miércoles, mayo 21, 2008

Alfonso Garcia Nuño, ¿Que puedo esperar si no me respeto?

jueves 22 de mayo de 2008
RESPETO, LIBERTAD RELIGIOSA Y LAICISMO
¿Qué puedo esperar si no me respeto?
Por Alfonso García Nuño
El que monseñor Sebastián diga, al comentar los Diez mandamientos laicistas del periódico Público, que lo que está en juego "no son los privilegios de los curas, sino la libertad de los ciudadanos españoles para vivir libremente según su conciencia", podría ser considerado como un exabrupto. Pero ¿no será el diagnóstico de una situación?
Desde 1808, la historia de España ha estado marcada por la tensión entre dos polos. Entre los que han buscado que rigieran los principios de la democracia liberal, como la separación de poderes, la soberanía nacional, etc. y los que han comprendido la organización estatal desde una óptica más o menos autoritaria; entre los que han entendido que la ciudadanía debía de ser única y los que preferían una multiplicidad de ciudadanías contradictorias bien por territorios bien múltiple en el mismo espacio por criterios, en algunos casos, hasta racistas; entre los que han considerado que los titulares de los derechos y libertades son los ciudadanos y los que han entendido que esa titularidad es de una clase social, de una nación real o pretendida, etc.; entre quienes pensaban que las libertades eran innatas al hombre y quienes las veían como concesiones del rey, el partido o los votantes.
Esta tensión, la mayor parte del tiempo se dio como lucha civil incruenta y, en tres ocasiones, como guerra civil. Curiosamente, la única guerra incivil tuvo lugar cuando los bandos que se combatían defendían distintos modos de autoritarismo. Tras ese enfrentamiento, durante décadas, la tensión quedó prácticamente latente. Después de la muerte del general Franco, mediante la llamada transición, pareció que había comenzado un tiempo no de lucha civil, sino sencillamente de pugna democrática. ¿Fue esto así? Desde luego, las fuerzas con deriva antidemocrática continuaron la lucha civil, algunos incluso de forma cruenta con el terrorismo. ¿Comenzó, más bien, entonces una transición a la lucha civil? ¿Comenzó un lento camino hacia un nuevo régimen de derechos y no a un democrático Estado de Derecho?
Durante estos dos siglos, una de las libertades más en liza ha sido la religiosa. La lucha entre los defensores de la libertad de cultos, que así se decía antes, y los postuladores de que hubiera una religión de Estado ha dado lugar a que, en estos doscientos años, se hayan barajado todo tipo de soluciones, incluyendo la de considerar al Estado como religión. En el momento actual, el Estado es, en principio, aconfesional y la Iglesia Católica opta abiertamente por la libertad religiosa. Junto a esto, hay una intensa campaña, desde hace tiempo, por la laicidad del Estado; sin mencionar el continuo trato negativo, a veces insultante, que se da en muchos medios hacia lo religioso ni en otros acosos o violaciones de este derecho. En este marco, hay que situar el anuncio de la vicepresidenta del Gobierno de la próxima modificación de la Ley Orgánica de Libertad Religiosa. La lectura de dicha norma no deja lugar a dudas, se trata de un texto legal difícilmente mejorable; en derecho comparado, está a la cabeza. Incluso el derecho a la apostasía, que tanto reclaman algunos –¿será que no leen las leyes?–, está reconocido, cómo no, en el art. 2.1.a. ¿Para qué cambiar la ley? Algunos analistas temen una restricción de derechos con etiqueta de ampliación.
Mas la libertad religiosa, las libertades en general, no solamente son una cuestión normativa. Si las leyes no reciben vida de la sociedad, están muertas y, por otra parte, sin el instrumento jurídico, los ciudadanos están más indefensos. Recientemente se ha publicado en español el libro de Jacob Neusner Un rabino habla con Jesús. Se trata de un notable ejemplo de ejercicio de libertad religiosa, porque en él hay un profundo respeto, no simple tolerancia, de un judío hacia los cristianos, hasta el punto de que conversa con el cristianismo y no frívolamente, sino tomándose en serio a su interlocutor. Y no sólo a éste, sino a él mismo: "Sólo podemos entrar en diálogo si nos respetamos a nosotros mismos y al otro."
En el plano político, es necesaria la defensa de la libertad religiosa, pero es más importante empezar por respetarnos a nosotros mismos, por ser de verdad lo que uno dice ser. Pienso, desde hace unos cuantos años, que tal vez sea ésta la gran tarea pastoral de la Iglesia y de cada uno de los católicos. Un buen paso, en este sentido, es el reconocimiento de errores pastorales en el documento Laicos cristianos: sal y luz del mundo de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar. Habrá que seguir caminando, también los fieles... laicos.

http://iglesia.libertaddigital.com/articulo.php/1276234780

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