martes 27 de febrero de 2007
El odio no pierde peso
POR TERESA JIMÉNEZ-BECERRIL
AUNQUE no hubiera querido verlo, su foto está ahí, en las portadas de todos los periódicos, en todos los portales de internet, descrita en las emisoras de radio y entrando en casa por el televisor. Es difícil escapar de este asesino omnipresente. Es cierto que mientras más se hable de él, más alegramos los oídos de este criminal, pero no es menos cierto, que si dejamos hablar solamente a aquellos como Olano, que nos amenazan con una respuesta enérgica por parte de los amigos del terrorista, si éste se muere, nos arriesgamos a que se cumpla el refrán de «quien calla otorga».
No estoy segura de acertar escribiendo una y otra vez sobre alguien tan indigno como De Juana Chaos, pero, repito, si nadie contiene la propaganda etarra, ésta acabará atravesando las conciencias de quienes quieren seguir creyendo en sus gobernantes.
Si el presidente de la Junta de Andalucía ve razonable que este múltiple asesino quede en libertad, porque, a su juicio, en la calle se volvería inofensivo, mientras que en la cárcel se ha convertido en una bomba de relojería; si desde el nacionalismo catalán o vasco, duro o blando, ateo o creyente se nos advierte diariamente de las consecuencias de la muerte del terrorista; si la maquinaria de quienes quieren deshacerse del problema se ha puesto en marcha con toda su artillería, a nosotros, sus víctimas, no nos queda otro remedio que defendernos.
Nuestra defensa a esta acometida mediática debe ser firme y constante, ya que su ataque utiliza varios frentes; el del propio preso, el de su entorno, el de algunas instituciones vascas y nacionales, el de los que han vendado su mente que no sus ojos, el de los jueces y fiscales que luchan por la causa y el de quienes se vuelven benévolos con los terroristas foráneos. No podemos caer en la trampa del silencio, que es lo que desean quienes están conduciendo este vergonzoso «proceso». Con sigilo se intentó liberar a De Chaos por razones humanitarias, y con ruido se ha detenido esa injusticia. Por tanto, las cámaras, aunque vuelvan visible a un ser que merecería vivir a oscuras el resto de su vida, son necesarias a veces para iluminar lo que se quiere hacer a escondidas. Y en materia de terrorismo, donde se pide siempre prudencia, donde el secreto manda, donde la publicidad según los que negocian no ayuda, es muy importante estar atentos y denunciar si hay que hacerlo, sin complejos de haber arruinado el trato, si éste no merecía ser cerrado.
Sacar a la luz lo que el poder prefiere tapar por temor al juicio de quienes le dieron la llave de mando es siempre recomendable, aunque haciéndolo cometamos errores y de ellos se aprovechen los que no desearíamos nunca que lo hicieran, como en este caso el sanguinario jefe del comando Madrid. Pero no olvidemos que es siempre él quien da el primer paso. Él escribe cartas, delictivas moralmente, como la que hace alusión al asesinato de mi hermano y su mujer y al placer que le produce nuestro dolor, él amenaza y señala futuros objetivos de la banda terrorista desde la cárcel, él se declara en huelga de hambre, él intenta y consigue internacionalizar su caso posando para un conocido periódico inglés en circunstancias poco claras. Él juega no solo con el Gobierno, sino que pretende hacerlo con todo el que se le ponga por delante. Podríamos dejarlo jugar solo, retirarnos, pero ¿quién tiene la certeza de que si lo hacemos este asesino calculador no acabe ganando la partida? Yo no me arriesgo. Yo no me voy, yo sigo en su juego macabro de declaraciones y apariciones. A ver quién gana, si quien ha usado las armas para llegar donde está o si quien solo ha usado la palabra. Veremos, porque un partido en el que hace unos años España habría ganado con ventaja, hoy puede terminar en derrota. Hemos perdido la confianza y sin ella puede pasar de todo. Es por eso por lo que juzgamos al técnico, por lo que no le dejamos hacer, porque vemos cómo a base de errores ha conseguido que se crezca un rival que estaba contra las cuerdas. Cuando uno pierde la seguridad se vuelve crítico y eso es lo que le ha pasado a este Gobierno con las víctimas. Con sus vacilantes movimientos hacia ETA y el nacionalismo ha conseguido volvernos vulnerables. Aunque la gente nos considere valientes nunca hemos estado tan indefensos, exceptuando los años de plomo, cuando no había reflectores.
Ahora parte de nuestra fuerza nos las dan justamente los focos, los micrófonos, los papeles. Se la dan también a De Juana, pero ese es el precio que hemos de pagar para que se conozca la verdad. Todo a la vista; nuestro dolor y el suyo. Nuestra dignidad y la suya. Nuestra justicia y la suya. Miren ese cuerpo excavado, humillado por su dueño, quien lo enseña al mundo no pidiendo compasión sino exigiendo un derecho que no merece. Mírenlo y, si son capaces, miren su cara. No verán en ella más que desafío, odio, ira y resentimiento.
Piensen en Ortega Lara cuando fue liberado tras pasar más de quinientos días en un agujero. ¿Recuerdan su cuerpo? Yo sí y también tengo grabada su cara. Nada de lo que veo en el asesino etarra vi en la de José Antonio, ni lo vi entonces, ni lo veo ahora. La diferencia entre ellos, nuestros verdugos y nosotros son nuestras caras. Piensen en la sonrisa de Mari Mar Blanco, en sus ojos serenos, en la alegría de Consuelo Ordóñez, en la fuerza de Irene Villa. Miren las fotos de cuando nos manifestamos, de cuando hablamos, de cuando vivimos, verán dolor, verán desesperación, verán preocupación, verán desilusión y también verán paz.
Por mucho que miren nunca verán entre las víctimas del terrorismo ningún rostro que se parezca al de Ignacio De Juana Chaos.
martes, febrero 27, 2007
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