lunes 1 de octubre de 2007
Rosa Díez, entre el miedo de Zapatero y el domador del tiempo
EL presidente Zapatero está recogiendo las tempestades que sembró a lo largo de la legislatura y ahora, perdida la sonrisa como cuando le estalló la bomba de ETA en Barajas, su semblante transmite desconcierto y temor. Se vio en Moscú, adonde Zapatero fue a buscar una foto con Putin para tapar el desaire de Bush, pero al revelarla apareció acompañado de Ibarretxe y su calculado desafío al Estado, que reitera aires de fanfarrón diciendo que «no le temblará el pulso» al convocar la consulta para la autodeterminación del País Vasco.
Zapatero, pide serenidad y anuncia que recibirá al lendakari para oírle y explicarle que el referéndum es ilegal. El presidente está asustado y quiere tranquilizar a Ibarretxe para que no revele el acta de los pactos políticos hallados en el santuario de Loyola entre PSOE, PNV y Batasuna. Los que están en el origen del desafío de Ibarretxe y explican su discurso cuando pregunta: ¿por qué hay que esperar al fin de ETA para avanzar camino de la independencia vasca? O dicho de otra manera: ¿por qué Zapatero no concede al PNV lo que estaba dispuesto a dar a ETA? Y en esa línea, de quitarle hierro al hierro, la vicepresidenta De la Vega intenta reducir el desafío a desvarío, Rubalcaba habla de campaña electoral del lendakari y Zapatero busca un titular que distraiga a la opinión pública diciendo que Ibarretxe se equivocó de siglo, continente y de país, que es, precisamente, lo que le ha ocurrido a él desde que llegó al Palacio de la Moncloa.
El presidente no sabe qué hacer ante el cúmulo de turbulencias políticas y económicas, y desconoce el posible impacto electoral de todo esto, a lo que se añaden los ataques a la Corona que fomenta el Gobierno tripartito de la Generalitat, y que Montilla dice que sólo dañan a Cataluña y no al Estado, después de no condenar la quema de las fotos del Rey y haber consentido la enmienda de la Entesa (PSC, ERC, IU) en el Senado en contra del mando de las Fuerzas Armadas que la Constitución otorga al Monarca (¿dónde está el «capitán» José Bono, que se decía dispuesto a inmolarse por España?).
Una campaña contra el Rey que iniciaron los sectores más radicales del nacionalismo para imputar a la Corona -visto el éxito mediático de la agresión- el incumplimiento por Zapatero de su reforma confederal del Estado y que, de no amainar o no quedar reducida al ámbito del simple espectáculo mediático y político, corre el riesgo de llegar, como plebiscito o test, a las próximas elecciones generales. Lo que por una parte teme el PSOE, porque conoce el prestigio de la Monarquía, y por otra preocupa al PP porque podría abrirse en serio el debate sobre la República. Algo que se intentó evitar cuando se planteó la reforma constitucional sobre el derecho de la mujer en la sucesión al trono tras el nacimiento de la Infanta Leonor.
Estamos asistiendo a un sorprendente espectáculo que se desarrolla en un circo de tres pistas (nacionalismos y debate territorial, crisis económica y ataques a la Monarquía) en el que el líder del PP, Mariano Rajoy, se nos presenta como el domador de los tiempos con su discurso de la obviedad, para decirles a Ibarretxe y a Zapatero que hay que cumplir la ley, pero sin oponerse de una manera tajante al encuentro de ambos y bajo chantaje en La Moncloa; o sin recordar -como habría hecho Aznar, de quien muchos en el PP dicen que ganaría estas elecciones- que, en caso de que el lendakari convoque el referéndum, se podría suspender el Estatuto vasco.
Rajoy nos habla del sentido común, afirma que hay que ser serios, que hará un Gobierno «como Dios manda» y asegura que defiende España mejor que Zapatero. Pero de liderazgo, contundencia y candidatos de prestigio y con la credibilidad necesaria para transmitir ilusión y firmeza, poca cosa. Estas cualidades se aprecian con más nitidez en la nueva oferta electoral de UPD, el partido que lidera Rosa Díez, que preocupa al PSOE y al PP, y que ha presentado con novedad y acierto un equipo de prestigiosos personajes de la cultura y la política como Savater, Vargas Llosa, Ibarrola, Boadella y Buesa, camino de un pacto con Ciudadanos, y que ya veremos la acogida que recibe y si consigue traspasar el férreo muro audiovisual que protege a Zapatero y que apenas consigue sortear el PP.
El domador del tiempo no tiene prisas, ni quien le escriba un discurso, ni nombres que enseñar -ahí tiene a Manuel Pizarro con su impresionante prestigio y su reconocido valor tras la batalla de Endesa-, y todo queda aplazado al mes de enero, fecha en la que anunciará las listas electorales que más «le convengan a él», según su temeraria confesión, dejando que otros, como Rosa Díez le tomen la delantera, abanderen la bandera y se presenten con propuestas como la reforma electoral y la recuperación por el Estado de la competencia de Educación.
En el Partido Popular confían más en la capacidad de autodestrucción de Zapatero que en sus propios recursos. Creen que los 1.700.000 votos de las candidaturas independientes de las pasadas elecciones municipales les favorecerán, y están convencidos de que el poderoso suelo electoral del PSOE en Cataluña y Andalucía se abrirá como una sima a los pies del atribulado Zapatero si ETA, siguiendo su vieja estrategia de «cuanto peor, mejor», decide atacar.
LA CRÓNICA DEL LUNES
domingo, septiembre 30, 2007
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