domingo, septiembre 30, 2007

Urbaneja, Retorno al futuro

domingo 30 de septiembre de 2007
Retorno al futuro

POR FERNANDO G. URBANEJA
Allá por septiembre de 2003 el presidente del Partido Popular y del Gobierno de España, José María Aznar (José para unos pocos amigos) hizo uso de su «dedo designador», ese que en México llaman «dedazo», que como ha explicado Jorge Castañeda en un libro imprescindible: («La Herencia» 1998) suele salir mal. El dedo se detuvo en Mariano Rajoy tras pasar de largo por delante de los otros candidatos con mejores condiciones para el liderazgo -Rodrigo Rato y Jaime Mayor-, y sin llegar a la siguiente generación, a la de Ángel Acebes que parecía la apuesta emocional de Aznar, aunque no se atrevió a tanto. Luego, el 14 de marzo, pasó lo que pasó y el contrafactual de lo que hubiera ocurrido si... esto, no viene al caso.
Para Rodrigo Rato aquel «dedazo» de fin de verano de su jefe y amigo (por entonces más jefe que amigo) abrió una página profesional nueva, cumplidos los 54 años de edad, tras 25 de dedicación profesional a la política, y con la brecha recién abierta de una ruptura matrimonial, que deja rastro e influye en el árbol de decisiones. A Rajoy había que dejarle espacio y aire, bastante tiene con la sombra de Aznar.
Así que Mayor Oreja se fue al abrigado barbecho del Parlamento Europeo y Rato optó por la salida internacional, el exilio de una puerta imprevista: la gerencia del FMI en Washington, vacante tras el abandono prematuro de su titular, un alemán que prefirió la Presidencia de la República Federal de Alemania, al sillón del FMI.
Han pasado tres años de aquello y Rato vuelve al pasado buscando el futuro, de nuevo a Madrid, dos años antes de cumplir su compromiso, alegando incalculables razones personales y familiares, que admiten variantes verosímiles pero no verificadas.
Rodrigo Rato no ha despejado sus opciones, que las tiene y que vendrán. Es flemático, del día a día; sabe que con el sol nacen las oportunidades y tiene bagaje para sacar billetes en distintos trenes a distintos destinos. Especular con su futuro es sugestivo, vale para la política y para los negocios en distintos sectores y composiciones, a tiempo parcial o completo en primera línea o en el lateral de la influencia.
Rodrigo Rato (1949, Madrid) ha sido un político del PP en estado puro, sin adjetivos. Afiliado con cargo en Alianza Popular desde 1979; diputado desde la segunda legislatura (1982), tras no conseguir acta en las elecciones de 1979, cuando AP era minoría a la derecha de UCD.
Concurrió por Cádiz, circunscripción que representó entre los años 1982 y 1989, por encargo de Manuel Fraga, porque se pagó la campaña y porque Alianza Popular (AP) allí andaba escasa. En el grupo parlamentario pronto evidenció talento y habilidad y por eso le encargaron de los asuntos económicos.
Su tercer escaño llegó en 1989, número tres por Madrid, detrás de Herrero de Miñón y Segurado, con facultades como secretario del grupo parlamentario y del partido y oportunidades para intervenir y hacerse valer y notar en la Cámara.
Político pragmático, sin etiquetas, negociador con quien sea menester para buscar arreglos; duro, si se precisa; cáustico hasta el límite, displicente si le cogen con mal pie, pero poco rencoroso y nada faltón (los inteligentes no necesitan ser simpáticos pero tampoco maleducados). Con capacidades y experiencia para liderar y ganar.
En su día no ocultó que optaba a la sucesión sin empujar; no quería líos con Aznar, al que su excelente gestión durante los ocho años como vicepresidente económico despertó celos. Aunque los méritos de Rato también lo eran de Aznar, algunos edecanes pretendían que sólo fueran del de la Moncloa que ya andaba enamorado de sí mismo.
Rato se tituló sin brillo en derecho en Madrid, en 1971, superó un master en administración de empresas en California en 1974. Entretanto lo pasó lo mejor posible. No fue opositor ni funcionario, no había necesidad. Habla inglés de corrido y sabe geografía, de números (aunque la titulación en economía fue chusca) y de política.
Ha recorrido y visitado todos los despachos importantes del mundo y conoce al personal que hay que conocer para estar en la pomada. Perdió dinero en política, encogió su patrimonio por el azar y la imposible diligencia, aunque algunos no lo entienden. El próximo mes de noviembre volverá a ser residente en Madrid disponible, dispuesto, y con otra página por escribir antes de cumplir sesenta. También con ganas de pasarlo bien.

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