miercoles 30 de enero de 2008
ECONOMÍA
¡Viva la libertad!
Por John Stossel
Últimamente los periódicos vienen repletos de predicciones que alertan de que estamos a las puertas de una recesión. Puede que estén en lo cierto. Pero de lo que no hay duda es de que el mundo lleva unos años de extraordinario crecimiento económico. Y de eso nadie habla.
"Creo que uno de los secretos mejor guardados es éste: el mundo está viviendo un boom económico, en gran medida debido al avance de la libertad económica". Al habla James Gwartney, director del Stavros Center for the Advancement of Free Enterprise and Economic Education de la Universidad de la Florida. "El mundo se ha vuelto más libre, y el crecimiento está alcanzando nuevas cotas. Entre 1995 y 2005, y de acuerdo con los datos recopilados en 99 países, el PIB per cápita creció un 2,2%, prácticamente el doble del crecimiento experimentado en las décadas pasadas. Desde el año 2000, la tasa de crecimiento ha sido todavía más alta: del 3,2%".
El mundo se hace más rico a medida que se hace más libre, afirma Gwartney. Y habrá que prestarle atención, pues desde hace varios años viene elaborando –junto con Robert Lawson, de la Capital University– un índice que muestra la sólida relación entre la libertad y el crecimiento económicos. El correspondiente a 2005, que acaba de publicar la Economic Freedom Network, recoge datos de más de 70 instituciones de todo el mundo.
La conclusión del índice de Gwartney es clara: la libertad económica conduce a unos niveles de vida más elevados. No debería sorprendernos, pero, por desgracia, los prejuicios contra el afán de lucro y el derecho de propiedad todavía llevan a mucha gente a pensar que, en este punto, la coacción estatal funciona mejor que el mercado.
Pero ¿en qué consiste la libertad económica? Para el equipo de Gwartney, los individuos disfrutan de ella cuando son libres para hacer lo que estimen oportuno con sus propiedades (usarlas, intercambiarlas, cederlas), "siempre y cuando sus acciones no violenten los derechos –idénticos– de los demás".
A la hora de puntuar a los países sometidos a estudio, Gwartney y compañía tienen en cuenta cinco factores: el tamaño del Estado, la seguridad de la propiedad, la estabilidad monetaria, la libertad para comerciar con el exterior y los niveles de regulación. En el informe de 2005, el top ten quedó como sigue: Hong Kong, Singapur, Nueva Zelanda, Suiza, Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Estonia, Irlanda y Australia. El furgón de cola lo ocuparon la República del Congo, Angola, la República Democrática del Congo, Birmania y Zimbabue.
Es difícil pasar por alto esta observación: la vida es mucho más agradable en los países más libres. Allí donde hay poca o ninguna libertad económica, la vida es un infierno para todo el mundo, menos para quienes están en el poder; y a veces ni siquiera éstos se libran...
La buena noticia, nos dice Gwartney, es que cada vez hay más libertad económica. "La puntuación media de los 99 países de que tenemos datos disponibles desde 1980 ha crecido más de un punto en veinte años: del 5,5 registrado en 1985 al 6,6 de 2005", dice aquél; y añade: "Tras esta mejoría encontramos recortes fiscales y arancelarios, políticas monetarias más estables, una reducción de las regulaciones que pesan sobre el comercio internacional, así como cierta relajación en las restricciones que soportan los movimientos de capitales".
Los datos de Gwartney ponen de manifiesto la relación existente entre la libertad económica y el nivel de ingresos. A medida que los países se van haciendo más libres, sus PIB crecen. Las economías menos libres tienen un PIB per cápita de unos 3.300 dólares; las que están inmediatamente por encima de ellas en el ránking se mueven en torno a los 6.100; las del siguiente tramo ya alcanzan los 10.773, y las más libres los 26.000.
Del referido informe se desprende también que es mejor ser pobre en un país libre que en uno que no lo es. En los países más libres, el 10% más pobre de la población gana de media más de 7.300 dólares al año, frente a los 905 de sus homólogos en los países más pobres. Por otra parte, en las sociedades libres es frecuente que la gente más pobre consiga dejar de serlo en uno u otro momento.
¿Qué más nos dicen los datos de Gwartney? Pues, por ejemplo, que hay una firme correlacción entre libertad económica y calidad ambiental.
Moraleja de todo esto: la libertad económica depara muchas cosas buenas, mientras que la coacción estatal conduce a la opresión y la pobreza.
A la vista de datos como los que hemos esgrimido, resulta abracadabrante que aún haya quien mire con recelo al libre mercado.
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http://revista.libertaddigital.com/articulo.php/1276234246
miércoles, enero 30, 2008
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