El novio de Falete
M. MARTÍN FERRAND
Miércoles, 22-10-08
UN tal Henry Cheretien inventó el cinemascope y, con ello, cambió la proporción e incrementó la potencialidad del contenido en la imagen cinematográfica. Si se revisa con atención «La túnica sagrada», la primera de las películas filmadas con tan renovador procedimiento, en 1953, se ve que al director, Henry Koster, acostumbrado al formato y la proporción clásicos le sobra «aire» en los encuadres y, aún contando en el reparto con estrellas que, como Richard Burton o Víctor Mature, llenan la pantalla, hay en ella grandes vacíos, espacios despilfarrados.
Del mismo modo que el cine ganó campo visual gracias a las lentes anamórficas del cinemascope, la prensa ensanchó el suyo por la demanda del populismo y la necesidad de conquistar nuevos ámbitos de lectura. El offset revolucionó las técnicas de impresión y los diarios ampliaron su ángulo de contemplación de la realidad que, pasado el tiempo y con el impulso de las televisiones, se acerca ya a los 360 grados. Por decirlo más gráficamente, en «Quemar después de leer», la última y divertidísima película de los hermanos Coen, en el gimnasio en que trabajan Brad Pitt y Frances McDormand, la estética se perfecciona con la presencia de aparatos que no intervienen en la acción. En «La diligencia», con un campo de visión mucho más reducido, John Ford no pudo permitirse el lujo de fotografiar un arbusto o un matojo que no sirviera al argumento.
La reflexión anterior nos puede ayudar a entender -sólo en parte, naturalmente, el resto es psiquiátrico- el curioso y raro fenómeno de la información en nuestros días, el de la ocupación del espacio por lo anecdótico y marginal. Nos cuentan los diarios, incluso los que tienen crédito de seriedad, que el novio del cantaor Falete, un tal Isaac Rocce, ha simulado un secuestro exprés para, según parece, «sacarle la pasta» al artista. En las televisiones -tan huecas, tan nocivas- un hecho de esa naturaleza, entre la ficción y la marginalidad, puede acaparar audiencias y ocupar docenas de minutos de emisión. El acabose.
Baltasar Garzón es un caso más, bien que singular y desfachatado, del mismo fenómeno, el de la ampliación del horizonte de la actualidad. En un mundo más riguroso y exigente propenso a la búsqueda de la excelencia, un juez como Garzón no hubiera podido volver al ejercicio judicial después de sus pintorescas aventuras y volatines en los poderes Legislativo y Ejecutivo; pero, ya que ha vuelto, genera multitud de autos que, con mayor o menor fundamento, llenan la pantalla. Su macroproceso contra Franco no tiene fundamento jurídico, oportunidad política ni valor moral, pero hace ruido. Llena espacio informativo y eso beneficia, con la intención de Garzón o sin ella, a un Gobierno desnortado y torpe que se dedica a tapar los agujeros cuya existencia negaba hace sólo un ratito.
http://www.abc.es/20081022/opinion-firmas/novio-falete-20081022.html
miércoles, octubre 22, 2008
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