viernes 7 de septiembre de 2007
XAVIER NAVAZA
corresponsal en galicia
Elena, o la ministra alférez de ZP
Burla burlando, conforme aumenta la intensidad de los tambores de marzo, sobre el laberinto cunde la sensación de que habrá parón y cuenta nueva en materia de traspasos de competencias a las comunidades autónomas. Sí, claro, puede que Catalunya sea la excepción, pero tras el caos de los aeropuertos, de los trenes de cercanías y del suministro de energía eléctrica... si alguien tiene hoy buenos argumentos para cerrar provisionalmente el grifo de las transferencias desde Madrid a la periferia, ése es el presidente del Gobierno central, José Luis Rodríguez Zapatero. Estamos ante el desafío de unas elecciones generales y prima la idea de España, una; España, grande; España, libre. Es el "giro españolista", del que nos habla el nacionalista Francisco Rodríguez con aire entre ausente y preocupado.
Se trata de ir a la caza de los electores moderados, huyendo del riesgo de aventuras izquierdistas o nacionalistas que a menudo exigen la puesta en marcha de contrapartidas muy costosas y antipáticas para quienes jamás han visto nada bueno en el Estado de las Autonomías. Ya ven a Mariano Rajoy, sin complejos, echando el resto sobre las cabezas de sus barones y anunciando que -si él consigue instalarse en La Moncloa- blindará las competencias del Gobierno central e incluso recuperará muchas de las ya transferidas a las regiones durante el mandato de ZP. Y en este contexto de retorno a las viejas esencias del centralismo, que va calando sobre la piel del ruedo ibérico con la persistencia de un sirimiri, los nacionalismos débiles, como el galaico, llevan casi todas las de perder.
Por todo eso nos sorprende el optimismo de Anxo Quintana, vicepresidente, cuando insiste en reunirse con la nueva ministra de Administraciones Públicas e incluso habla de exigir el traspaso de las competencias en materia de Tráfico a Compostela. O sea, que no escarmentó con los educadísimos juegos de palabras que el anterior ministro del ramo, Jordi Sevilla, le dedicó en la última reunión que ambos mantuvieron en Madrid.
El hecho de que haya sido Elena Salgado, ex ministra de Sanidad, la designada por Zapatero para sustituir a Sevilla en los asuntos autonómicos del ruedo ibérico, es toda una declaración de intenciones. Tras su apariencia frágil se esconde una auténtica ministra alférez, capaz de ahorcarle el seis doble al más encarnizado negociador y sin que se le venga abajo la más mínima mota de maquillaje. Imagínense si llega a ser Antón Losada, recién cesado, el encargado de ir allanándole el camino al joven Quin en su periplo por el Ministerio: el fracaso estaría garantizado de antemano, si hemos de atender a quienes nos dicen que el ex secretario xeral de Relacións Institucionais de la Vicepresidencia, lejos de moverse con la eficacia inteligente y depredadora de los grandes felinos, solía entrar en los despachos como un elefante en la cacharrería. Y así no hay manera. No se sabe si Xavier Ferreira, sustituto de Antón, será capaz de borrar las impresiones negativas que los pasos de los nacionalistas gallegos han ido dejando sobre los pasillos de Madrid, pero en cualquier caso su misión no es nada fácil. La ministra Salgado, como ya demostró en Sanidad, tiene un genio de mil demonios y en ocasiones -a pesar de su delicado perfume habitual- despide el halo del búnker. Aquel glorioso paquete de nuevas competencias que el alaricano exhibía como un trofeo durante la pasada primavera puede convertirse en papel mojado... al menos hasta después de los comicios de los idus de marzo.
viernes, septiembre 07, 2007
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