miercoles 28 de febrero de 2007
Esto ya va en serio
POR JESÚS ZARZALEJOS
Con las declaraciones de Rafa Zouhier y de Emilio Suárez Trashorras, el juicio del 11-M entró en una fase mucho más intensa para acusaciones, defensas y tribunal. Zouhier no defraudó y mantuvo un áspero interrogatorio con el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, se encaró con unos y otros y sólo pareció encogerse ante las preguntas del presidente del Tribunal. No era para menos. Zouhier es algo así como un cruce de caminos para la trama islamista, la trama asturiana y la investigación policial previa a los atentados del 11-M. Palabras mayores, que el propio Zouhier, muy consciente de su protagonismo en la sala y fuera de ella, se encargó de remarcar con la insistente proclamación de que sólo quiso ayudar para evitar el atentado.
Por esto mismo, su tarjeta de presentación como confidente «vocacional» de la Guardia Civil fue atacada duramente por el fiscal, quien intentó demostrar que desde junio de 2003 (en concreto, desde que puso en manos de su enlace policial una muestra de explosivo que le fue entregada por los «asturianos») hasta después del atentado del 11-M no volvió a informar sobre los pasos de Suárez Trashorras y compañía. En definitiva, que poco hizo por facilitar la investigación. Por otro lado, el fiscal quiso que Zouhier reconociera que en las reuniones entre islamistas y «asturianos» se negoció la entrega de explosivos. Zouhier lo negó y, por eso, fue el presidente quien repreguntó para resolver la paradoja de que Zouhier hubiera informado a la UCO de la Guardia Civil de que los «asturianos» estaban ofreciendo explosivos por droga y negara que en las reuniones entre ambas tramas en 2003 se hablara de explosivos. Lo que tiene en juego Zouhier es quedar como un confidente maltratado por las Fuerzas de Seguridad, en el mejor de los casos para él; o, en el peor, como un colaborador de organización terrorista, que, a lo sumo, podía estar actuando a varias bandas. O las dos cosas al mismo tiempo.
En todo caso, el interrogatorio del Ministerio Fiscal a Zouhier, lo mismo que la instrucción sumarial, puso de manifiesto que sin confidentes es muy difícil obtener información sobre organizaciones criminales. Del confidente, teóricamente, no se debería saber nunca nada, porque es una fuente exclusivamente policial. Por eso, lo que llega al juzgado y luego, en vista oral, sirve de prueba, no es la declaración del confidente, sino la investigación policial que se origina por su «chivatazo». Ahora bien, el Tribunal Supremo ya ha declarado que al confidente no se exime, por esta condición, de responsabilidad criminal por los delitos que cometa. No se trata de un «agente encubierto» —es decir, un infiltrado como los de Martin Scorsese—, figura regulada específicamente por la Ley de Enjuiciamiento Criminal y reservada a agentes de la Policía Judicial. Suele ser un delincuente que pasa información y nada más. Otra cosa es que si los confidentes no se dedicaran a lo que se dedican, difícilmente podrían hacer confidencias a la Policía.
miércoles, febrero 28, 2007
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