jueves, enero 31, 2008

Marcello, El Principito

jueves 31 de enero de 2008
El Principito

Nuestro “Pequeño Príncipe”, aquel niño rubio como el que dibujó perdido en el desierto Antoine de Saint-Exupéry, se nos ha hecho mayor. Y ya, más que preguntar o pedirle al aviador, en sus sueños, que le pintara un cordero de su agrado, o al menos escondido en una cajita de cartón, imaginamos que Felipe de Borbón se hará él mismo las preguntas que, seguramente, otros muchos españoles también se hacen sobre él: “¿Seré Rey? Y si lo soy, ¿cuándo, y en qué España me tocará reinar? ¿Qué pasará con mi reinado?”. No hay nadie, en España, ni entre las estrellas, capaz de dar una respuesta a estas interrogantes. Los que, años atrás, se atrevieron a diagnosticar algo sobre su padre, el Rey Juan Carlos I, antes de su llegada al trono, se han equivocado en la mayoría de los casos. Aunque aún falta por ver cómo y cuándo llegará el final de su reinado, hasta el día de hoy provechoso.
Nada está, pues, escrito, y menos en un país como España en el que pasan tantas cosas y tan deprisa. Pero, recordando al preceptor de los príncipes, Nicolás Maquivelo, muy bien le podríamos decir al Príncipe de Asturias “que al principado se llega o por el favor del pueblo, o con la ayuda de los poderosos”. El caso de su padre fue el segundo, porque fue impuesto por el dictador Franco, mientras que el suyo necesitará del favor del pueblo, una vez que, en su tiempo, esperemos que España camine, ya tranquila, por la senda de la democracia, dejando detrás la Transición y la partitocracia de la que España se tiene que deshacer, como si de una carga pesada y mala se tratara.

La Transición y la monarquía parlamentaria han cumplido con creces su misión de reconciliación nacional y de recuperación de las libertades. Pero el futuro de la monarquía española dependerá de que el país avance hacia una monarquía democrática y representativa, con separación de poderes, y aquí incluido un presidente del Gobierno elegido por sufragio universal, bajo la atenta mirada de la Corona, que, en ese caso, debe encarnar la Historia y la tradición secular de la nación española.

Porque si el régimen nacido de la Transición no se moderniza y renueva en pos de la verdadera democracia, y la monarquía y el Príncipe no hacen por ello, la república tendrá su oportunidad. Y no por causa de nacionalistas que no ven ni huelen más allá de sus narices, o de un izquierdismo de otro planeta y siglos pasados, sino porque, tarde o temprano, la democracia se impondrá, con o sin el Rey.

Y éste sí que debería ser motivo de reflexión del Príncipe Felipe, porque es la explicación de todo cuanto ha ocurrido y ocurre en España en estos años y en los recientes ya pasados. Las reglas del juego político, en España, no son buenas y facilitan el acceso y disfrute del poder a malos gobernantes. Y eso, en algún momento, se tendrá que acabar porque el pueblo es sabio. Escuchad aquí las palabras que escribe Maquiavelo sobre otros príncipes:


“No ignoro que muchos han tenido y tienen la convicción de que las cosas del mundo son dirigidas por la fortuna y por Dios; que los hombres, con su prudencia, no pueden corregirlas, ni cuentan con medios para hacerlo, por lo que pueden caer en la tentación de dejarse llevar por la suerte, y que no es útil esforzarse para cambiar las cosas.”
El preceptor del Renacimiento tenía razón. La fortuna puede ser como un río desbordado que todo lo arrasa si uno se abandona a su suerte, de ahí que sí es útil esforzarse por cambiar las cosas y avanzar por un camino que está claro y del que ya disfrutan las grandes democracias de Occidente: el de la plena democracia, representativa y en libertad.

http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=31/01/2008&name=marcello

No hay comentarios: