jueves, mayo 29, 2008

Ismael Medina, No solo se la juega el PP, se la juega España

jueves 29 de mayo de 2008
No sólo se la juega el PP. Se la juega España

Ismael Medina

L A pasada semana insertaba “AVC” (es hoy más indicativa que la B la V vasca de Vocento) un artículo de Antonio Garrigues Walter sobre el liberalismo. Pretendía explicarnos lo que es el liberalismo con fría literatura muy de superbufete para las altas finanzas. No sé lo que habrán sacado en limpio otros lectores. Después de releerlo por dos veces me quedé sin saber lo que es el liberalismo. O lo que es según Garrigues. Me lo aclaró un artículo de Juan Pedro Quiñonero, también en “AVC”, titulado “Delanoë, liberal y socialista”. Bertrand Delanoë, alcalde de París por el PSF, que pretende convertirse en candidato a la presidencia de la República, se declaró “liberal y… socialista”, según titulaba “Le Nouvel Observateur”.

A algunos puede sorprender que se pueda ser a un mismo tiempo liberal y socialista. ¿Pero acaso no hay socialistas que se proclaman católicos? ¿O comunistas que declaran demócratas? ¿O conservadores que se dicen progresistas? ¿O rojos, como Rodríguez, que engordan las arcas de los banqueros? ¿O republicanos que defienden la monarquía? ¿O eclesiásticos que anteponen un reductor nacionalismo de caverna al ecumenismo de la Iglesia? Sucede en la actualidad con las ideologías lo que ya anticipaba hace años Gonzalo Fernández de la Mora: tan hueras y muertas están que sólo les queda el nombre. Lo que hay bajo la etiqueta es pura farfolla

EL POSIBLE CENTRO DEMOCRATICO LIBERAL Y EL PRECEDENTE DEL PRD

LO único interesante del artículo de Garrigues, al menos para mí, era el anuncio, como de pasada, de la próxima aparición de un partido con el título de Centro Democrático Liberal. ¿Otra operación Roca a la vista? Recuerdo para quienes lo hayan olvidado o no lo conocieron el lanzamiento del Partido Reformista Democrático en 1984. Felipe González llevaba dos años cómodamente instalado en la Moncloa y la llamada derecha hacía la travesía del desierto tras el fracaso a que Fraga condujo a los “siete magníficos”. ¿Pretendía el PRD ocupar ese espacio o convertirse de cara al futuro electoral en el partido bisagra equivalente a los partidos liberalistas de Gran Bretaña o Alemania? Estoy persuadido de que se buscaba lo primero.

La aparición en escena del PRD estuvo precedida de una callada preparación. Lo denuncié más de una vez en “El Alcázar”. Para seleccionar a los que habrían de formar parte de las candidaturas se utilizaron métodos pseudocientíficos muy propios del catalán Punset. A los inicialmente captados para la operación genérica de salvación de la democracia, todavía sin nombre ni nombres, se les conducía en un automóvil con cristales opacos hasta el garaje de un edificio desde el que eran llevados a una cabina hermética en la que se les sometía a un complejo test por un entrevistador invisible. Unos fueron rechazados sin mayores explicaciones y sin que se les aclarase de qué se trataba. Oteros fueron incorporados al proyecto. Un sistema propio de servicios de inteligencia.

Lo anterior puede parecer irrelevante. Pero no lo es quienes formaban parte del equipo dirigentes junto a Ronca Junyent, candidato a la presidencia del gobierno: Antonio Garrigues Walker, como presidente del partido; Florentino Pérez, secretario general; y miembros de la directiva Rafael Arias Salgado, ex ministro de Fomento con UCD, Federico Carlos Sainz de Robles, primer presidente del Consejo General del Poder Judicial que encabezaba lista por Madrid, y Pilar del Castillo, ex ministro de Educación. Había otros de menor relevancia, si bien de pareja cuerda relativista. El PRD presentó listas en todas las autonomías, salvo en Cataluña y Galicia. Y no por falta de medios en ambas taifas. Había que respetar los intereses de CiU y Coalición Galega, integrados en la operación. Gozó el PRD de un consistente respaldo mediático y financiero. Pero su fracaso fue estrepitoso: sólo obtuvo 194.538 votos, equivalentes al 0,96% de los emitidos. El electorado conservador no picó el anzuelo.

