miércoles, febrero 28, 2007

Quintano, ¡Pues yo ne me rio de mi presidente, coño!

miercoles 28 de febrero de 2007
«¡Pues yo no me río de mi presidente, coño!»

IGNACIO RUIZ QUINTANO

LA sinvergonzonería progre tilda de «siniestro» a Alcaraz porque se niega a olvidarse de sus muertos. Después, lo equipara con Otegui, el macho peleón en la berrea de la paz, aunque haciendo reverencias a Otegui, en cuyo berrenchín el presidente Rodríguez ha percibido «cambios». ¿Como los de TVE, con la censura?
-¡Pues yo no me río de mi presidente, coño! -sulfurábase una noche el viejo Sotillos en Telemadrid.
Contra la seriedad, la risa, recomendaban los sofistas; pero contra la risa, la seriedad. El nuevo contable de las «postrimerías» hispánicas -muerte, infierno y gloria- en TVE ya no es un Arias, sino -conquistas de la democracia- un Fernández.
-Pemán, ¿usted ha visto cosa más tonta que un censor? -dijo tan gallegamente Franco al maestro gaditano, que había ido a quejársele con un plumero de galeradas de imprenta que parecía un conejo desollado.
Claro que Arias tenía, al menos, una «teología de la información»: él decía partir de santo Tomás, que había dejado bien sentado que la libertad es la opción entre los bienes posibles... excluido siempre el mal.
-Pero santo Tomás usó esa libertad mental nada menos que para meter en la síntesis de su doctrina asimiladora a Aristóteles -objetó Pemán.
-Aranguren no es Aristóteles -replicó Arias.
-Ni usted tampoco es santo Tomás.
¿Cuál es la «teología informativa» de Fernández? Natural de Santo Domingo de la Calzada, donde cantó la gallina después de asada, Fernández ha censurado al Loco de la Colina -más pícaro que loco, como todo lo español- igual que los «tontos» de Franco censuraban a Berlanga, al que no dejaban sacar un plano de la Gran Vía «porque este Berlanga es capaz de poner saliendo de «Pasapoga» a un obispo». Y, antes de que uno, perplejo, tenga tiempo de fruncir una ceja, aparece un mandadero diciendo:
-Sí, pero Fernández va en Vespa al Parlamento.
Que en eso parece consistir nuestra posmodernidad democrática. ¿No había también un Solana que cruzaba la Castellana en moto y con la bragueta en pompa y acabó bombardeando Belgrado?
Para el centrismo de progreso, lo único que cuenta es que cada día Alcaraz es más fascista, y Otegui, más demócrata, que hasta Rodríguez se ha dado cuenta. Flipado con la doctrina ferlosiana de «escatologización de los antagonismos», Rodríguez mira al Otegui de zarcillo en la oreja y ve a la seductora Ninón de Lenclos -con más chuletones entre pecho y espalda, claro-, cuyo emblema, por cierto, viene al pelo: «No mudo, si no mudan».
España, en fin, es la gran democracia relativista de los relativistas de Kelsen que no han leído a Kelsen. «¿Quién lee hoy a Pemán?», pregunta un inspector literario. Pues, en España, hoy, los mismos que leen a Cervantes. O a Kelsen. Porque al español nunca le ha preocupado la letra, sino la gramática. El español es tan gramatiquero como el relativismo de Kelsen, un «ismo» tan seguro de sí mismo que debe ser impuesto a quienes no lo compartan «con sangre y lágrimas», si hiciera falta. El «icono emblemático» de esta democracia relativista que no atiende a valores, sino a procedimientos, es Pilato desde el instante en que cínicamente, pues no espera respuesta, pregunta: «¿Qué es la verdad?» Que del proceso salga condenado un hombre inocente es irrelevante. En la democracia relativista no cuenta la verdad, sino el poder como puro poder, es decir, el poder del más fuerte, y el más fuerte ahora mismo es Otegui.
-Con dos carreras, nadie me va a decir que el vino no tiene alcohol -ha dicho la valetudinaria ministra de la Salud.
Decir que el vino tiene alcohol es como decir que Marilyn Monroe tiene un ochenta por ciento de agua y un veinte por ciento de carbono, y a veces, por las noches, una nube de Chanel, pero, como método de falsación, posee la audacia, la resignación y la indulgencia mínimas que exigiría cualquier popperiano para darlo por válido. El vino, en efecto, tiene alcohol y Otegui manda un huevo. Tanto que, enfrente, con esa insultante falta de centrismo que le impide mercadear con los conceptos de justicia y de verdad, sólo se le resiste Alcaraz.

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