viernes 23 de mayo de 2008
El PP, en la encrucijada
EL Partido Popular del País Vasco se enfrenta a una urgente búsqueda de liderazgo que reduzca al mínimo los perjuicios de la renuncia de María San Gil a presentarse a la reelección en el congreso extraordinario convocado para julio. Los debates sobre los motivos de fondo que han llevado a San Gil a tomar esta decisión no deben sobreponerse a la responsabilidad que incumbe al resto de populares vascos para afrontar en condiciones una etapa de convulsión política que necesita su concurso para que estén presentes determinados principios y valores de carácter democrático y constitucional. El contexto en el que se produce esta crisis del PP vasco está marcado por la campaña terrorista de ETA, la ofensiva soberanista del PNV y del lendakari, y el crecimiento electoral del Partido Socialista de Euskadi, cuyas posibilidades de ganar en las próximas autonómicas aumentaron tras su clara victoria el 9-M. Será un factor muy negativo para la pluralidad política del País Vasco y la defensa del orden constitucional y estatutario que el PP no esté recuperado a tiempo y que su situación interna ahuyente votos por utilidad hacia el PSE, que debería tener muy en cuenta que para desalojar al PNV del poder y llevar y hacer cumplir la Constitución en el País Vasco no cabe más opción que la de llegar a un franco y cabal entendimiento con el Partido Popular. Si lo que se propone Patxi López es suplantar al PNV con un plan cuyas consecuencias reales sean la reforma del estatuto de Guernica y la legitimación del discurso nacionalista del PNV, la presencia de un PP fuerte y cohesionado será más necesaria que nunca. La descompensación entre fuerzas no nacionalistas, en caso de que el PP no salga reforzado tras el congreso de julio, y el posible voto útil al PSE pueden conducir a los populares a una situación difícilmente reversible y, al mismo tiempo, allanar el camino para la importación al País Vasco del modelo confederal catalán.
María San Gil ha anunciado que va a colaborar en la transición de su partido abierta con su renuncia. Mejor así, porque contribuye a rebajar la tensión y evitar un desbordamiento de los acontecimientos, aunque la baja de José Antonio Ortega Lara como militante del PP es un doloroso síntoma del proceso interno que sufre este partido. A pesar de tanta declaración diaria, lo cierto es que en Génova consideran que a la crisis del PP le faltan motivaciones claras y comprensibles. Es legítimo que María San Gil desconfíe de Mariano Rajoy, pero en este escenario de discordia también pesa la mayoría de abstenciones que se formó entre sus compañeros cuando la presidenta del PP vasco propuso la celebración del congreso extraordinario. Mayoría de quienes, asumiendo también un alto riesgo para sus vidas y defendiendo los principios tradicionales del PP, no quisieron caer en la alternativa dramática entre Rajoy y María San Gil.
Rajoy tiene parte de culpa, pero no toda, y lo que el PP está reclamando es, de una vez por todas, que las cartas se pongan sobre la mesa. María San Gil, en buena medida, lo ha hecho, demostrando esa coherencia y honradez personal de la que siempre ha hecho gala, aunque esta vez haya tenido que ser no frente a los nacionalistas, sino frente a la dirección de su partido. Pero lo cierto es que la nebulosa de críticos a Rajoy no acaba de concretar su discurso, sus alternativas, ni su abanderado, al margen de que no todos los que ahora critican a Rajoy pueden calificarse de custodios de las esencias del PP. Entre ortodoxia y oportunismo hay una diferencia sustancial. Rajoy está dejando que sean otros los que, de forma fragmentaria y con una perspectiva muy legítima, pero personal, estén trazando los perfiles del nuevo PP, sin que conste que sean candidatos a presidirlo. El problema para el líder del Partido Popular es que se encuentra ante la tesitura de ejercer con firmeza la labor de oposición que corresponde a un partido obligado a cumplir su papel de crítica al Gobierno y al mismo tiempo ocuparse de la dolorosa situación interna que atraviesa su formación. Trabajo doble y complejo para un momento político en el que el Gobierno se convierte en espectador complacido ante el espectáculo de su vecino opositor, lo que supone una indudable e inmerecida ventaja para el Ejecutivo de Rodríguez Zapatero.
http://www.abc.es/20080523/opinion-editorial/encrucijada_200805230302.html
viernes, mayo 23, 2008
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