miércoles, octubre 01, 2008

Roberto Velasco, Rescatar la confianza perdida

Rescatar la confianza perdida

02.10.2008

ROBERTO VELASCO CATEDRÁTICO DE ECONOMÍA APLICADA EN LA UPV-EHU

Q ué pagaría usted, sin verla, por una casa que nadie quiere, situada en una calle horrible donde no se vende vivienda alguna? Pues este atractivo negocio, que nadie en su sano juicio se atrevería a sugerirle, no es nada comparado con la propuesta inicial que el secretario del Tesoro y el presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, los señores Paulson y Bernanke, querían llevar al Congreso: comprar los activos 'tóxicos' (la mayoría, hipotecas basura cuya cantidad exacta y valor real se desconocen) al sistema bancario norteamericano por la bonita suma de 700.000 millones de dólares (477.000 millones de euros). ¿A cambio de qué? A cambio de nada. A última hora, tras el consenso alcanzado entre el Gobierno y los líderes del Congreso, se añadió que los bancos rescatados debían realizar algunas concesiones, de las cuales la más importante consistía en emitir algunas opciones de compra a favor del Ejecutivo para que, si algún día este último lo deseara, pudiera entrar en el capital social de las entidades. Pero, como sabe todo el mundo, la propuesta final fue rechazada ampliamente por el Congreso y tanto Henry Paulson como Ben Bernanke buscan ahora desesperadamente las reformas necesarias para que los representantes de los ciudadanos acepten finalmente un plan capaz de rescatar el sistema financiero global. Será un nuevo intento, en la segunda fase, una vez demostrado el fracaso de las demandas de adhesión inquebrantable a las intenciones iniciales del Ejecutivo.
Suele decirse que los tiempos desesperados reclaman medidas desesperadas y las advertencias públicas del equipo financiero del presidente Bush («si el plan no se aprueba, que Dios nos asista») dejan escaso lugar a la interpretación. Pero a pocas semanas de las elecciones presidenciales los políticos estadounidenses no se dejan impresionar tan fácilmente por un presidente y una Administración a los que les queda un trimestre en el poder y dan la impresión de pretender dar por resuelto en unos días un gravísimo problema que han contribuido a generar en los ocho años de los dos mandatos republicanos. Porque una cosa es que haya quedado atrás el tiempo en el que el sector privado podía resolver por sí mismo (con la ayuda razonable de los bancos centrales) el gravísimo problema que se ha creado, en parte gracias al tancredismo regulatorio del Gobierno de Estados Unidos, y otra muy distinta que la Administración Bush pretenda que sean los contribuyentes los paganos de toda la factura mientras observan cómo se van de rositas los creadores de este gigantesco 'tsunami' financiero.
Aparte las ideas próximas al fundamentalismo de mercado de muchos políticos republicanos, el conflicto de intereses creado por la propuesta del Tesoro y la Fed ha podido erigirse en el frontis que les ha devuelto la pelota. Los 700.000 millones de dólares, sumados a los millones utilizados previamente, equivalen al 5% del PIB de Estados Unidos, y no es de recibo que la Administración pública tape ese agujero con el dinero de los contribuyentes sin pedir a cambio una participación proporcional en la propiedad de las entidades rescatadas. Aunque después, cuando los mercados regresen a la normalidad, se proceda a vender en Bolsa esos títulos para recuperar en lo posible el dinero público en juego; que es precisamente lo que se hizo con éxito en la terrible crisis que asoló la banca sueca en 1992, también por motivos de una burbuja inmobiliaria y de regulación imprudente del sector financiero. Y tampoco es admisible que las empresas de calificación del riesgo de los créditos, ésas que repartían a discreción certificados de buena y mala conducta como si fueran las infalibles reinas del mercado, no reciban el castigo que merece su irresponsabilidad, abiertamente dolosa.
El colapso de la propuesta de rescate se ha producido en un momento en el que el mundo estaba esperando que EE UU contuviera la crisis financiera en cascada que ha atravesado decididamente el Atlántico y que amenaza con provocar una metástasis en la economía mundial. Un colapso también demostrativo de que la precipitación y la discrecionalidad de los administradores públicos no garantizan el éxito de un rescate de esta naturaleza. El Tesoro y la Fed tienen aún en su poder una amplia gama de instrumentos a disposición, pero la mayoría de ellos son productos 'ad hoc' y, por tanto, no portadores de soluciones sistémicas o globales. La Fed, por ejemplo, puede prestar dinero a cualquier banco o entidad en apuros con sólo invocar un probable peligro de depresión, tal como ha hecho recientemente en los casos del banco Bear Stearns y de la aseguradora AIG; y puede hacerlo casi sin límites. Pero la mala noticia es que este tipo de medidas tienen poco o ningún efecto en la recuperación de la confianza en los mercados financieros, el elemento clave para estabilizarlos y conseguir que vuelvan a ejercer la principal función que justifica su existencia, la de financiar a empresas y familias. Rescatar bancos es tarea sencilla, sobre todo si se hace con el dinero de los contribuyentes, pero rescatar la confianza perdida es mucho más complicado en un sector como el bancario que no puede siquiera respirar sin ella.
Finalmente, otro asunto que la nueva propuesta de plan de rescate debe incorporar es una postura más decidida en cuanto a los escandalosos salarios de los altos ejecutivos de las entidades que ahora piden árnica a gritos y que han percibido cantidades astronómicas de dinero mientras organizaban la gran estafa de las hipotecas 'basura': las cinco mayores firmas de Wall Street (Goldman Sachs, Morgan Stanley, Merrill Lynch, Lehman Brothers y Bear Stearns) pagaron más de 3.000 millones de dólares en los cinco últimos años a sus máximos ejecutivos. Les remuneraban como genios de las finanzas cuando en realidad no eran sino unos pésimos imitadores del gran Houdini, el ilusionista, además de los peores enemigos del capitalismo.
Naturalmente, hay muchas más cosas que enderezar urgentemente (como los mercados interbancarios) y no pocos asuntos por resolver en el sector financiero mundial, pero es ya un clamor la solicitud de un sistema regulatorio global dotado de un nuevo marco institucional que permita hacerlo internacionalmente efectivo. Un sistema que, acompañado de una supervisión vigilante de los mercados y de los agentes que en ellos operan, no restrinja la libertad ni frene la innovación, pero sea capaz de evitar actuaciones deshonestas como las que han hundido los mercados y pueden poner en recesión a la economía estadounidense y, por contagio, a la mundial. Quedan, por tanto, muchas facturas pendientes por pagar de los excesos de todo tipo que están saliendo a la luz en estos últimos tiempos; tiempos difíciles que algunos empiezan a considerar propicios para un cambio de época en la historia financiera del sistema capitalista. En cualquier caso, nada o muy poco se podrá hacer sin rescatar, sin recuperar la confianza destruida en los mercados financieros y bancarios.

http://www.elcorreodigital.com/vizcaya/prensa/20081002/opinion/rescatar-confianza-perdida-20081002.html

1 comentario:

Anónimo dijo...

http://www.burbuja.info/inmobiliaria/burbuja-inmobiliaria/81201-1929-es-irrepetible.html

Puede Ud defender sus posiciones si lo desea.

Negrofuturo