domingo, septiembre 30, 2007

P.M. Diaz, El general en su leberinto

domingo 30 de septiembre de 2007
El general en su laberinto
POR P. M. DÍEZ
Nada más llegar ayer a Rangún, el enviado de la ONU, Ibrahim Gambari, recorrió 400 kilómetros más hasta Naypidaw, la nueva capital de Birmania levantada en plena jungla cerca de Pyinmana. Un lugar que refleja el hermetismo de la Junta militar que dirige el hombre fuerte del país, el general Than Shwe. Un fin de semana de noviembre de 2005, el Gobierno anunció el traslado de la Administración y los funcionarios hicieron las maletas a toda prisa y dejaron atrás a sus familias, para poder estar el lunes en sus puestos de trabajo.
En poco tiempo, uno de los países más pobres del mundo ha gastado miles de millones en construir una ciudad siete veces mayor que Manhattan. Para los pocos que la han visitado en viajes organizados por los militares, la nueva sede de los ministerios y organismos estatales es una urbe fantasmagórica cuyos imponentes edificios relucen en medio de la selva. En una de esas visitas, el 27 de marzo de 2006, con motivo del Día de las Fuerzas Armadas, la Junta militar anunció el nombre de la nueva capital: Naypidaw, que significa la «Ciudad de los Reyes».
La explicación oficial a este cambio es que la Administración necesitaba más sitio y que Rangún, con cinco millones de habitantes, se había quedado pequeña. Naypidaw, en el centro del país, ofrece también una localización estratégica y un entorno natural.
Para quienes no creen esta versión, la nueva capital representa el último intento de la Junta militar por perpetuar su anacrónico sistema, vigente desde 1962. El régimen no sólo ha convertido a Birmania en uno de los países más aislados del mundo, sino que trata de separarse de su pueblo.
A prueba de ataques aéreos
Así lo demuestra el búnker del Gobierno, un complejo de túneles subterráneos a prueba de ataques aéreos. Dicho recinto ha sido construido por ingenieros de Corea del Norte, otro país experto en cerrarse al mundo y con el que Birmania ha estrechado sus lazos.
Además, en Naypidaw están diferenciadas las zonas militares, administrativas, residenciales y comerciales, por lo que los funcionarios no tienen acceso a las instalaciones del Ejército y los bloques de viviendas y las tiendas están separados de los edificios oficiales.
La razón del aislamiento resulta más convincente que la seguridad de Naypidaw en caso de una invasión de EE.UU.. Mientras Rangún, enclavada en la costa, sería difícil de defender, la nueva capital podría resistir al encontrarse en el interior y rodeada de jungla. Pero esta teoría se desmonta porque los bombardeos de las guerras actuales se efectúan con aviones o con misiles teledirigidos.
Hay quien ha achacado el cambio a la influencia que astrólogos y adivinos podrían tener sobre el general Than Shwe, que sería tan supersticioso como sus compatriotas y acudiría con frecuencia a los consejos del más allá.
Atrapado en la encrucijada de las protestas más graves de los últimos veinte años y haciendo frente a una posible división en el Ejército, habrá que esperar para saber lo que los astros recomiendan al veterano militar. Lo malo es que el general sigue en su laberinto y allí no se ven las estrellas. Ni tampoco a su pueblo.

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