CUANDO LAS ETIQUETAS SON LO DE MENOS

MIGUEL ROCA Y JUNYENT creció políticamente en CiU. Pero antes, al calor del “mayo francés” había formado parte de los llamados “felipes”, o FLP (Frente de Liberación Popular), junto a Narciso Serra y otros que comparecerían más tarde en el entero arco partitocrático, incluido el PCE. Sólo estuvo en la cárcel el menos significado socialmente y
menos vinculado a la burguesía catalana. Roca y Serra, marcharon juntos en un despacho de abogados, promocionado por Narciso Carreras, tío de Serra y hombre fuerte de un consorcio financiero catalán. A raíz del transaccionismo partitocrático y de la disolución del FLP llegó para sus componentes el momento de tomar partido. Roca y Serra se jugaron a los chinos quien se afiliaría al catalanismo y quien al socialismo. Nada invento. Lo dejó escrito en “ABC” (todavía era órgano monárquico-liberalista) Julio Cerón, que había sido hombre fuerte del FLP.

Los muy influyentes despachos de abogacía de Garrigues y Roca tienen hoy por clientes a los más poderosos grupos financieros y empresariales de España, algunos de cuyos principales accionistas cruzan intereses en Cataluña y el resto de España. Grupos, además, que, advertidos de la crisis económica en ciernes, se apresuraron escapar del “ladrillo” para diversificar sus inversiones en otros sectores y en el extranjero, más a cubierto del estallido del globo inmobiliario. Un reventón que sufren grandes empresas que se confgiaron. Y, por lo general, las de nivel medio y bajo. Serán aquéllas que, amparadas desde el poder, jugaron a caballo ganador y colocado las que se beneficiaran casi exclusivamente de la inyección de dinero anunciada por el gobierno Rodríguez en materia de infraestructuras. Tampoco conviene obviar en este ámbito las conexiones de los Garrigues en los USA, la proximidad que mantuvieron con el clan Kennedy y que el apellido Walter se emplaza en la parentela colateral de los Rockefeller.

He considerado oportuno el anterior recordatorio de la “operación Roca” como precedente del anuncio hecho por Antonio Garrigues Walker de aparición de un partido denominado Centro Democrático Liberal. Le faltó añadir y Progresista o Reformista. Pero es innecesario cuando se conoce el percal. Y si el PRD surgió cuando todavía andaban las aguas revueltas en Coalición Popular y el Partido Popular vivía en estado fetal, resulta sugestivo en aras de la especulación que Garrigues haga pública la inminencia del Centro Democrático Liberal en el momento justo en que el Partido Popular sufre un maremoto interior y mediático a causa del desplazamiento de Rajoy hacia un inducido centrismo progresista en el que no pocos de sus componentes, a un tiempo relativistas y oportunistas, buscan hacerse con las riendas del partido.

NADA ES LO QUE PARECE O SE QUIERE QUE PAREZCA

SERÁ tan difícil como arriesgado entender lo que sucede en España, no sólo en el Partido Popular, si nos dejamos atrapar por el circo mediático en cuya trampa han caído los que ambicionan prosperar en torno a Rajoy o contra él. O los que se mueven por disciplinas más o menos ocultas y ajenas al partido. Algunas de las claves las analicé en mis dos anteriores crónicas. Ahora conviene explorar otros aspectos del problema.

Aludía al comienzo a la falta de entidad política de cualesquiera denominaciones tópicas, como izquierda, centro, derecha, progresismo, socialismo, liberalismo y un largo etcétera. También quedaron desguazados los conceptos de Nación, de formas de Estado o de sistemas políticos. Se puede hablar con desparpajo incluso de monarquía republicana, como hizo Rodríguez. O suponer que hoy vivimos en libertad y en democracia. Los conceptos básicos de la ciencia política se han convertido ya en meros juegos de artificio para desviar la atención de la maloliente fosa común en que han sido arrojados, cual un Paracuellos de ideas. Me sorprende que todavía, y con lo que ha caído, haya profesionales de la ciencia política que enjuician el presente desde una erudición inservible en la práctica. Viven en una nube, tienen que disimular su dependencia de unos u otros partidismos o les asusta asumir la realidad.

