martes 29 de enero de 2008
IBEROAMÉRICA
Cuba y el modelo chino
Por Adolfo Rivero Caro
El año 2008 ha traído insistentes rumores sobre la posibilidad, incluso la inminencia, de que se produzcan cambios en la Isla. Es difícil, mas no imposible. Cincuenta años de dictadura crean un espejismo de eternidad; pero es sólo eso, un espejismo. El cambio es posible. La Unión Soviética parecía mucho más sólida y se vino abajo como un castillo de arena.
El colectivismo comunista es un sistema totalmente artificial e irremediablemente estéril. Lo único que explica su supervivencia es la represión. La abolición de la división de poderes so pretexto de un gran proyecto revolucionario conduce a la dictadura y, con ella, al terror. Pese a las esperanzas que pueda haber suscitado, en esa sociedad sin libertad no puede haber progreso. Sus dirigentes podrán eternizarse en el poder, pero el pueblo se hundirá, inevitablemente, en una pobreza sin esperanzas y potencialmente explosiva.
Hace cincuenta años Cuba era uno de los países más prósperos de América Latina. Hoy es uno de los más pobres. Lo único que explica esa involución es la revolución castrista.
La situación cubana encierra una curiosa paradoja. La nomenklatura exalta constantemente la figura de Fidel Castro, pero, al mismo tiempo, ansía su desaparición. Nadie ignora que aquél es el gran responsable de la crisis nacional y el principal obstáculo para dejarla atrás. Quienes forman parte de aquélla le agradecen el poder, pero saben de la desesperación popular, y les aterra la posibilidad de un estallido social.
La nomenklatura sabe que los logros sociales de la revolución son un mito. La razón es obvia: la revolución ha sido siempre un colosal fracaso productivo. Desde sus mismos inicios ha estado en bancarrota. ¿Qué servicios sociales hubiera podido garantizar sin los enormes subsidios soviéticos? ¿Cómo viven ahora los cubanos, pese al millonario subsidio petrolero de Hugo Chávez? Y cuidado, porque el futuro del dirigente venezolano es cada vez más precario. Es muy probable que este mismo año veamos una sustancial erosión de su poder. ¿Y qué sería de Cuba sin la ayuda de Chávez?
En estas condiciones, ¿qué porvenir tiene la nomenklatura cubana? No es inconcebible que el miedo la decida a emprender algunas reformas. Sin embargo, para conseguir cualquier reacción positiva, tendrán que ser significativas. Y, cualesquiera que sean, van a significar un rechazo del legado de Fidel Castro. Esto, a su vez, va a provocar una marejada de expectativas. Se comenta, por ejemplo, la posibilidad de que se permita entrar y salir libremente del país. Pero ¿qué significaría esto? ¿Estrechar relaciones con el exilio de Miami? Es bueno recordar que Oswaldo Payá propuso eso mismo a la Asamblea Nacional. De conseguirse, podría considerarse un triunfo de la oposición.
También se ha hablado de estimular a los campesinos. En Cuba hay muchas organizaciones de campesinos independientes. Según ellos, lo fundamental no pasa por el reparto de tierras. ¿Tierras para qué, si los campesinos tienen que vender su producción al Estado a precios irrisorios?
Lo indispensable sería liberar el mercado. El haber pretendido eliminarlo ha sido la causa de la escasez. El hambre en Cuba es inducida; es el resultado de una política gubernamental. Los productos agrícolas serán caros mientras sean escasos. Y que nadie critique los altos precios para desprestigiar a los productores privados: dichos precios elevarían la producción, y al poco tiempo habrían de bajar. ¿Cuándo no ha sido así?
En todas partes de la Isla, la gente tiene incontables necesidades. Si aparecieran condiciones favorables para los cambios, la gente experimentaría la necesidad de organizarse. Reformas significativas desde arriba provocarían, inevitablemente, un movimiento reformista desde abajo. ¿Qué sería de la dictadura entonces?
Todas estas reformas se asocian con el llamado modelo chino. Como sabemos, éste consiste en liberalizar la economía y mantener la dictadura en el terreno político. Nadie discute que el progreso económico de China en los últimos 30 años ha sido espectacular, pero ¿sería posible aplicar tal receta en Cuba?
Aparentemente, nada más fácil. Pero yo no estoy tan seguro. China nunca conoció la democracia, ni tuvo vínculos con un país democrático. Durante miles de años fue gobernada por un mandarinato. Por otra parte, la revolución fue dirigida allí por un poderoso partido comunista. Sus dirigentes, Liu Shaochi, Chu Enlai, Deng Xiaoping, Chu Teh, Lin Piao, Chen Yi, etcétera, eran unos organizadores brillantes. En definitiva, la dictadura del partido no fue sino la continuación del mandarinato.
Nada de esto tiene que ver con Cuba. Cuba, como nación independiente, nació íntimamente vinculada a la democracia más poderosa del mundo. Su vigoroso desarrollo económico se produjo, en lo fundamental, bajo gobiernos democráticos. La democracia no es extraña a nuestro país, es su régimen natural. Por otra parte, en la Isla el Partido Comunista no desempeñó papel alguno. La revolución cubana ha dependido totalmente de Fidel y Raúl Castro. ¿Quién va a garantizar la dictadura cuando ellos desaparezcan? El único poder real lo tienen los jefes militares, y la dictadura los ha mantenido aislados del pueblo.
Fidel Castro siempre pensó que la liberalización económica era peligrosa para su dictadura. Es por eso que nunca la permitió. Sus herederos se están viendo empujados a la misma. Quizás nos estemos acercando al final de este régimen de terror, dependencia y miseria.
© AIPE
ADOLFO RIVERO CARO, columnista de El Nuevo Herald.
http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276234240
martes, enero 29, 2008
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