miercoles 5 de septiembre de 2007
Odiosa comparación
POR M. MARTÍN FERRAND
Entre quienes se proclaman devotos y seguidores de Mariano Rajoy abundan los que repiten, con insistencia de letanía, que el presidente del PP tiene más y mejores condiciones para estar al frente del Gobierno de la Nación que para encabezar las filas de la oposición. Dado que no es posible —al menos, de momento— el contraste entre esas dos funciones tan singulares y antagónicas en la acción biográfica del líder, cabe sospechar de la intención que alimenta tan inconsistente alabanza. Con amigos como los que glosan sus méritos, mejor está Rajoy sometido al mal trato de sus adversarios, en los que, por lo menos, quedan en claro su intención y su interés.
Como el propio Rajoy practica la ambigüedad como pieza de su elegancia personal, todos los dimes y diretes que corren en su entorno le perjudican. Basta que alguien, como Alberto Ruiz-Gallardón, exteriorice una legítima ambición o que, como Rodrigo Rato, se limite a no decir nada para que se desaten las cábalas. Las más, en el seno del partido que, sin secretario general desde que Francisco Álvarez Cascos abandonó la función, es una tropa desordenada y confusa. Las menos, pero más demoledoras, las que propagan quienes, desde dentro, aspiran a que corra el escalafón —hay mucho entendimiento funcionarial en el PP— y, desde fuera, preferirían vérselas con un líder de la derecha de menos fundamento intelectual y parlamentariamente más débil.
Sólo sus compañías más próximas le perjudican tanto a Rajoy como su propia anfibología. Ellos, conscientes de sus limitaciones, tratan de asegurar su futuro, siempre dentro de la maquinaria del poder, alargando la distancia del líder con la realidad social y, sobre todo, con las personas que, en el segmento social que casa con la pretensión representativa del PP, tienen algo que decir desde la experiencia y el pensamiento. Un juego tan interesado como peligroso y estéril se afianza con el desdén con el que, vistiéndole de ironía, Rajoy se acerca a cuanto no le complace.
La normalidad cívica del personaje la disminuye en la comparación con la megalomanía galopante en la que está instalado José Luis Rodríguez Zapatero, un líder que no aspira sólo al futuro, sino que trata de arreglarnos también el pasado.
La comparación de un Rajoy presidenciable con otro Rajoy líder de la oposición, la de sus amigos, no puede ser más viciosa. Aparte de que el poder, su ejercicio, es el más embellecedor de todos los maquillajes conocidos, con quien hay que comparar al aspirante Rajoy es con Zapatero, al que trata de relevar cuando se abran las urnas para las próximas legislativas. Por mucha que fuere la ambigüedad del gallego no alcanzará nunca la confusa y atropellada oscuridad del leonés y, sobre todo, España es una realidad presente en Rajoy. ¿Se puede decir lo mismo, desde los hechos, de Rodríguez Zapatero?
martes, septiembre 04, 2007
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