miércoles, febrero 28, 2007

Ariane Arpa, Interes publico e intereses privados

miercoles 28 de febrero de 2007
Interés público e intereses privados
POR ARIANE ARPA
NO corren buenos tiempos para la familia de Yupa Sriboonyaun, una tailandesa de 43 años infectada por el VIH-Sida. Yupa vive con su marido y con un hijo de 16 años, y su trabajo como costurera es la principal fuente de ingreso de la familia. Su vida depende del acceso a medicamentos asequibles, que hasta ahora ha recibido gracias a un programa sanitario del Gobierno. Me impresionó leer su testimonio en una entrevista realizada por Oxfam hace algún tiempo: «Cuando supe que estaba infectada con el VIH no lo podía aceptar. Ahora, gracias al tratamiento que recibo, me siento viva. He nacido de nuevo».
Miles de tailandeses viven gracias a la producción de medicamentos genéricos contra el sida impulsada desde hace años por el Gobierno de este país, un privilegio del que no disfrutan otros muchos enfermos del mundo en desarrollo. Sin embargo, esta situación puede cambiar dentro de muy poco si el acuerdo de libre comercio con los EE.UU. llega a ser aprobado. El Gobierno estadounidense ha incluido entre sus exigencias una protección estricta de los derechos de propiedad intelectual, lo que impediría la producción de medicamentos genéricos cuyo coste por paciente es mucho menor que el de sus equivalentes de marca. Las grandes compañías farmacéuticas pretenden hacernos creer que para Yupa y otros enfermos es suficiente con disponer de programas filantrópicos de cesión gratuita de medicamentos. Esto no es así. La vida de una persona no puede depender de la buena voluntad de las empresas, ya que el acceso a la salud es un derecho universal.
Estas prácticas suponen una violación consciente de los acuerdos comerciales aprobados en la Cumbre de Doha de 2001, pero su verdadera importancia va más allá de las sutilezas legales. La vida de millones de personas está amenazada por el poder de un lobby empresarial que carece de una justificación económica creíble: cerca del 90 por ciento de las ventas farmacéuticas se concentran en Norteamérica, la Unión Europea y Japón, lo que hace del mundo en desarrollo un mercado marginal. El beneficio medio de la industria farmacéutica es de un 19 por ciento anual, comparado con el 5 por ciento medio de las 500 empresas más ricas del planeta, y procede de tratamientos para patologías propias de los países ricos, como la obesidad. De hecho, sólo 21 de las 1.556 nuevas sustancias comercializadas entre 1975 y 2004 estaban dirigidas al tratamiento de enfermedades exclusivas de los países pobres, como el paludismo. Dicho de otro modo, ni la rentabilidad ni la capacidad innovadora del sector farmacéutico están amenazadas por la comercialización de genéricos en los países pobres.
El de Tailandia es un caso llamativo, pero no es el único. En la India, por ejemplo, la multinacional Novartis ha denunciado ante los tribunales la legislación nacional que regula las patentes. El crimen del Gobierno indio: poner en el mercado un tratamiento contra la leucemia que cuesta una décima parte de su equivalente de marca, comercializado por Novartis. Si la compañía gana la demanda, la India estará obligada a modificar unas leyes que hasta ahora han permitido la fabricación masiva de medicamentos genéricos y se pondría en riesgo uno de los modelos más exitosos de comercialización de medicamentos baratos para la sanidad pública, dentro y fuera de la India.
Para hacerse una idea de la importancia de este caso, basta con comparar los precios de los tratamientos genéricos con los de sus equivalentes de marca: gracias a la exportación de estos medicamentos, el precio que pagan, por ejemplo, los africanos por el cóctel antirretroviral contra el sida ha pasado de 10.000 a 136 dólares por paciente y año. En un país como Kenia, donde más de tres millones de personas están afectadas por el VIH-sida, esta diferencia es, literalmente, la diferencia entre la vida y la muerte. Millones de enfermos pobres en todo el mundo contienen la respiración ante un caso que puede cambiar el curso de sus vidas. Desgraciadamente, la experiencia demuestra que las multinacionales farmacéuticas sólo reaccionan cuando ven amenazada su imagen corporativa. Algunas organizaciones internacionales, como Intermón Oxfam y Médicos sin Fronteras, nos hemos unido a centenares de miles de activistas que exigen a Novartis la retirada de la demanda. También lo han hecho líderes políticos y religiosos de todo el mundo, todavía sin éxito.
Estamos ante un debate fundamental, en el que está en juego la capacidad de gobiernos democráticamente elegidos de anteponer el bienestar común a los intereses privados, por poderosos que estos sean. Nadie cuestiona el derecho de las empresas a beneficiarse de sus investigaciones, pero tampoco se puede ignorar que los medicamentos constituyen un bien público al que tienen derecho incluso aquellos que no pueden pagar los precios que imponen sus propietarios. Las compañías y los políticos de los países ricos deben hacer frente a una responsabilidad que no se limita a su cuenta de resultados. Si no es así, votantes y accionistas deben tomar la iniciativa. ¿Parece muy duro? No si has escuchado los planes de Yupa para los próximos años.
Directora General
de Intermón Oxfam

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