lunes 26 de mayo de 2008
Rouco y Ramírez contra Rajoy
Manuel Martín Ferrand
“Es de pillos o de locospreferir el bien de pocos al provecho general”(Hartzenbush)
No hay precedentes. Antes de sentarme frente al ordenador para hilvanar estas líneas he repasado unos cuantos entre las docenas de libros que enriquecen mi biblioteca sobre historia del periodismo y biografías y antologías de sus maestros en todos los tiempos. Desde la paciencia observadora de Mesonero Romanos al látigo irónico de Manuel del Palacio, de Francos Rodríguez, a los momentos de intensidad anarquista de Azorín, del fervor militante de Rafael Sánchez Mazas al bisturí de Wenceslao Fernández Flórez, pasando por la sosegada ironía de Miguel Delibes; no hay precedentes. Ninguno. Nunca un periodista en activo, director de un medio impreso, se asomó a otro audiovisual para reclamar de su audiencia una rebelión ciudadana, activa, contra un partido político y su líder legítimo. Pedro J. Ramírez ha inaugurado, en el programa que Federico Jiménez Losantos hace en la COPE, un nuevo género periodístico o, mejor, un nuevo modo de agitación social.
Estamos acostumbramos, muy perezosamente, a medir el mérito y hasta el valor de los medios periodísticos —impresos, audiovisuales y electrónicos— por el volumen de sus audiencias antes que por la calidad de sus contenidos. Sea. Con tal vara de medir debe reconocerse que el género inaugurado por el director de El Mundo no contó con el favor del público. La provocación de tan combativo personaje apenas movilizó a trescientas personas que se llegaron hasta la calle Génova de Madrid para, siguiendo las instrucciones recibidas desde la cadena de emisoras de radio que forman parte del patrimonio de la Conferencia Episcopal Española, gritar a favor de una pronta dimisión de Mariano Rajoy. “Maricomplejines”, en la calificación habitual del director del programa que, según los deseos del cardenal Antonio María Rouco Varela, acaba de renovar su contrato de colaboración en la dirección de un programa que es el segundo de más audiencia en su franja horaria, detrás del equivalente de la SER.
Confieso que cada día tengo menos claras mis ideas sobre los límites éticos y profesionales del periodismo. Al propio Ramírez le habíamos leído, en las muchas circunstancias excepcionales que se han producido en este ultimo cuarto de siglo, apasionadas defensas e invitaciones a votar a los más distintos líderes del paisaje político. Es una opción tan pasional y partidista como legítima. ¿Puede calificarse del mismo modo un fervorín a la contra del presidente de un partido político al que han votado más de diez millones de ciudadanos? ¿Cabe dentro de los límites de la acción periodística la incitación a una manifestación callejera?
Asisto, con dolor ciudadano y alegría profesional, a la ruptura que experimenta el PP y que tiene a su líder, Mariano Rajoy, en un asedio permanente. No le rodean y disparan sus adversarios políticos, las fuerzas del PSOE. Sus enemigos llevan en la camiseta la misma gaviota que luce el gallego. Es el precio de no reconocer la derrota y actuar en consecuencia, el coste de entender la astucia como una parada del reloj; pero es, al mismo tiempo, algo inconcebible que nos está haciendo a todos mucho daño. Coincide la singular situación del PP con un Gobierno, el de José Luis Rodríguez Zapatero, rebosante de mediocridad, incapaz de reconocer la crisis que ya nos afecta y más atento a la propaganda de sus grandezas imaginadas que a la enmienda de sus muchas miserias. Eso convierte en especialmente grave, en altamente irresponsable, la actitud de Rajoy y de su equipo de novicios de escasa valía y abundante altanería.
Corresponde a los setecientos mil militantes de PP, impulsados por el eco de diez millones de votantes, decidir quién ha de ser su líder. El XVI Congreso, que nace viciado y con certezas de escasa representatividad y nulas posibilidades de redención, es el mecanismo formal para que se produzca el cambio que el gran partido del centro derecha necesita para poder seguir siéndolo. Rajoy no es consciente de sus negativos efectos; pero, ¿es un periodista, aunque sea de postín, quien debe empujar la rebeldía ciudadana y callejera contra quien, legítimamente, ostenta la presidencia del partido? Por el momento lo que tenemos es un nuevo género periodístico que añadir al reportaje, la noticia, el editorial, la glosa, la crónica... la incitación a la manifestación callejera y el motín. Y con nihil obstat.
http://www.estrelladigital.es/diario/articulo.asp?sec=opi&fech=26/05/2008&name=ferrand
lunes, mayo 26, 2008
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