lunes 1 de octubre de 2007
CARLOS LUIS RODRÍGUEZ
a bordo
El Mago Quin
No hay en el repertorio del Mago Antón un truco semejante. Metemos en una caja mágica una organización de resistentes recién salidos de las catacumbas, la cerramos con estas llaves que cualquier amable persona del público puede comprobar y pasados veinticinco años, la abrimos y de ella salen vicepresidentes, conselleiros, alcaldes y todo un amplio surtido de poder.
Como todos los magos, los del BNG saben el secreto del prodigio, aunque en pleno espectáculo no lo digan. Como todos los espectadores, los del BNG prefieren seguir creyendo que fue el clásico abracadabra el que operó la transformación de Cenicienta en princesa, o lo que es lo mismo, la fuerza social del nacionalismo.
Nadie duda de que dentro de esa caja mágica los nacionalistas pelearon para hacerse un sitio en la sociedad, pero eso no hubiera sido suficiente para lograr el poder que ahora tienen. La explicación tiene más que ver con la aritmética que con la épica. El BNG ha sido el gran favorecido de un peculiar sistema de partidos donde hay dos siglas irreconciliables y un complemento, uno solo, que es precisamente el BNG.
Bastaría con que hubiese en Galicia otro complemento, como sucede en Ferrol con Esquerda Unida, para que el truco no funcionase y Cenicienta se quedara a medio camino entre la casa de la madrastra y el palacio. El peligro del nacionalismo actual no es el retorno al BNG artesano del 82, sino su instalación en el papel de complemento más circunstancial que directo, en la vigente gramática política del país.
Las palabras de Quintana en las bodas de plata de su organización reflejan ese temor. De los tres referentes del nacionalismo moderno, Quintana es el que tiene más claro que sin un fuerte anclaje en la Galicia real, el BNG sólo puede aspirar a ser usado de comodín. Paco Rodríguez es el guardián de las esencias, Beiras ve en el nacionalismo una suma de causas minoritarias, Quintana pide a la audiencia que el BNG no vaya quinientos pasos por delante de la sociedad.
El destronado Imaz lo dice con otras palabras en el Alderdi Eguna. Pone el ejemplo de un edificio, al que algunos prefieren dar muchas alturas, olvidando la cimentación, mientras que otros nacionalistas como él dan preferencia a los cimientos a fin de que la construcción no se desmorone. Dicho con otras palabras, las huidas hacia delante no sirven de nada si la gente se queda quinientos pasos atrás.
Para mantener ese equilibrio entre la épica y la realidad, Quintana ha de practicar la magia con las palabras. Metemos la cruda autodeterminación en una caja mágica, la cerramos con estas llaves que cualquier amable persona del público puede comprobar, y pasados unos segundos, abrimos y tenemos una autodeterminación dinámica, no plebiscitaria, que consiste en lograr día a día mayor autogobierno, o sea, en darle la lata a la ministra Salgado hasta que fume (es un decir) la pipa de la transferencia.
Tampoco tiene el Mago Antón algo así en su estupendo repertorio. El Mago Quin compite con él en el mundo del ilusionismo haciendo trucos con los conceptos sagrados de antaño, o metiendo en la misma carroza a un heterogéneo plantel que aparece en la foto escuchando el himno con puño izquierdo o puño derecho, de brazos cruzados, con la mano en el corazón, o las manos apretadas delante, como el futbolista que espera el lanzamiento de la falta. Su éxito consistirá en hacer que el prodigio pase de la magia a la realidad, y eso depende de que los quinientos pasos sean uno o dos.
domingo, septiembre 30, 2007
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