viernes, mayo 30, 2008

Las cifras no engañan

viernes 30 de mayo de 2008
Las cifras no engañan
LA tasa armonizada de inflación en el 4,7 por ciento en mayo; el euríbor por encima del 5 por ciento; las ventas al por menor disminuyendo un 3,4 por ciento en abril; el mercado de la vivienda, compraventa e hipotecas, hundido en tasas negativas del 40 por ciento; la creación de empleo en mínimos y cayendo; el famoso superávit de las cuentas públicas evaporado por el desplome de la recaudación aun antes de dilapidarlo en promesas electorales; el crecimiento estimado en el segundo trimestre del año en tasas próximas a cero... Y todavía el presidente del Gobierno saca pecho y dice que crecemos más que Europa y estamos mejor preparados que nunca para afrontar un ajuste más intenso y rápido de lo previsto. Se pueden tergiversar las cifras, jugar con las comparaciones temporales, acudir a los tradicionales eufemismos, pero el malestar económico no puede ser ignorado por ningún dirigente democrático sin que suponga un desprecio a la ciudadanía.
El dato de inflación de ayer es muy malo, sin paliativos. No puede haber consuelo en que el diferencial con nuestros socios europeos se mantenga constante. No sólo porque el diferencial acumulado aumenta continuamente, lo que explica la progresiva pérdida de competitividad y el creciente deterioro de la actividad industrial, sino porque los niveles de inflación también importan, y mucho. Los efectos perniciosos de la inflación tienen mucho que ver con las expectativas que generan, con los comportamientos defensivos que provocan, y esas expectativas, esos comportamientos, dependen crucialmente de los niveles de inflación. Cualquier empresario sabe que la negociación colectiva este otoño va a ser complicada con una inflación del cinco por ciento. Como lo sabe cualquier administrador público, que tendrá que enfrentarse a funcionarios y pensionistas reclamando en la calle el mantenimiento de la capacidad adquisitiva. Que la amenaza de una espiral de precios y salarios se convierta en realidad no depende del diferencial, sino de la tasa de inflación. Y con tasas del cinco por ciento empieza a tener una elevada probabilidad. Sobre todo, si se percibe que enfrente hay un Gobierno débil, complaciente ante las movilizaciones sociales, preso del buenismo político y sin un proyecto definido, sin una alternativa económica de futuro.
El Gobierno puede refugiarse en la crisis interna del principal partido de la oposición para distraer la atención y hacer la vista gorda. Eso no cambiará la realidad de las cosas. Estamos sufriendo la peor crisis económica desde principios de los años ochenta, y no ha hecho más que empezar. La credibilidad del Ejecutivo está en mínimos. Zapatero hablaba de lejanas y pasajeras turbulencias financieras y han resultado ser un terremoto que ha endurecido y encarecido el acceso al crédito de las familias y empresas españolas hasta ahogarlas. Hablaba de una desaceleración deseada y gradual y se ha encontrado con un ajuste brutal. Hablaba de agilizar el mercado de la vivienda en alquiler y se ha encontrado con la dimisión del presidente de la Agencia Pública de Alquiler ante la magnitud de las pérdidas registradas. Hablaba de que la inflación volvería a tasas del tres por ciento en primavera y la tendremos en el cinco por ciento en verano. Tanto error de predicción no puede ser casual. Sobre todo, porque era perfectamente previsible; bastaba con mirar sin anteojos partidistas el indicador adelantado de actividad económica que publica el propio Ministerio de Economía y Hacienda. Podía ser comprensible, que no justificable, difuminar la realidad antes de las elecciones. Ahora es una completa irresponsabilidad que demuestra que el Gobierno está paralizado entre dos maneras de entender la economía. De un lado un presidente que siempre ha considerado la economía subordinada a sus intereses políticos, y que no parece dispuesto a que la coyuntura le estropee su bonita historia de ampliación de derechos y rediseño territorial. De otro, un vicepresidente sin peso político suficiente para imponer un equipo económico, una mirada realista de los hechos y una política coherente para hacerles frente. Así, entre ocurrencias, globos sonda y presiones interesadas, el tiempo pasa, la inflación se dispara y la economía se desploma.


http://www.abc.es/20080530/opinion-editorial/cifras-enganan_200805300309.html

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