Una vieja sentencia a la que me he referido en alguna ocasión alerta de que a la política se accede por ambición, por vanidad o por idealismo. Y que a los primeros se les compra, a los segundos se les gana con oropeles y a los terceros hay que matarlos, unas veces mediante la eliminación física y otras con la muerte política. También se ha escrito que el poder corrompe. Y es cierto. Quien ejerce el poder sin ideales, y por ende sin frenos morales ni espíritu de servicio a la comunidad, tiene en sus manos las llaves para satisfacer cualquier tipo de satisfacciones personales o de grupo. Compra voluntades y hasta vende la suya a poderes superiores si así lo reclama su permanencia en el machito. Alfonso Guerra, un cínico consumado, lo resumió de manera certera en su famosa frase de que “quien se mueve no sale en la foto”. Y ésta, a fin de cuentas, es la esencia del totalitarismo partitocrático.

LA DISCIPLINA DE PARTIDO SE IMPONE DESDE EL PODER Y QUIEBRA EN LA OPOSICIÓN

EL partido en el poder sin lastres morales ni prejuicios éticos tiene a su favor la posibilidad de cosificar legalmente arbitrios que le garanticen la fidelidad ovejuna de los ambiciosos o de los vanidosos en cualesquiera ámbitos institucionales. Y de comprar votos parlamentarios de los partidos minoritarios cuando lo precise. O de venderse, insisto, aunque el precio se muy oneroso para la comunidad nacional.

Más comprometida es la situación del partido mayoritario en la oposición, tras la pérdida del poder. Sus posibilidades de amachambrar un fiel soporte clientelista se ven seriamente mermadas. Se reducen a las estructuras de dirección del partido, a las taifas propias y a las otras administraciones que todavía controla. Y es en ese momento cuando, al socaire de etiquetas hueras, tratan de recuperar terreno los ambiciosos sin escrúpulos, tantos de ellos bajo paraguas de oscuros poderes. Por supuesto que en estos rifirrafes para dirimir posiciones de ventaja es necesaria la muerte política de los idealistas. Sucedió en el P(SOE) cuando estaba en la oposición y ocurre ahora en el PP.

Martín Ferrán, que en “AVC” no pierde ocasión de zarandear a los del PP, venga o no venga a cuento, echaba en cara días atrás a Rajoy que no expulsara de inmediato a Gabriel Elorriaga tras su carta de desenganche del presidente de su partido, publicada en “El Mundo” y cuyo director, Pedro J. Ramírez, ha cambiado el rumbo 180 grados y tornado en lanzas contra Rajoy lo que antes eran ramos de rosas. Manuelo Fraga ha dicho del artículo de Elorriaga que es una sandez. Pero no ha ocultado su apoyo a Ruiz- Gallardón para convertirlo en el segundo de Rajoy. Me parece más grave que el artículo de Elorriaga la incursión de Manuel Fraga, siempre propenso a comportarse como el tópico elefante en una cacharrería. Su condición de presidente honorario del Partido Popular, que no su ejecutoria, plagada de sombras, le autorizan para evacuar consejos a la dirección del partido. Pero de puertas adentro. Excita en vez de mediar cuando, llevado de su afán de notoriedad, lo hace en plaza pública.

No mucho antes de la carta de Elorriaga se conoció que la dirección del P(SOE)
decidió abrir expediente a su diputado Barrio, miembro además del Comité Federal del partido. El gravísimo pecado de Barrio consistió en violar la disciplina monolítica en el Congreso al votar a favor de la moción opositora a la alcaldada de Rodríguez de considerar legítima la contratación de su fiel secretario de Estado, Taguas, por el poderoso grupo de presión inmobiliario, a la espera éste de que el ICO lo socorra con un oleaje de créditos blandos. Barrio no tardó en humillarse con la excusa de que estaba distraído y se confundió. Pudo aducir, si de verdad se creyera políticamente honesto, que la constitución exige el funcionamiento democrático de los partidos y rechaza la especie del voto imperativo. ¿Pero sirve la constitución para algo que no sea violarla y usarla para farándulas conmemorativas? La constitución, la democracia o la Justicia son hoy meras calcomanía de antiguos mitos.

