jueves 29 de mayo de 2008
Breves apuntaciones sobre distintos tipos de antifranquismo
Antonio Castro Villacañas
N O hay duda de que Franco y los franquistas ganaron la guerra de España. Tampoco puede dudarse de que los antifranquistas la perdieron. Indudable es que a partir del 1 de abril de 1939 podemos distinguir varias clases de perdedores. En términos generales, yo encuentro las siguientes:
A) la de aquellos que por cualquier causa, sobre todo por la fundamental de que no era factible continuar la guerra, dejaron de mostrarse como antifranquistas y se resignaron a vivir en y con el franquismo; a mi juicio, esta es la actitud adoptada por la inmensa mayoría de los antifranquistas existentes en la bautizada como zona nacional, a partir del momento en que pudieron darse cuenta de que Franco iba a ganar la guerra; y es también la actitud que ellos contagiaron a los antifranquistas de la zona roja que pasaban a serlo de la zona franquista a medida que esta aumentaba en población y tamaño a consecuencia de la sucesiva derrota militar de las fuerzas "republicanas".
B) la segunda clase de antifranquistas, mucho menos numerosa, fue la formada por quienes huyeron de España -al principio, de la zona nacional- para no vivir con y en el franquismo. No fueron muchos los que pudieron escaparse de Baleares, Canarias, Marruecos, Andalucía, Aragón, Galicia, Extremadura o Castilla la Vieja en los primeros meses del Alzamiento, pero cierto es que los hubo, y verdad también que la mayor parte de ellos no eran lo que pudiéramos llamar ciudadanos corrientes sino personas de algún modo calificadas por su posición política durante la Monarquía, la Dictadura o la República. Esta clase de fugitivos se acrecentó a lo largo de la guerra cada vez que la zona roja disminuía en población y tamaño a causa de los triunfos militares franquistas, pero después del verano de 1936 podemos considerar que los éxodos provocados por los avances de las tropas de Franco estaban integrados por tres diferentes clases de antifranquistas:
a) los dirigentes Sociopolíticos, que por lo general eran quienes más pronto y más cómodamente huían; b) los militantes destacados en cualquiera de las organizaciones políticas o sociales por sus servicios y méritos en la lucha antifranquista, que lógicamente tenían miedo a dar cuenta de sus hechos; y c) la masa de sencillos combatientes, simples individuos e incluso enteras familias de muy escasa calificación política, que se veían obligados a dejar sus hogares, sus pueblos y sus lugares de trabajo como consecuencia de la estrategia de "tierra quemada" puesta en práctica por los dirigentes de la zona roja para frenar los avances de Franco. Ejemplos destacados de ese tipo de resistencia son los incendios de Badajoz, Irún, Guernica y Málaga. Los subsiguientes y respectivos éxodos se dirigieron, según las batallas y los años hacia el resto de la zona roja (Madrid, Vizcaya, Santander, Asturias, Almería, Valencia, Barcelona) o el extranjero. A pie, en destartalados carros o camiones, o en atiborrados trenes, lo hacían los simples combatientes y la población civil; en aceptables coches, los dirigentes de segundo grado; los aviones, en su caso los buenos barcos, y los automóviles de categoría estaban siempre reservados para los jefes políticos y militares...
C) La mayor parte de los antifranquistas que no huyeron en los éxodos descritos, o que volvieron de ellos al cabo de más o menos tiempo, no regresaron a sus pasadas y normales actividades sin una previa "depuración" de su conducta política y bélica. La dureza y eficacia de este filtro dependió en buena parte de las personas que lo practicaron y de las circunstancias de lugar y tiempo en que se llevó a cabo. Fué, sin duda, más injusto y estrecho en los primeros días del Alzamiento que en los siguientes meses, y a partir de la creación de la Jefatura del Estado fue haciéndose más abierto y comprensivo por lo que respecta a los antecedentes sociopolíticos de la persona examinada, salvo en el caso de que esta hubiera protagonizado alguno de los muchos hechos delictivos sucedidos en la zona roja, o se hubiera distinguido en ella por su participación activa en la lucha antifranquista de retaguardia. Lo cierto es que la práctica totalidad de esta clase de antifranquistas sufrieron días, meses o años de privación de libertad en diversas clases de establecimientos penitenciarios, desde campos de concentración a prisiones especiales; pero también es cierto que esa misma depuración, u otra análoga, pasaron los franquistas que por motivos parecidos o diferentes fueron encarcelados en la zona roja, con dos notables diferencias: que en ésta se produjeron desde el principio al final de la guerra constantes "sacas" de presos y subsiguientes matanzas, y que en la zona nacional se vio muy pronto que resultaba necesario habilitar algún procedimiento para que los prisioneros dejaran cuanto antes de serlo y volvieran lo más pronto posible a su lugar habitual de trabajo y residencia. De ahí el que en la gran mayoría de los casos sea posible observar una dura condena inicial (pena de muerte, de reclusión perpetua o de 20 a 30 años) convertida de inmediato en otra de menor peso merced a sucesivas rebajas o indultos, de modo que tras dos, cinco o diez años de efectiva prisión, el antifranquista encarcelado salía a la calle sin miedo a padecer el rechazo o la represalia que muy probablemente hubiera tenido de haber vuelto a su pueblo o a su empleo nada más terminar la guerra...
Resumo y termino. En el periodo 1940-1950, a que se refieren estas apuntaciones y las precedentes, los núcleos antifranquistas radicales o efectivos habían disminuido mucho en número y actividad, como lógica consecuencia de su derrota militar y política. La mayor efectividad antifranquista se daba en el extranjero, sobre todo en aquellos países donde se habían refugiado los huidos tras perder la guerra. Conviene recordar que esos países eran fundamentalmente Francia, Méjico, Inglaterra, Chile, Argentina, Venezuela y Norteamérica, y que la práctica totalidad de los en ellos exiliados, salvo en Francia y Venezuela, eran altos dirigentes políticos y militares, beneficiados por la extraña y hasta ahora inexplicada manera de seleccionar a los huidos. La mayor parte de los refugiados en Francia se fueron de ella al ocuparla Alemania: a España regresaron los más honrados y sencillos, y a Méjico y otros lugares se trasladaron aquellos que por distintas razones tenían dinero, influencias o intereses suficientes para no dar explicaciones de su conducta. (Por cierto: todavía no se sabe con exactitud y certeza nada respecto de los fondos de dinero y otra clase de bienes -joyas principalmente- que constituyeron y administraron los exiliados que rondaban en torno de Negrín y Prieto). Esta clase de antifranquistas se mantuvieron siempre activos, pero incrementaron su actividad a medida que Italia y Alemania iban perdiendo en Europa su guerra. El resultado de esa creciente actitud lo veremos, Dios mediante, en próximas apuntaciones.
http://www.vistazoalaprensa.com/firmas_art.asp?id=4642
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