lunes 26 de mayo de 2008
No es país para héroes
POR TERESA JIMÉNEZ-BECERRIL
SABÍAMOS ya que España, como dice el título de la película con la que Bardem ha ganado un Oscar, no es país para viejos, sobre todo desde que Zapatero llegó al poder. Lo que no sabíamos es que tampoco lo era para héroes, y María San Gil y José Ortega Lara lo son. Recuerdo cuando José Antonio me llamó a Italia, hará un año, para pedirme si podía ir a Burgos a hablar sobre el terrorismo. Me conmovió su humildad, y su manera de presentarse, ignorando que alguien como él no necesitaba presentación. Mientras él enumeraba a los que participarían, para animarme a unirme a ellos, yo pensé que nada me importaba el tipo de acto, ni quién hablase en él: yo iría al fin del mundo a defender la libertad si quien me lo pedía era José Antonio Ortega Lara. Y allí fui, sin dudarlo, para apoyar a quien ETA tuvo casi dos años en un agujero y consiguió vivir para que los españoles tuviéramos un referente moral. ¿Cómo es posible sobrevivir a un infierno así y seguir luchando por la libertad de los demás, escoltado desde que lo liberaron? Seguramente tiene que ver con los principios, con los valores, con la constancia y, sobre todo, con la fe. Eso fue lo que yo descubrí en Burgos, conversando con un hombre sonriente, de mirada limpia y clara, tranquilo, sin odio, que creía en los jóvenes, a los que hablaba con naturalidad de su experiencia.
En otra ocasión, me llamaron para presentar a María San Gil, que venía a Sevilla para dar una conferencia, cuando la negociación con ETA parecía no tener límite. Recuerdo que yo acababa de llegar a Italia desde España, pero me dije, ¿presentar a María? ¡Eso es un orgullo!, y otra vez de vuelta, a decir públicamente lo que ya le había dicho a ella en privado, que la admiraba, que agradecía su valor, que era para muchos un ejemplo de dignidad y de coraje. Siempre que he abrazado a María he sentido el cálido abrazo de la verdad, y, al escucharla, jamás reconocí palabras aprendidas. Su voz auténtica convencía porque no tenía otra ambición que la de defender la libertad del País Vasco y, en consecuencia, la de España.
Es posible que ni María ni José Antonio sean buenos políticos al uso, pero seguramente son mejores que muchos que creen serlo y que, pese al duro trabajo de partido, no logran traspasar la mente ni el corazón de quienes necesitan creer en alguien. No es carisma lo que distingue a mis dos amigos, sino haberse ganado a pulso el respeto del pueblo. No sólo hay que tener principios, hay que vivirlos y, sobre todo, hay que hacer ver a la gente que los tienes y que están por encima de todo. Y eso es lo que ellos han hecho; no son desplantes, ni desafíos, ni intolerancia, es simplemente tristeza, hastío y desconsuelo al comprobar que la heroicidad no puntúa en esta nueva España invertebrada y moldeable donde, agotada la referencia de las víctimas del terrorismo, son muchos los que no saben a qué bandera agarrarse. La política hace derramar muchas lágrimas, aunque algunos se las secan rápido para poder ver claro cuáles serán sus nuevos horizontes. En cambio, hay quien no logra sanar sus heridas si no es recuperando la confianza perdida, como María o José Antonio. Creo que la gente de a pie que vota al PP, pero que no hace política, está más cerca de estos últimos que de quienes hablan de congresos, de compromisarios, de avales y de base. Son muchos los que ese apoyo lo reservan para quienes creen que más lo merecen. Puede que se equivoquen porque en la España actual no hay lugar para héroes, ya que éstos no ganan elecciones, pero al menos nos devuelven el orgullo y la ilusión que quienes nos gobiernan nos quitan a diario, con la ayuda de los nacionalistas y de los convidados de piedra que se han multiplicado desde que el Partido Popular perdió de nuevo y se ha lanzado justamente a la búsqueda del tiempo perdido.
http://www.abc.es/20080526/opinion-firmas/pais-para-heroes_200805260301.html
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