jueves 22 de mayo de 2008
ESTERTORES DE UN GRUPO MINORITARIO DE CREYENTES
¿Existe una ofensiva progresista en la Iglesia en España?
Por José Francisco Serrano Oceja
En los últimos meses, en las últimas semanas, se ha intensificado una especie de ofensiva de la que pudiéramos denominar Iglesia progresista o antijerárquica. Pueden ser varios los factores que están produciendo esta actuación; no son descartables los que se refieren a las elecciones a la Presidencia de la Conferencia Episcopal, al orgánico desarrollo del Pontificado de Benedicto XVI, a la necesaria reacción católica ante la ofensiva laicista del Gobierno de Zapatero.
Tampoco debemos dejar a un lado que los recientes documentos de los obispos españoles, especialmente el dedicado a la teología y a la secularización interna de la Iglesia a los cuarenta años del Concilio Vaticano II, estén dando su fruto y hayan servido para que los últimos estertores de un grupo minoritario de creyentes adquiera un protagonismo sin igual. Una vez más, ciertas revistas de divulgación teológica y la articulación de una Iglesia paralela en la red, y según el modelo de red, son los canales que estos hermanos atribulados comúnmente utilizan.
Hay dos muestras significativas del pensamiento que alimenta el disenso a las que quiero referirme, con la nula intención de hacer una publicidad que, en este caso, pudiera parecer gratuita. Son dos artículos que nacen del entorno, o de las entrañas de las comunidades formadas por algunos jesuitas o en instituciones por ellos auspiciadas. Me refiero a un artículo del profesor Demetrio Velasco, titulado Religión y política en la praxis de la jerarquía católica española actual, y a uno más reciente todavía, y me consta que más popular por lo que estoy viendo en algunas diócesis españolas: el folleto de Cristianismo y Justicia de los autores jesuitas Xavier Alegre, Josep Jiménez, José Ignacio González Faus y Josep M. Rambla, titulado ¿Qué pasa en la Iglesia? Ambos textos son una síntesis de los tópicos más comunes que se repiten en estos ambientes, pero que indudablemente, aunque la onda expansiva no sea muy amplia, tienen cierta repercusión.
Quizá el cercano caso del libro puesto en entredicho del que fuera todopoderoso vicario de la diócesis de San Sebastián, José Antonio Pagola, esté alentando este ejercicio no de denuncia profética, como ellos pueden entender, sino de insumisión y de rebeldía táctica, y por qué no teórica, al magisterio de la Iglesia y al espíritu de los tiempos. Porque lo que subyace en estas propuestas es un anquilosamiento en presupuestos de la comprensión de la Iglesia que, además de utilizar metodologías impropias de la naturaleza del cuerpo eclesial, están ancladas en los años sesenta y setenta. Con nuevas formulaciones –Velasco define nuestro tiempo como "ultramontanismo eclesial de masas"; Alegre et alii hablan de jerarcocentrismo, romanocentrismo, eclesiocentrismo y otros venablos conceptuales–, repiten las historias de siempre. Velasco:
Una gran parte de la jerarquía española ha secundado dicha estrategia, siendo, a veces, "más papista que el papa". No creo necesario justificar la enorme relevancia del imaginario neoconservador en dicho giro involucionista. Las legitimaciones religiosas y morales de que han hecho gala los neoconservadurismos sociales y políticos han coadyuvado tanto a la hegemonía cultural de estos últimos, como a la actividad beligerante de los jerarcas eclesiásticos.
Y Alegre et alii:
Ciñéndonos al caso español, para cualquier observador ajeno resultaría casi evidente que la actual crisis del catolicismo en España y la hostilidad que despierta cuanto huele a cristiano, no son obra de un Gobierno malvado nacido por generación espontánea, sino cosecha de un largo pecado de nuestra jerarquía durante la época de la dictadura y antes de ella. Otra cosa será el que, dada la dinámica degenerativa que tiene todo lo humano, esa reacción de los de fuera no siempre haya sido modélica.
Evitaré al lector la retahíla de argumentos; y habrá que dejar para otras ocasiones el diálogo argumental. Da la impresión de que, una vez más, quienes construyen un imaginario de fundamentalismo son quienes hablan de una Iglesia que no es real y que sólo existe en la legitimación de su concepción del cristianismo, plagada de ideología y que necesita de un contrario, de un opositor, para sobrevivir. Es la ley de la dialéctica.
Si se acercaran con un mínimo rigor, por ejemplo, a Benedicto XVI o a las enseñanzas constantes de los obispos españoles, se darían cuenta de que es verdad lo que dijo el Papa, el 24 de marzo de 2997, a los miembros de Comunión y Liberación y que se puede aplicar a esas realidades fecundas del Espíritu de Jesús para nuestra historia, protagonistas de un catolicismo social ejemplar: Son "una experiencia comunitaria de fe, que no nació en la Iglesia de una voluntad organizativa de la jerarquía, sino que se originó de un encuentro renovado con Cristo y así, podemos decir, de un impuso derivado del Espíritu Santo". Y con eso nuestros amigos "progresistas" se encuentran...
http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234781
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