domingo, septiembre 30, 2007

Ferrand, Entre lo malo y lo peor

lunes 1 de octubre de 2007
Entre lo malo y lo peor‘God save the King’ Manuel Martín Ferrand

Ante la carencia de letra en nuestro himno nacional, le tomo prestado al Reino Unido el primer verso del suyo —“Dios salve al Rey”— para encabezar estas líneas. Aunque allí lo llevan cantando desde 1740, aquí y ahora es donde y cuando adquiere su máximo sentido. También podría haber comenzado, visto el problema con referencia a José Luis Rodríguez Zapatero, con una cita de Casimir Delavigne, el autor de La Parisienne, el himno de la revolución de 1830 que, para muchos franceses, es tan popular como La Marseillaise: “Les sots depuis Adam sont en majorité”.
Verdaderamente, “desde los tiempos de Adán los tontos están en mayoría”. Especialmente en el ejercicio de una democracia débil que, degenerada en partitocracia, convierte a los representantes (?) elegidos por el pueblo en un grupo lanar atento a las señales de su pastor y temeroso del perro que les ladra.
No hace falta ser monárquico para llevarse las manos a la cabeza al contemplar el paisaje político nacional y las turbulencias que lo agitan. Basta con recurrir al sentido común. Incluso para quienes, legítimamente, desean la llegada de una Tercera Republica, el procedimiento de acoso al Rey que, con el entusiasmo de unos y la pasividad de otros, tenemos a la vista es, rotundamente, insensato. La Constitución de 1978, el gozne fundamental sobre el que gira el paso de la dictadura franquista a la “normalidad” democrática, nos dotó de una forma de Estado, la monarquía, que, llegado el momento y si esa fuere la demanda popular, podría reemplazarse por una república; pero, en ningún caso, a tontas y locas, a empujones y según los designios de minorías muy concretas.
A quien hay que salvar es a España y, para ello, conviene preservar la figura del Rey. Los espasmos que hoy rigen nuestra convivencia y la alteración centrífuga que generan quienes dicen que no quieren seguir siendo españoles podría corresponderse con deseos respetables, pero que deben aguardar su turno, según la propia norma constitucional, en bien de la mayoría y en razón del bienestar y progreso de más de cuarenta millones de personas, los ciudadanos/contribuyentes del Reino de España.
En la historia de los gobiernos de España, democráticos o no, nunca se había observado una irresponsabilidad, sustentada en la inanidad de sus protagonistas, como la que hoy encarna el que encabeza Zapatero. Ayudado por el germen demoledor que encierra el Título VIII, con el único fin de sostenerse en el poder, el líder socialista ha roto con la tradición histórica del PSOE y la mayoría de sus actos de Gobierno contribuyen a la disolución de la idea de España. Es la pretensión confederal que se puede dibujar en una pizarra, pero que niegan la Historia y el deseo de la más rotunda mayoría del pueblo español.
La dificultad de la situación se acrecienta en razón de la escasez del partido monopolista de la oposición. Un perezoso Mariano Rajoy, al frente del equipo que pilotó el último naufragio del PP, parece poca cosa para enderezar lo que está muy torcido y propicia las furias separatistas que, para aprovechar la oportunidad, se observan con especial efervescencia en Cataluña, Galicia y el País Vasco.
Vamos de mal en peor y, para tratar de remediarlo —ya veremos con qué eficacia—, se van poniendo en marcha nuevos partidos políticos que tratan de enmendar los daños que, por acción u omisión, generan los dos grandes para el alborozo de los grupos separatistas que, en rotunda minoría, se han hecho con el control verdadero del poder.
Este pasado fin de semana, en Madrid, se presentó en sociedad el nuevo partido que inspira Fernando Savater y encabeza Rosa Díez. Entre los asistentes estuvo Mario Vargas Llosa, que puso el dedo en el centro de la llaga de nuestro problema colectivo. El PSOE, según el escritor, ha dejado de ser “el dique de contención de los nacionalismos” y son precisamente los nacionalismos “lo único que conspira contra la evolución admirable” que supuso la Transición. Por lo que respecta al PP, dijo Vargas Llosa: “Soy liberal y el liberalismo en el partido popular es minoritario, no está presente ni en su ideario ni en su conducta política”.
Cada cual, según sus afinidades, puede situar “lo malo” y “lo peor” en el PP o en el PSOE, pero en el lúcido diagnóstico del peruano de nacimiento y español de adopción están los limites del problema que nos aflige.

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