jueves 31 d enero de 2008
El mejor programa
Germán Yanke
El presidente del PP, Mariano Rajoy, ha anunciado solemnemente que el programa de su partido para las próximas elecciones va a ser el mejor que haya presentado un partido político a los ciudadanos desde 1977. Es cuestión de esperar, pero se puede entender que el principal partido de la oposición, a falta de pocos días para comenzar la campaña, tenga puestas sus esperanzas en conseguir, además del entusiasmo de los fieles, algún rédito con su programa. Al fin y al cabo, a lo largo de esta legislatura el PP ha demostrado que mantiene con seguridad su suelo electoral del 2004 —bien es cierto que se trata de un resultado con el que perdió los comicios—, pero también que no logra los que, sumados a ésos, le garantizarían el triunfo.
Las vísperas de unas elecciones no parecen precisamente el momento más propicio para hacer examen de conciencia pero, antes o después, en el PP tendrían que preguntarse qué ha ocurrido o qué han hecho a lo largo de la legislatura para terminarla con tanta incertidumbre. Desde su punto de vista, todo ha sido un desastre y, a un lado el tono o el desprecio con que se han venido refiriendo a sus adversarios, algunos de sus diagnósticos de lo que ha venido ocurriendo parecían en su momento más próximos a la realidad que los del PSOE. Otros han devenido indudablemente más certeros con el paso del tiempo. Con un Gobierno que juzgan de ese modo, y con un PSOE anquilosado a los pies del Ejecutivos y lejos de ser una maquinaria intelectual de renovación y propuestas, no se comprende muy bien que el PP, orgulloso de su equipo y de su banquillo, de sus propuestas y actuaciones, llegue a las elecciones en situación, en el mejor de los casos, de empate técnico.
Como todo está abierto, el programa puede dar prestigio y apariencia de constituir una alternativa seria. No es, por tanto, un elemento retórico y, aunque los escépticos insisten en que los programas cambian muy poco las tendencias, en este caso una parte de ese muy poco puede suponer, para unos u otros, ganar las elecciones. Como la batalla es por décimas, nunca como ahora, por ejemplo, los analistas dan tanta importancia a los debates que pueda haber entre los dos principales candidatos a la presidencia aunque, en este caso, me temo que las cosas se deslizarán hacia los reproches mutuos más que hacia las propuestas propias.
Por otro lado, la elaboración del programa ha sido el campo en el que el PP ha dado muestras de renovación y de ser capaz de incorporar políticos preparados —y no gastados por el pasado y las circunstancias— a la batalla política. El único campo, quizá, porque en las listas, desde luego, no: cambiar el 45% de los candidatos no ha logrado modificar la apariencia de que todo sigue igual y que los responsables del fracaso del PP en la legislatura siguen siendo, salvo excepciones, los que van a encabezar los carteles electorales para el próximo día 9 de marzo. Dentro de una maquinaria excesivamente pesada (y que ha cometido errores numerosos y algunos de bulto, como el de la investigación del 11-M) no ha sido posible el cambio. Las reiteradas alusiones de Rajoy a que ha sido él el que ha elaborado las listas con independencia y sin aceptar presiones suenan ya a excusa no pedida, que ya sabemos lo que puede significar.
Así que atentos al día 9, el de febrero, en el que podremos evaluar si el programa es tan maravilloso como el PP asegura. A un lado las equivocaciones del Gobierno, que nadie puede descartar, casi la única esperanza de los conservadores es que puedan convencer de ello a algunos indecisos.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=31/01/2008&name=german
jueves, enero 31, 2008
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