domingo, septiembre 30, 2007

Ignacio del Rio, Iraq y Aznar

lunes 1 de octubre de 2007
Iraq y Aznar Ignacio del Río

Aznar: “Es muy importante contar con una resolución. No es lo mismo actuar con ella que sin ella. Sería muy conveniente contar en el Consejo de Seguridad con una mayoría que apoyase esa resolución”.
Aznar a Bush: “Estoy de acuerdo, pero sería bueno contar con el máximo número de gente posible. Ten un poco de paciencia”.
Bush a Zapatero: “Hola. Qué tal está”.
Zapatero a Bush: “Brbrbrbrbr” (ininteligible).
El País ha hecho el mayor favor a Aznar publicando parte de las actas de las conversaciones entre Bush y Aznar con motivo de la invasión de Iraq. Una página, la de El País, que debería estar colgada en la web del PP a doble columna con las imágenes de Bush y Zapatero en la cumbre de Naciones Unidas, por mucho que se diga que Rajoy matiza la “doctrina Aznar”, que no es otra que la validez de la resolución 1.414 como cobertura de legalidad internacional, completada por la 1.511, de octubre del 2003, que ampara a los países que actualmente tienen tropas desplazadas a Iraq.
Rajoy tenía que haber defendido “la convalidación” por el Consejo de Seguridad de la intervención militar en Iraq, como consecuencia de la suma de las dos resoluciones. La convalidación en el Derecho es una fina institución con origen en el Derecho Canónico que hunde su fundamento en la sanatio in radice, algo que hubiera tenido que explicar a Zapatero.
En cualquier caso, más allá del debate sobre la legalidad internacional, en un mundo lleno de flagrantes y horribles atrocidades, es evidente que teníamos un presidente del Gobierno que dialogaba con el presidente de Estados Unidos de Norteamérica, que le transmitía sus opiniones y que el presidente de la primera potencia escuchaba lo que decía. Una relación que sólo puede ser motivo de orgullo y satisfacción, además de aportarnos tranquilidad, salvo que el modelo existencial a que se aspire esté a medio camino ente la Venezuela de Chávez, la Cuba de Fidel y la Turquía de Erdogan.
El cambio proporcionado por Zapatero tiene sus raíces en el antiamericanismo hippie de los 70 y recrea la identificación de la izquierda con los movimientos revolucionarios dirigidos a gritar “yankies go home” en busca del paraíso, hoy perdido, de la utopía socialista. Un complejo que había superado el PSOE de Felipe González, el de la OTAN y el de “prefiero que me atraquen en el metro de Nueva York a vivir en Moscú”, pero que se ha reactivado con Zapatero, que vive anclado en un pasado irredento. Y se queda feliz cuando Bush le saluda con la canción de “Hola, qué tal”, que cantaba unos dibujos animados de pequeños gnomos azules conocidos como los pitufos.
Cuando Sarkozy y Merkel retoman en sus países una política internacional atlantista, Zapatero quiere liderar el movimiento contra el cambio climático, una vez que ha capotado la Alianza de Civilizaciones. Una absoluta desorientación en las relaciones internacionales y una total imprudencia en la política nacional, donde los pitufos nacionalistas locales montan día tras día un espectáculo, ante el asombro, la paciencia y el hartazgo de la mayoría de los ciudadanos.
El siguiente movimiento no sólo es jaque al Rey, también es jaque mate a cinco siglos de historia y a un proyecto de futuro plenamente integrado en las democracias occidentales, por muchos nubarrones financieros o sociales que nos atemoricen. Sin identidad no te reconoces; sin símbolos no hay identidad, y sin la defensa de los valores y principios de nuestra cultura, sólo se produce la disolución de nuestra sociedad. No se puede calificar de desvarío la declaración de Ibarretxe cuando es un claro desafío, porque si de locura se tratase lo que habría que hacer es incapacitarlo para estar al frente de una institución del Estado.
Teníamos un presidente que sin duda cometió errores, pero defendió un modelo de país, en libertad y con democracia, capaz de estar en las decisiones de las grandes potencias. Y encima bajó el déficit que dejó Solbes del 7% al 3%. Indudablemente, en el cambio hemos empeorado.

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