domingo 30 de septiembre de 2007
Carrera de deslealtades
POR M. MARTÍN FERRAND
LA impudicia que exhiben muchos de los líderes nacionalistas, en flagrante deslealtad con la norma constitucional que les ha llevado al poder, no es nueva en la Historia de España. Lo nuevo está en la impunidad con la que operan y que, sostenida en el tiempo, va afirmando su temeridad soberanista. Lo raro no es que un personaje como Juan José Ibarretxe insista en su prolongada carrera de provocaciones al Estado en que se incluye y desacatos a la Constitución y al Estatuto de los que arranca la legitimidad de su Gobierno. Lo sorprendente es que no le pase nada, que el Gobierno del Reino de España mire hacia otro lado y susurre, entre acomplejado e incapaz, la más demoledora de todas las teorías de la prudencia, la del mal menor.
Cuando alguien, cualquiera, actúa fuera de la Ley -trátese de un inmigrante sin papeles o de un cacique separatista-, sólo hay un camino posible que no quiebre los supuestos del Estado de Derecho y, lo que es también importante, del sentido común: conducir al infractor ante el juez correspondiente y esperar -sentados en el caso español- a que la máquina de la Justicia se ponga en movimiento y actúe en consecuencia. Todo lo demás no es que no sea democrático, es que sólo produce caos, incertidumbre y males mayores.
La clave está en la lealtad frente a sus electores de quienes gobiernan y junto a quienes, con mayor rango, representan los poderes del Estado. Como enseña Salvador de Madariaga, «vale más un error leal que la verdad desleal». En su propia y desleal mentira están instalados quienes, desde el separatismo activo o su cooperación consentidora, no dejan de producir un ruido que frena nuestra posibilidad colectiva en el camino del progreso y enflaquecen nuestra democracia. José Luis Rodríguez Zapatero es, en eso, un verdadero campeón. No contento con su complicidad con las fuerzas centrífugas que perturban nuestro horizonte, trata de internacionalizar su ejercicio de discordia diferencial y olvido de los compromisos que tiene adquiridos.
Sabido es por todos, sospecho que incluso por Miguel Ángel Moratinos, que las relaciones de Rusia con la Unión Europea no son las deseables y que hay en ellas, especialmente en los capítulos del intercambio comercial, más divergencias de las que aconseja la buena vecindad. Zapatero, el líder que es capaz de conversar con George W. Bush durante cuatro segundos, se fue a pasar el fin de semana con Vladimir Putin al balneario de Sochi, el confortable refugio de la vieja nomenclatura soviética, y aprovechó el viaje para, bilateralmente, desmarcarse de las líneas de actuación de la UE. Ignoro con qué beneficios para España. Quien no se ejercita en la práctica de la lealtad, ¿puede exhibir alguna autoridad para reclamársela a quien debe hacerlo? Cuando la solución teórica se convierte en parte del problema, éste se vuelve irresoluble. Es nuestro caso.
domingo, septiembre 30, 2007
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