martes 27 de febrero de 2007
EL PAÍS DE LAS MARAVILLAS
Espectáculo y política
Por José María Marco
Con ocasión de los Óscar, ese espectáculo que la progresía española califica de ceremonia, no se sabe muy bien por qué, la cadena Fox organizó un programa sobre política y espectáculo que resultó bastante jugoso. Se trataba de saber quiénes serían los mejores candidatos hollywoodienses a los primeros puestos de la política norteamericana.
Por ejemplo, a ver si adivina usted quién era el candidato de la Fox para secretario (es decir, ministro) del Interior. En realidad, daba dos: David Lynch y Charlie Sheen. Y es que ambos son fanáticos de las teorías conspiratorias, aunque las razones varíen en cada caso.
Charlie Sheen se permitió poner en duda la versión "oficial" de los ataques del 11-S. Llegó a decir que el derrumbe de las Torres Gemelas le resultó muy parecido a una demolición controlada, de las que tanto juego dan en los telediarios cuando no hay noticias importantes. En cuanto al ataque al Pentágono, le pareció, directamente, una puesta en escena. Por lo que respecta a David Lynch, también escéptico, la Fox se ofreció a explicarle lo ocurrido el 11 de Septiembre cuando éste explique, si es que puede, el argumento de Twin Peaks (igual podían haberle pedido que explicara Mulholland Drive, o su secuela).
Siempre según la Fox, el cargo de director del FBI debería ir a parar a las manos Spike Lee, que además competía con muchos otros para el de embajador de Estados Unidos en Cuba. (Spielberg se pasó con Castro ocho horas y salió feliz; Oliver Stone le dedicó un documental todo mieles y elogios; Kevin Costner estuvo a punto de levitar cuando estuvo tan cerca del gran líder, y Naomi Campbell, a la que Castro recibió con Kate Moss, dijo de él que era un hombre sumamente… espiritual. En fin).
Spike Lee, como sus competidores, visitó a Castro en su día y volvió abrumado por la personalidad del caudillo y los extraordinarios logros del régimen. Además, Lee, autor de un documental de tono político más o menos postmoderno –es decir, sobre mentiras, raza y política–, se permitió afirmar, en la línea de Charliee Sheen y siguiendo una insinuación del líder negro Louis Farrakhan, que durante la catástrofe del Katrina el Gobierno norteamericano destruyó uno de los diques de contención, justamente uno que protegía un barrio negro de Nueva Orleans, con el fin de evitar que se inundara uno habitado mayoritariamente por blancos.
Total, que así como la Fox escogió a Spike Lee como candidato hollywoodiense a director del FBI, también lo podía haber nombrado director de la Agencia de Seguridad Interior, o de la Agencia Federal de Gestión de Emergencias (FEMA).
Para Defensa, los guionistas de la Fox lo tenían fácil. Se inclinaron por Jane Fonda, la misma que, muchos millones de dólares e incontables operaciones de cirugía estética después de visitar Hanoi para insultar a sus compatriotas, los mismos que defendían la libertad de los vietnamitas, se dedica ahora a clamar por la rendición de su país ante los terroristas islámicos. Toda una patriota, que se dice. Alcanzaría así el rango de tercera gran dama de la política norteamericana, con Nancy (Pelosi) y Clinton (Hillary). (Los republicanos están fuera de juego en este asunto).
En el circo político, Jane Fonda tiene dos serias competidoras. Una de ellas es difícil de combatir, por su popularidad y su adscripción (pronto se dirá "opción") étnica: se trata ni más ni menos que de Oprah Winfrey, la poderosa presentadora de televisión. La otra es Barbra Streisand, siempre fiel a los demócratas, sea cual sea la posición de éstos.
Los guionistas de la Fox propusieron a los telespectadores que escogieran a un posible presidente entre la tropa hollywoodiense. La pobre (es un decir) Jane Fonda quedó descartada desde el primer momento. Barbra Streisand no parecía muy verosímil. ¿Cómo iba a abandonar sus mansiones de Los Ángeles y Malibú para instalarse en esa choza que es, en comparación, la Casa Blanca? Quedaban Oprah y Clint Eastwood. Eastwood ya tiene algo de currículo, como alcalde de su pueblo, Carmel, próximo a San Francisco, y salió elegido. Un hombre, sin duda, de toda confianza.
Es seguro que los espectadores de la Fox se divirtieron más con el programa que con la larguísima gala de entrega de los Óscar. Aunque aquí también hubo su buena parte de política. La presentadora, Ellen DeGeneres, apuntó que se veían pocos norteamericanos en el auditorio. Y es que, efectivamente, muchos de los "nominados" eran extranjeros, entre ellos nuestros ganadores (por El laberinto del fauno). ¿Efectos de la globalización, elitismo, poco aprecio de lo propio? El caso es que, desde una perspectiva norteamericana, Hollywood arriesga mucho apostando con tanta intensidad por películas que el público estadounidense no ha visto ni, probablemente, verá nunca.
Y si de mezclar política y cine se trataba, la apoteosis llegó cuando Al Gore subió al escenario para recibir un premio por su documental de política ficción sobre el cambio climático. En Estados Unidos corre el chiste de que, cada vez que Gore se presenta en una ciudad para hablar del calentamiento del planeta, se pone a nevar. Parece que la broma se basa en hechos empíricamente comprobables. Sea lo que fuere, nadie en Beverly Hills va a cambiar las limusinas ni los cuatro por cuatro por la bicicleta. Tampoco van a apagar el aire acondicionado.
Una vez más, Hollywood se mostró fiel a su fama, bien ganada, de progresismo. ¿Para cuándo un homenaje a Schwarzenegger o a Reagan?
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lunes, febrero 26, 2007
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