viernes 25 de enero de 2008
Terrorismo y elecciones
Germán Yanke
Uno de los asuntos más graves de esta legislatura ha sido lo que se dio en llamar “el proceso de paz”, que luego se quedó en “el proceso” porque se fue viendo que, ni a costa de la libertad, se conseguía la paz con una ETA que no se ha movido un ápice y que sigue siendo lo que siempre fue: una banda terrorista totalitaria que tiene la violencia en su entraña ideológica. Los analistas que insistieron, incluso mucho antes de este arbitrario empeño de José Luis Rodríguez Zapatero, en que nada hay en ETA que haga previsible su autodisolución.
La gravedad del asunto no está en establecer contactos para certificar la disolución de la banda —que ya se habían hecho anteriormente y que la propia oposición, ante la seguridad que mostraba el presidente sobre las intenciones de los terroristas, le animó a iniciar sin dilación—, sino a la introducción en el diálogo de temas políticos y al incumplimiento incluso de las condiciones establecidas por el Congreso en una resolución que, más que poner claras las intenciones del Estado a ETA, le ofrecía un horizonte de posibilidades para sus objetivos. Haber sabido que, tras un desarrollo lleno de ingenuidad y falta de criterio, se retomaron los contactos tras el atentado de Barajas, añade a la mentira sobre lo que estaba ocurriendo los elementos de un panorama en el que la iniciativa y la ventaja eran de ETA.
Sin embargo, tengo la impresión de que una muy notable parte de la opinión pública española no ha reparado o no ha querido dar la importancia que tienen estos graves acontecimientos. Es cierto que algunos comportamientos gubernamentales le supusieron al PSOE colocarse a la baja en los sondeos y que, cuando las preguntas eran claras y directas, los encuestados se negaban a cualquier comercio político con los terroristas y a los tratos de favor a los criminales. Pero si el desgaste final por tan sorprendente “proceso” es el que revelan las últimas encuestas, ha de concluirse que la gravedad del asunto, de los errores y de la vulneración de principios no se corresponde con su efecto político y electoral.
Se diría que a muchos ciudadanos les molestó más el ridículo coyuntural del presidente diciendo que todo iba bien mientras estaban colocando las bombas en el aeropuerto de Madrid que el contenido de esas conversaciones que en teoría se asentaban y mejoraban las perspectivas. Y la “unidad”, más bien entendida como el deseo de que no hubiera discusión política sobre todo ello en la que cada uno debería posicionarse, parecía un valor más asentado que la estrategia de “derrota de ETA” que se contenía en el Pacto Antiterrorista que sacralizaba aquella. Sin duda, este ambiente convirtió en políticamente ineficaz, desde el punto de vista de la opinión pública, el tono crispado del PP en este debate, más negativo que positivo (es decir, de propuestas concretas), más inclinado a la denuncia gruesa que a la pedagogía política.
Y si se ha revelado, demoscópicamente, ineficaz hasta ahora, podemos deducir lo que ocurrirá en un escenario en el que se suceden las detenciones de terroristas y colaboradores, la maquinaria de la Justicia vuelve a actuar con la contundencia que había edulcorado o anulado el “proceso” y, con inmensa demora, se procede a la ilegalización de las franquicias de Batasuna o, en todo caso, por cuestión de plazos, a la suspensión judicial de sus actividades. Entre la pusilanimidad de una sociedad cansada, en la que los comprometidos sobresalen pero no son mayoría, y los errores del tono de la crítica, el asunto más grave de la legislatura, me temo, no va a ser de los decisivos en el resultado de unas elecciones tan abiertas a poco más de un mes del día en que se abrirán las urnas.
Se he delimitado, sobre los errores del Gobierno, que tenía más razón en el análisis y en la doctrina general de la lucha contra el terrorismo, el principal partido de la oposición. Pero ahora, para el PP, no servirá el acierto material, como no sirvió el desacierto formal. Ahora se trata de demostrar, única y sencillamente, quién puede llevar a cabo mejor la única política a estas alturas posible.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=25/01/2008&name=german
viernes, enero 25, 2008
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