martes, febrero 27, 2007

La mirado qeu ni Berre Davies en sus mejores tiempos prdria fingir

La mirada que ni Bette Davis en sus mejores tiempos podría fingir
Ely del Valle
LA VIÑETA DE ENIO
Buitre "Salsarosus Tomaterus".
Hay ojos que más que hablar, ocultan. Sin embargo, los de Letizia son un arma letal para quienes invierten tiempo y esfuerzo en crearle una mala imagen a medida de sus detractores.28 de febrero de 2007. Hasta ayer mismo era un personaje que, sinceramente, ni frío ni calor. A pesar de compartir profesión durante años, nunca habíamos coincidido y lo poco que sabía de ella se limitaba a las muchas coplas y colores que le han escrito desde que dejó de escribir el guión de sus reportajes para pasar a firmar su propia página de la historia. Me caía bien, mal o regular dependiendo de las noticias que otros escribían, lo cual quiere decir que, como los mortales somos más que propicios a hincarle el diente al chascarrillo malintencionado, a la hora de la verdad, el platillo de la balanza se inclinaba casi siempre del lado cutre. Vamos, que si no me caía más gorda era porque no necesito ir a la peluquería más de una vez al mes. Ayer sin embargo, tuve la oportunidad de charlar con ella unos minutos y el efecto ha sido bastante más efectivo que el de la vacuna contra la gripe que me puse en septiembre y que, a fecha de hoy, no me ha librado de la temblequera febril y la nariz moqueante. Letizia no es la trepa descarada que nos han querido vender algunos de sus ex compañeros de trabajo.Tampoco hace honor al boceto de la plebeya descarada capaz de engatusar al heredero enamorado que otros intentan trazar a base de mala baba. No es, como muchos quisieran, una marisabidilla convencida de poder dar lecciones de comportamiento regio a un futuro monarca, ni una lánguida flor que se escuda en el embarazo para escaquearse de ciertos latazos inherentes a la vida que ha elegido, ni un bicho desagradecido que sólo espera la oportunidad de serrarle los tacones a su augusta suegra.De Letizia se ha dicho eso y mucho más, y aunque la desgracia ha generado una cierta compasión entre sus detractores, está claro que siempre habrá quien preferirá utilizar el berbiquí en vez de la pluma para que su imagen sea el de una princesa de pega. Yo, desde ayer, he dejado de ser un elemento neutral, que es lo mismo que decir que me he pasado al bando de quienes sienten una tremenda simpatía por esta mujer. Ya sé que habrá quien piense que nadie puede conocer a otra persona en diez minutos de conversación intrascendente. Cierto. Sería por mi parte de una estupidez supina intentarles venderles esa moto. Pero cuando habla te mira a los ojos y los suyos, les puedo asegurar, no son compatibles con muchas de las cosas que se cuentan de ella y que corren el peligro de convertirse en maquiavélicas leyendas.Letizia tiene la mirada sincera; triste, sí, pero limpia, y eso no lo podría fingir ni Bette Davis en sus mejores tiempos. Hoy sé que, le pese a quien le pese, la mujer que ha elegido el heredero de la corona es una real princesa y para mí, qué quieren que les diga, ha sido un magnífico y gratificante descubrimiento.

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