Una situación parecida, a la que no se alude, padeció el PSOE tras la derrota electoral de Felipe González. El congreso de puertas semiabiertas dio ocasión para un rifirrafe por la sustitución de González no muy diverso en esencia al actual del PP. Se destruyeron entre sí los que ansiaban ser designados: Bono, Almunia y Borrell. Se buscó una solución de emergencia con la elección del candidato de la facción Nueva Vía, un gris José Luís Rodríguez Zapatero, que postulaba un cambio de orientación un tanto nebuloso. Una solución de emergencia que no pocos, entre ellos Felipe González, todavía con la batuta del partido en sus manos, consideraban transitoria. Se daba por seguro que perdería las elecciones generales frente al PP, ya de Rajoy, y que esa sería sobrada justificación para promover su relevo con más calma y un único candidato pactado de antemano. Pero rompieron tales las previsiones la matanza del 11 de marzo de 2004, todavía sin esclarecer en lo que realmente importa, y su vil aprovechamiento bajo la dirección de Pérez Rubalcaba. Lo más notable de Rodríguez desde entonces ha consistido en la sistemática anulación de la vieja guardia gonzalera, orillando a unos y comprando a otros, como Bono, con opíparos platos de lentejas. Se ha rodeado de muy fieles mediocres o de severa obediencia masónica para que nadie le haga sombra y el partido retorne a su antigua rigidez totalitaria y a su obsesión laicista contra la Iglesia. Católica, aunque no contra otras confesiones. Menos aún, frente al fanatismo islamista.

CUANDO NO SON LOS PRINCIPIOS LOS QUE PRIMAN

LO que en principio desató el maremoto entre los notables del PP no fueron en sí mismos los fundamentos ideológicos y su adaptación a los nuevos tiempos, sino los encargados de definirlos y los elevados a su nueva corte de dirección. Una línea común identificaba a la mayoría de ellos: laicismo más o menos pronunciado, intensificación del autonomismo estatutario de índole federalista, aproximación a los nacionalismos periféricos y basculación hacia lo que se ha dado en llamar centro progresista o liberalismo reformista. En síntesis, recrudecimiento del relativismo y aproximación a los linderos de del otro relativismo laicista, el del P(SOE), según lo reclamado por el monarca a Rodríguez y a Rajoy. Y como en el Génova, al contrario que en Ferraz, no impera un granítico totalitarismo, sino un convenio entre familias políticas, era inevitable que se repucharan quienes se sentían desplazados y se envalentonaran aquellos otros que atisbaban la ocasión de medrar.

La gran cuestión a dilucidar en el inminente congreso de Valencia no reside ya tanto en los enfrentamientos personales sino en cuestiones de fondo, eso que se ha dado llamar principios, aunque también su entidad conceptual esté desvirtuada.

Alguien ha recordó que la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas) estaba integrada por partidos o familias de variada condición sectorial, pero que a todos unían unas sólidas convicciones compartidas: la fe religiosa, el amor a una España unida y un radical rechazo a la deriva frentepopulista. No puede decirse lo mismo del actual Partido Popular, aunque sí de un alto porcentaje de sus militantes y electores. Ahí radica precisamente el fundamental dilema en que se hoy debate el Partido Popular: hacer suyos los dictados del Nuevo Orden Mundial o perder en torno a dos millones de votos.

Lo más atractivo del próximo congreso de Valencia radica, a mi entender, en la confrontación sin trucos ni arteros condicionamientos entre la declaración oficial de principios con la alternativa encabezada por Vidal-Quadras, amén de otras iniciativas correctoras de grupos o personas. Y como son de público conocimiento, invito a que quienes siguen mis crónicas lean esos textos con atención y los cotejen.

La declaración oficial de principios parece inicialmente correcta. Pero enseguida se descubre que bajo un leguaje de aséptica moderación alienta un difuso ánimo acomodaticio a las circunstancias que anida en la personalidad de los elegidos por Rajoy para configurar su nuevo equipo de dirección. El descubrimiento de ese substrato en su debate con Lassalle, y no el texto de la declaración en sí, fue lo que incitó a María San Gil, mujer de firmes principios, a denunciar el equívoco. Quienes son fieles a sus ideales y se juegan la vida por ellos no con comprables ni tienen cabida entre arbitristas. Lassalle lo sabía y la empujó al abandono. A la muerte política.

La alternativa de principios encabezada por Vidal-Quadras precisa con realismo los retos perentorios a que hoy se enfrente el partido. Y también España. Pero su propuesta de que sean compartidos por Rodríguez, su gobierno y el P(SOE) sólo podrá
entenderse bajo dos condiciones: que tales posiciones no sean susceptibles de transacciones a la baja como parece ser el deseo del monarca y d el NOM; y que se debatan sin restricciones en sede parlamentaria.

Para el PP, pero sobre todo para España, no es tiempo de apaños ni de taranganas. Si en los políticos prima el estar, a los españoles nos importa el ser. Ya no caben dudas hamletianas.

http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4649

1 comentario:

Anónimo dijo...

Polémicas declaraciones de Juan Manuel de Prada a L´Osservatore Romano