Sentido común y confianza
30 de Septiembre de 2007 - 11:20:46 - Luis del Pino
Recomiendo a todos la lectura del artículo que hoy publica Fernando Lázaro en El Mundo, donde una serie de víctimas del 11-M manifiestan su angustia y su preocupación por el contenido de la sentencia que el tribunal emitirá próximamente.
Hablan esas víctimas de las profundísimas incógnitas, de las numerosas contradicciones, que perciben en la historia oficial con la que se ha pretendido dar por cerradas las investigaciones. Hablan de la sensación que tienen de que les han mentido, de que se pretende encubrir con una falsa historia y con un manto de olvido a aquéllos que les arrebataron a sus seres queridos. Hablan de su temor de que todos - los partidos políticos, la Justicia, la sociedad - quieran dar por cerrado el caso. Alguna de ellas llega, incluso, a expresar su miedo de que nunca se llegue a saber toda la verdad de lo que sucedió en Madrid.
Me gustaría decirles a esas víctimas que no creo que esos temores estén justificados. Yo creo, por el contrario, que hemos tenido una gran suerte con el tribunal al que le ha correspondido el caso. Se trata de tres buenos jueces, de tres jueces honestos, que no van a permitir que ninguna consideración extrajudicial interfiera con su obligación legal de juzgar de manera imparcial, y de acuerdo con las pruebas aportadas.
Y son esas pruebas aportadas, valoradas de acuerdo con la lógica y el sentido común, las que dicen que la sentencia no puede ir más que en un solo sentido.
¿Pueden los jueces dar por buena la mochila de Vallecas, cuando tienen en su mano comprobar que, como hemos denunciado nosotros, en las autopsias de las víctimas mortales no aparecieron esos clavos y tornillos que en la mochila de Vallecas sí que aparecen? No se trata de que se fíen de las informaciones periodísticas: se trata, simplemente, de que comprueben la documentación que tienen en su poder, como parte del sumario.
¿Pueden los jueces dar por buena la historia de la venta de unos teléfonos Trium a unos supuestos búlgaros? De nuevo, no se trata de fiarse de lo que diga un periodista, que podría perfectamente estar contaminado o equivocado. Basta con acudir a la documentación bancaria y contable de esos hindúes que vendieron supuestamente los teléfonos. Esa documentación obra en el sumario y parte de ella se ha exhibido, incluso, en el propio acto del juicio.
¿Pueden los jueces dar por buena la historia de que El Tunecino compró un Skoda Fabia a ese testigo chileno, luego expulsado de España, que no supo identificar ni el color de ese coche que decía haber robado? Otra vez más, no se trata de atender a lo que informaciones periodísticas, no necesariamente veraces, puedan decir. Basta con acudir a la declaración del chileno, a la del portero que avistó el Skoda tres meses antes del atentado y a los propios informes policiales. Todo ello obra en el sumario.
Y lo malo no es que esas falsas pruebas tengan que ser anuladas. Lo malo es que esas pruebas demuestran que existió una voluntad consciente de colocar pruebas falsas. Lo cual tiene dos efectos, o debería tenerlos, en pura lógica jurídica. En primer lugar, constatada la falsedad, deben iniciarse los procedimientos oportunos para determinar quiénes son los responsables de esas falsificaciones. En segundo lugar, todo el resto de pruebas aportadas quedan afectadas de la misma sospecha de falsificación, máxime cuando se combina esa sospecha con la constatación de que todas las pruebas directas (restos de los trenes, efectos de las víctimas) han sido destruidas.
Constatada la falsedad en al menos tres ocasiones, la valoración de otras pruebas no puede prescindir de esa constatación. No puede prescindirse de esas falsedades, por ejemplo, a la hora de valorar si los restos de explosivo encontrados en la Kangoo estaban en Alcalá (donde los perros no los olieron), o fueron colocados en comisaría. No puede prescindirse de esas falsedades, por ejemplo, a la hora de extraer conclusiones del hecho de que se mandaran faxes o se realizaran llamadas desde fuera del piso de Leganés en nombre de los presuntos suicidas. No puede prescindirse de esas falsedades, por ejemplo, a la hora de determinar la fiabilidad de unos informes telefónicos donde han quedado constatadas las omisiones, las sustituciones de teléfonos o las equivocadas atribuciones de titularidad. No puede prescindirse de esas falsedades, en fin, a la hora de valorar si pudo existir dolo en la ocultación de los informes de análisis de los explosivos o en la destrucción de las pruebas de los trenes.
Yo tengo confianza en que la sentencia responderá a la lógica y al sentido común. Y en que esa sentencia, si bien no aclarará quiénes fueron los autores de la masacre, sí que abrirá el camino para que sepamos quiénes pudieron participar en la trama de falsificación. Y de ahí a los verdaderos autores tan sólo hay un pequeño paso.
Así pues, me gustaría decirle a esas víctimas con las que Fernando Lázaro hablaba que tengan confianza: la sentencia va a servir para mucho. Y me gustaría también decirles que no es cierta una de las cosas de las que se quejaban: no es cierto que la sociedad esté dispuesta a pasar la página. Por lo menos, no toda la sociedad. Somos muchos los que compartimos con esas víctimas el deseo de que esta masacre se aclare. Somos muchos los que trabajamos para que así sea. Y somos muchos los que sabemos que la cuestión no es si los verdaderos autores terminarán pagando, porque eso lo damos por descontado. La única duda es cuándo tendrán que hacer frente a sus responsabilidades penales.
Y ahí, por supuesto, la sentencia que el tribunal emita tendrá una gran influencia: cuanto más lejos vaya la sentencia a la hora de desmontar la patraña, más cercano estará el día en que los verdaderos terroristas del 11-M se sienten en el banquillo.
Y yo estoy seguro de que el día en que la sentencia se emita habremos dado un paso de gigante. Y algunos verán la cárcel mucho más cercana de lo que les habían prometido.
P.D.: Excelente también la carta de Pedro J. y el oportuno recordatorio de la obra de Ionesco. Enlazando ambos artículos, la diferencia entre la actual situación y la obra del dramaturgo francés de origen rumano es que, en España, somos una mayoría los que no estamos dispuestos a convertirnos en rinoceronte.
P.D. 2: Estos son los enlaces para acceder a los dos últimos programas de "11-M: El Juicio", esa media hora que dedicamos semanalmente a analizar las últimas novedades en las investigaciones de los atentados:
Programa del 20 de septiembre de 2007
Programa del 27 de septiembre de 2007
domingo, septiembre 30, 2007
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