martes 27 de mayo de 2008
EEUU
Obama y las meteduras de pata cancerosas
Por Charles Krauthammer
Cuando la Cámara de Representantes se pone en pie de guerra contra el precio de la gasolina y vota a favor de demandar a la OPEP, está claro que el discurso electoral ha penetrado en los dominios de lo surrealista. Lo mismo puede concluirse cuando un candidato presidencial mete la pata y, tras comprender que no puede recular sin pasar por la caja de la humillación, decide hacer de tal pifia la piedra angular de su política exterior.
Antes del debate demócrata del 23 de julio de 2007, Barack Obama jamás había hablado de lo inteligente que era reunirse, sin condición alguna, con Mahmud Ahmadineyad, Bachar Assad, Hugo Chávez, Kim Jong Il o los hermanos Castro. Pero en ese debate se le preguntó, precisamente, por eso. Entonces, y para sorpresa de todos, dijo que claro que lo era; y ni corto ni perezoso añadió que la negativa de la Administración Bush a hacerlo era no sólo algo "ridículo", sino un "despropósito".
A partir de ese momento no había vuelta atrás. Así que siguió por el mismo camino. Lo que empezó como un traspié se convirtió en política; una política que a estas alturas ha pasado a ser doctrina pero que no deja de ser lo que siempre ha sido: una solemne estupidez.
¿Debe el presidente de la nación mantener reuniones con el enemigo? A veces, pero sólo si se dan ciertas condiciones. El comunicado de Shanghai fue redactado en gran medida mucho antes de que Richard Nixon pisara China. Pero Obama piensa que la visita de Nixon al gigante asiático viene a respaldar su voluntad de emprender el tour de los tiranos en cuanto asuma el mando.
La mayoría de las veces no se negocia con el enemigo porque no hay nada que negociar. ¿Acaso piensa Obama que los regímenes de Corea del Norte, Irán, Siria, Cuba y Venezuela no están lo suficientemente informados de las condiciones norteamericanas para impulsar las relaciones bilaterales?
Siempre hay contactos a través de canales discretos o intermediarios. Irán, por ejemplo, ha estado conversando durante cinco años con nuestros aliados europeos más próximos y con la Agencia Internacional para la Energía Atómica, por no hablar de los centenares de declaraciones oficiales en que Washington ha especificado lo que el mundo concedería a los ayatolás a cambio de que suspendieran su programa de enriquecimiento de uranio.
Obama pretende hacer creer que él es un tipo favorable al "compromiso" y el vaquero republicano no. Sencillamente absurdo. Nadie está debatiendo la necesidad de que haya contactos; lo que se discute es la estupidez ésa de dar cancha a los Estados canallas y a sus tiranos, aliviar su aislamiento y darles más peso específico a base de concederles encuentros sin condiciones con el presidente de la única superpotencia del mundo.
El candidato demócrata ha dicho que Roosevelt y Truman se reunieron con el enemigo. ¿Pero es que este hombre no sabe historia? Ni Roosevelt ni Truman se reunieron jamás con un líder del Eje. Obama tiene que estar pensando en las fotos que ha debido de ver de Roosevelt y Stalin en Yalta y de Truman y Stalin en Potsdam. ¿No sabe que en aquel momento Stalin era un aliado? Durante la Guerra Fría, Truman no se reunió una sola vez con Stalin. Ni con Mao. Ni con Kim Il Sung. Y es que Truman no era ningún estúpido.
Otro de los ejemplos que cita Obama es el de Kennedy, que se reunió con Nikita Kruschev. He ahí un ejemplo de lo que él quiere hacer. ¿En serio? Resulta que el Kennedy de ese encuentro en Viena era un presidente inexperto, y que la cosa acabó en desastre: Kruschev acabó presionándolo en Berlín y, más tarde, en la casi fatal crisis de los misiles cubanos. ¿De verdad es ésta la estela que quiere seguir Obama?
Una reunión con Ahmadineyad no sólo reforzaría al presidente iraní, sino que lo consolidaría en el poder. Asimismo, aliviaría de inmediato el aislamiento de los mulás, pues muchos líderes mundiales seguirían el ejemplo de Obama. Luego vendrían los contratos comerciales, los contratos petroleros, los acuerdos diplomáticos, todo lo cual no haría sino socavar las sanciones y el aislamiento que Obama ha dicho emplearía en sus relaciones con Teherán.
Como sabe todo diplomático con experiencia, el peligro de los encuentros es la presión para que den frutos es enorme. Y los frutos exigen concesiones; he aquí la razón de que las condiciones y las concesiones se fijen con antelación, no sobre la marcha.
¿Qué piensa Obama que le ofrecería Ahmadineyad en lo relacionado con el programa nuclear iraní? ¿Y qué concesiones haría él? ¿Quizá abandonar el Líbano, o reconocer a Hamás? ¿O asfixiar a Israel?
Tras asumir la ridícula e inaudita promesa de entablar negociaciones incondicionadas, y agravar la cuestión al hacer de ello una cuestión de principio, Obama sigue tratando de justificarse. El otro día dijo en Pendleton (Oregón) que, en comparación con la extinta Unión Soviética, Irán y compañía no representan una grave amenaza para EEUU. (Todo lo contrario: el Irán islámico es peligrosamente apocalíptico. La Rusia soviética no lo era). Al día siguiente, en Billings (Montana), proclamó: "Llevo años dejando claro que la amenaza iraní es grave". Sí, han leído bien: al día siguiente.
Esta retórica errática no sólo ha desembocado en un galimatías intelectual, es que ha alumbrado un nuevo fenómeno político: la metedura de pata cancerosa, que engendra nuevas meteduras cancerosas, que engendran nuevas meteduras de pata cancerosas, que engendran...
© The Washington Post Writers Group
http://exteriores.libertaddigital.com/articulo.php/1276234806
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