo advertir que la comunicación ya sólo es de un sentido: de arriba para abajo; adicionalmente, circular, entre los diferentes grupos de los de arriba.
Efecto perverso de este progresivo distanciamiento es que los políticos ya sólo hablan y actúan para los medios. A lo mejor están engañados y se creen que, efectivamente, sus mensajes llegan a la ciudadanía si hablan con los periodistas; me temo que no es así y que sus mensajes sólo llegan al adversario, que les contesta también por conducto mediático, generando un debate que habitualmente sólo interesa y sólo afecta a los propios políticos y a los medios que utilizan.
En la vida política nacional y desde hace ocho o diez años, la descalificación ha sustituido al razonamiento crítico: ya no se discute, se insulta; pero, con ser eso malo, todavía más negativa resulta la participación activa de los medios en ese desierto dialéctico: aceptando la premisa falsa de que su necesaria posición ideológica les debe llevar a un compromiso partidista, en virtud del cual todo lo que hace el político de su cuerda es bueno o muy bueno y lo que procede del dirigente contrario está entre muy malo y perverso.
Pero, claro, ésas no son las batallas del personal común, cuya vida legítimamente se centra en la educación de las criaturas, en la hipoteca, en planear el fin de semana o el puente, en el fútbol, en las relaciones con el jefe y los compañeros de trabajo... Cuestiones todas ellas a las que los medios dedican mucho menos espacio cronológico y/o físico que al aburrido rifirrafe político, y en la medida que los medios son identificados como altavoces de esa pelea interminable, van siendo abandonados por el público.
Cuando termine de escribir esta pieza cerraré el ordenador y, como otros días, daré una vuelta por el barrio con los oídos bien abiertos. En el bar, en los semáforos, en el metro, en la parada del autobús, nadie habla de política; supongo que los nombres de Zapatero y Rajoy son de general conocimiento, pero nadie los pronuncia. Se escuchan conversaciones de variopinta naturaleza: cuestiones familiares, lúdicas, laborales, de economía personal y doméstica, pero ni en los palacios ni en las chabolas se mencionan los nombres cotidiana y machaconamente presentes en las cabeceras de los medios. Y eso no puede ser bueno.
josemaria@garcia-hoz.com
martes, febrero 27, 2007
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