jueves 29 de mayo de 2008
Contra la subida de los carburantes
Miguel Martínez
U N servidor, que suele huir como del diablo de las cadenas de mensajes propagadas por Internet, acaba de enviar a su numerosa lista de contactos un mensaje en cadena, eso sí, teniendo la debida precaución de incluir a los destinatarios en el apartado CCO (copia oculta) de su programa de correo, a fin de que queden ocultos a los ojos de Spammers, o recolectores de direcciones electrónicas a las que enviar luego correo basura, precaución -ocultar a los destinatarios- que siempre debiera observarse cuando se reenvía un mensaje en cadena.
¿El motivo? No sé si noble, pero sin duda práctico. Intentar que la acción de protesta ante la espectacular subida del precio de los carburantes no se quede en el siempre socorrido –aunque inútil- derecho al pataleo, habitualmente acompañado de una reiterada sarta de juramentos en arameo –sánscrito en el caso de los más intelectuales- y una no menos extensa lista de imprecaciones y palabras malsonantes cada vez que acudimos al surtidor. Si tienen interés por la idea, les ruego a mis queridos reincidentes que sigan leyendo.
Hará cosa de unos meses, se empezó a distribuir por Internet un mensaje en cadena que proponía una fecha concreta en la que nadie debería repostar combustible. Aquel día señalado debía servir como medida de presión y toque de atención a las compañías petroleras. El correo electrónico presentaba una serie de cifras que ponían de manifiesto que un solo día de abstinencia gasolinera reportaría pérdidas significativas a las compañías. Un servidor, que además de ser de letras sólo entiende de economía lo justo para llegar -y no sin ciertos equilibrios- a fin de mes, le pareció aquella campaña una enorme chorrada, pues qué más les dará a las compañías que pospongamos desde el jueves hasta el viernes nuestro paso por taquilla si finalmente acabamos pasando, pero ésta que a continuación les comento, sí tiene visos de éxito –al menos en teoría- siempre y cuando seamos capaces de organizarnos. Las cifras manejadas en ese e-mail expresan que, reenviándolo a todos nuestros contactos, puede llegar a trescientos millones de destinatarios en sólo ocho días. Les cuento.
Quienes quiera que hayan diseñado la campaña han elegido dos empresas en las que proponen que no se reposte combustible jamás de los jamases bajo ningún concepto. Éstas son la inglesa BP y la norteamericana Shell. No me pregunten que por qué ésas y no otras porqué no tengo ni puñetera idea, pero el quid de la cuestión reside, precisamente, en que todo quisque se concentre en hacerles el vacío exactamente a las mismas empresas, si no, no funciona.
Evidentemente, si nadie reposta en esas gasolineras, éstas tendrán que reaccionar bajando precios o tendrán que meter la gasolina en lavativas hipoalérgicas y con ellas hacer lo que ustedes se imaginan. El día que el señor BP y el señor Shell se avengan a razones, quizás podamos plantearnos volver a su redil y decirle al señor Repsol y al señor CAMPSA que, o va bajando precios más que don BP, o que ya le puede ir comprando a éste sus lavativas usadas.
Estarán conmigo en que es un planteamiento un tanto ingenuo y que su aplicación es tan utópica como la bondad innata del ser humano, pero algo habrá que hacer cuando otra vez somos, exclusivamente, los sufridos consumidores los que hemos de sostener, a base de rascarnos aún más el bolsillo, la codicia sin freno de los productores y distribuidores de crudo y la anuencia –no exenta de responsabilidad en muchos casos- de nuestros adorados políticos.
Si a todos nos parece de recibo que la crisis energética la hemos de padecer exclusivamente los consumidores, no hay nada que hacer. Pero habrá quién piense que no es descabellado exigir a las empresas que ellos también contribuyan con su granito de arena y que, en tanto no escampe el temporal, reduzcan, ni que sea una pizca, sus espectaculares ganancias y que los gobiernos revisen la fiscalidad de los combustibles para que no seamos sólo los ciudadanos de a pie –cualquiera saca el coche- los encargados de soportar esta disparatada escalada de precios.
Y si en un acceso de vanidad le pasa por la cabeza a quien les escribe que quizás el señor BP o don Shell bien pudieran ser uno de sus queridos reincidentes, sólo decirles que no hay nada personal en este artículo, que un servidor no es más que el mensajero que, por suerte, tiene derecho a repostar su vehículo en el surtidor que le dé la gana, y que el día en el que sus precios sean mejores que los de los demás, quien les escribe estará encantado de utilizar de nuevo sus servicios. Mientras eso no suceda, miren bien la foto que ven en el ángulo superior derecho de esta página, porque ya me han visto bastante en sus gasolineras. Por mucho que esta iniciativa quede en nada -que duda mucho un servidor que esta pataleta sobreviva a valores tan sagrados como la comodidad y el desánimo de creer que uno sólo es uno y no parte de todos, y por mucho que todos sí podríamos- esta campaña sí ha servido a este columnista para aburrirles a ustedes durante unos minutos sin haberse estrujado excesivamente los sesos. Mil disculpas a mis queridísimos y comprensivos reincidentes, especialmente a don BP y al señor Shell. Aunque tampoco sería de extrañar que BP y Shell aprovecharan para vender bajo cuerda sus gasolina a la competencia en plan compadreo total, mientras que don CAMPSA y don Repsol se frotan las manos y se van de copas con BP y Shell para celebrarlo.
En tal caso, un servidor se va a plantear hacer lo que Miguel Angel Rodríguez “El Sevilla” en una de sus canciones:
Tengo un coche que es mi ruina.
No como carne desde que lo tengo, to pa gasolina.
Como un día me pique
y es que me compro una mountain bike.
Nuestra maltrecha capa de ozono merece muchísimo más nuestros esfuerzos -pedalear es duro- que las compañías petrolíferas. Y seguro que nos lo agradece infinitamente más.
http://www.miguelmartinezp.blogspot.com/
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