jueves, enero 31, 2008

Alfonso Garcia Nuño, Me lo ha preguntado Pio Moa

jueves 31 de enero de 2008
SENTIDO DE LA VIDA
Me lo ha preguntado Pío Moa
Por Alfonso García Nuño
Al final de su extenso artículo en dos partes, Cómo dejé a Marx, Pío Moa, no sin cierta melancólica tristeza, en una perspectiva personal y concreta, desde la que se abre a lo universal, se pregunta sobre el sentido y el valor de la acción del hombre, que es tanto como preguntarse por el sentido de la vida y, por consiguiente, por el valor y dignidad del ser humano.

Aquellos "años de esfuerzo por una causa de pesadilla, mucho peor en sus objetivos que en sus métodos, con ser éstos brutales", unidos a los sacrificios de tantos por esos mismos objetivos, ¿qué peso tienen? ¿La muerte de la causa lleva consigo parte de una vida a la nada? ¿Ese tiempo es de alguna manera recuperable? Pero el historiador gallego, por su anhelo de verdad, radicaliza el problema y no de manera meramente teórica, porque en la verdad está implicada toda la persona: "¿Para qué sirve cualquier cosa que hagamos? Dentro de unos años estaremos todos calvos de verdad." Cuando uno abre una interrogación públicamente, por muy retórica que sea ésta, siempre es una invitación a la reflexión del que la escucha y a convertirse en interlocutor de quien la hace.

Aquella doctrina, en buena medida para muchos aún vigente, que decía que la Historia la hacen las cosas y no los hombres, tenía su asiento en el materialismo. Era, pese a autodenominarse materialismo histórico, la negación de la Historia, porque la materia no la tiene. Si el hombre fuera solamente eso, no sería una persona, sería una cosa, no tendría libertad y, por tanto, no sería un ser histórico. Su vida estaría ahogada por el determinismo de la causalidad natural.

El marxismo, con todos los materialismos, aboca a la interrogante final de Pío Moa. Si todo al final va a dar a la nada de la muerte, ¿qué valor tiene? Da igual que sea la doctrina de Marx o la de cualquier otro pariente monista; si el hombre fuera sólo materia, la muerte sería, para él, la aniquilación total. Si todo acabara en nada, todo valdría nada o, si el lector prefiere una conclusión más indolora y acorde al relativismo en boga, todo valdría lo mismo; el mundo sería axiológicamente plano. Entonces, ¿por qué no afirmar la ley del más fuerte? ¿Por qué no considerar el cristianismo como moral de débiles que buscan protegerse, en el rebaño de la coartada piadosa, del fuerte? ¿Por qué no explotar al débil?

Si fuéramos sólo materia, ¿por qué no clonar hombres y sacrificarlos, con la excusa de la compasión terapéutica, a los más fuertes, aunque enfermos? Si el hombre fuera sólo una cosa, sería susceptible de ser manufacturado –esto ya empezó con la fecundación in vitro– y ser usado para el fin que se quisiera. Si fuera una cosa, ¿por qué no eliminarlo cuando no conviene, da igual que sea por aborto o eutanasia? ¿Por qué no suicidarme cuando las perspectivas intramundanas no me son halagüeñas? ¿Por qué no dar a los simios los mismos derechos? ¿Por qué no inventarlos?

Si todo acabara en nada, no tendría sentido arrepentirse, solamente podría haber reconocimiento del error por las consecuencias de la acción. Pero, en sí, éstas no serían ni buenas ni malas; el hombre sería un amoral utilitarista. Si todo terminara en el aniquilamiento, nadie podría seguir amando al ser querido que muriera; si fuera así, sólo nos dolería que nos faltara algo. Encerrado en la sola razón, si sediento se busca la verdad con la vida entre las manos, uno acaba chocando con su insuficiencia, a uno, como señala Pío Moa, "la perspectiva general de la vida se le escapa, al menos tal es mi caso".

Cantando al románico y praxiteliano Cristo velazqueño, dice Unamuno:

Dobla tu frente, triste saduceo,
contempla el polvo, que es tu fuente; y mira
que con la torre de Babel el cielo
no has de romper, y que la vida toda
no es sino embuste si no hay otra allende.
¿Qué es el progreso que empezó aquel día,
de rojo ocaso, en que la espada ardiente
del ángel del Señor brilló a la puerta
del paraíso? Di, ¿qué es el progreso
si, hojas que secas Aquilón arrastra,
van nuestras almas a abonar la tierra
donde aguardando la segur el árbol
de la vida sombrea a nuestra muerte?

En algo tiene razón la precampaña socialista, hay Motivos para creer... Pero para creer que el hombre es más que materia, para creer que hay Dios y vida eterna.
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234243

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