miercoles 5 de septiembre de 2007
Pero... ¿desde cuándo tiene alma ZP?
POR IGNACIO RUIZ QUINTANO
El socialismo cañí siempre ha tenido problemas con el alma, es decir, con Platón. El hermano de Juan Guerra, que era el «gagman» de ese socialismo, para no pasar por desalmado, puso Alma a una chiquilla. Y ahora nos enteramos de que, si Rodríguez se sienta a la mesa de la Eta, es para que no se diga que no tiene alma. ¡Acabáramos! Porque no es lo mismo que lo acusen a uno de no tener alma que de no tener cojones.
«Tener cojones» es una idea española, pero «tener alma» es una idea griega, aunque está escrito, y no por Gamoneda, que la idea del alma como una realidad diferente del cuerpo y separable de éste fue una gota de sangre extranjera (escita o tracia) en el cuerpo de la cultura ateniense. Así nos explicamos todos esos artículos de fondo en apoyo de un Rodríguez que chalaneaba con Ternera un arreglo del Norte o Septentrión. Esas octavillas de Ferlosio gritando «Nenikékamen!». O las de Antonio Elorza exigiendo más «Isegoría!» O las de Carlos Fuentes jalando de la «Isonomía!» Eran sus formas vergonzosillas de decirnos que Rodríguez tiene alma, aunque laica.
La que no tiene alma es la derecha liberal, que, al ser materialista, tiene, en vez de alma, psicología. Y mala suerte, porque nuestros físicos niegan la existencia de la materia, y nuestros psicólogos, la de la mente. Bien bonito lo explicó Bertrand Russell:
—Mente y materia fueron algo así como el león y el unicornio que luchaban por la corona: la batalla no termina con la victoria de uno u otro, sino con el descubrimiento de que ambos son solamente invenciones heráldicas.
Pero, después de haberlo visto poner en la calle a la estantigua de De Juana Chaos, nadie podrá decir que Rodríguez no tiene alma. Sólo que el alma de Rodríguez ha pillado a la derecha como los españoles a Moctezuma, comiendo chocolate con soconusco (¿quién inventaría los polvos de Soconusco?) y jugando con muñecas. El fatalismo azteca se resignó a Cortés como el fatalismo liberal se resigna a Rodríguez: un accidente lo trajo, otro accidente se lo llevará. Y a discutir el más grande de los problemas metafísicos, que es el del alma, a falta de un Maeztu, envían a Soraya, que es de las que se tapan cuidadosamente la boca para que no les entre un alma, como ocurre en la filosofía yogui —nada que ver con el oso filósofo de Muñoz Molina—, y que parece lo bastante laiquilla como para haberse casado por algún rito a lo Lévi-Strauss en el Brasil, el país que descubrió cómo Dios escribe recto por medio de líneas «tortas».
Rodríguez, pues, tiene alma, y en eso, al menos, es como la literatura rusa. Pero ¿de dónde le viene a Rodríguez el alma? ¿De sus veinte años de diputado culiparlante leyendo a Gamoneda? ¿De su estancia veraniega con los oscos? Es igual. Lo que importa es que Rodríguez tiene alma y nos quiere acabar de modernizar. ¿Cómo hacernos definitivamente modernos? Haciéndonos felices, es decir, dóciles.
—La conquista del poder no tendría sentido si no hiciéramos felices a los hombres.
Eso dijo en los días genesíacos del progresismo el comisario Lunatcharski, y para la izquierda occidental quedó, en palabras de Fumaroli, la leyenda de un Parnaso ultramoderno trabajando de consuno con un Estado ultramoderno en ultramodernizar a un pueblo inocente, pero atontado por la religión y el Antiguo Régimen.
Para hacernos felices con toda su alma, Rodríguez cuenta con el comisario Marina, que se encargará de la felicidad de los adolescentes, y con el ministro Molina, que proveerá la felicidad de los cómicos de la escudilla, cuyo cometido, como acostumbran decir de sí mismos, es hacernos pasar un buen rato. ¡Jesús, José y María! Yo ya estoy viendo al ministro en madreñas y con la zambomba llevar en Navidad a las «galescolas» esta buena nueva: «As bonecas de Famosa se dirixen o portal...» Después de todo, como decía Max Aub, cada uno es de donde ha hecho el Bachillerato. Pero vienen unas elecciones y sólo la victoria decidirá si hay que decir fe púnica o fe romana.
martes, septiembre 04, 2007
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