martes, septiembre 25, 2007

Quintano, Con que libertad de creacion, ¿eh?

miercoles 26 de septiembre de 2007
Con que libertad de creación, ¿eh?

IGNACIO RUIZ QUINTANO
CON la misma naturalidad que sus mayores defendían la dictadura del proletariado en nombre de la democracia liberal, una alcaldesa de pueblo defiende la sodomización de Juan Pablo II en nombre de la libertad de creación.
Fue Fumaroli, que seguramente no forma parte de las lecturas de la alcaldesa, quien observó la importancia y la frecuencia, en el vocabulario de la nueva lengua cultural del Estado, de las palabras «creación» y «creador», tontamente deslizadas de la lengua teológica a la crítica de arte. Según Fumaroli, traducciones cristianas del griego «poiesis» designan por metáfora la actividad del artista que, a imagen de Dios, es capaz de «crear» formas, aunque sólo la muerte de Dios pudo dar a ese término el sentido de una creación «ex nihilo», que hace del artista, no la imagen de Dios, sino un Dios hecho y derecho, y de sus obras, otros tantos mundos sin ninguna relación con el mundo natural, cadáver de un Dios muerto.
-La religión moderna del arte tiene la tendencia a sacralizar al artista y la obra de arte como un operador y una operación gnósticos, que desafían el orden absoluto del universo, desecho o error de su creador.
Sólo así empieza a explicarse uno las «noches blancas» de Madrid o que un turista holandés se consagre mediáticamente como artista internacional por el socorrido procedimiento de dar por el culo a un romano Pontífice, puesto que, después de todo, de «ser puente entre la sociedad y el arte de su época se trata», al decir de la directora de un museo seguramente en la cúspide del favor y de las subvenciones.
-Defendemos la libertad de creación -repite la alcaldesa-. No entraremos a censurar las manifestaciones artísticas.
El socialismo municipal de esta galería de arte española que convierte en artista a un turista holandés pícaramente orientado ya puede mirar por encima del hombro de la libertad a la socialdemocracia protestante de esas galerías de arte suecas que, por miedo al alfanje, se negaron a exponer las caricaturas de Mahoma de Lars Vilks.
-Yo lo único que quería era discutir -ha declarado el caricaturista en algún agujero del casquete polar.
Este Vilks no sabe que el afán de la discusión lleva siempre a la guillotina. Russell contaba cómo los aristócratas ingleses, cuando vieron cruzar el Canal de la Mancha a los discutidores franceses con la cabeza debajo del brazo, se volvieron religiosos y fundaron la era victoriana, que fue una era de mucha paz. Pero Vilks, que pasa por alto que Stalin, Pol Pot o Carrillo han sido unos ateos tremendos, está persuadido de que las guerras son cosa de Dios, con lo cual, si matas a Dios (sir James Frazer sostiene que el salvaje siempre mata a su dios), se hace la paz.
El salvaje, como también contaba Russell, es un individuo servicial que hace lo que sea necesario para sustentar las teorías de los antropólogos. A nuestros antropólogos progresistas les parece escandaloso desposarse con una virgen, y, para darles la razón, los nativos de Mbabane, capital de Suazilandia, invitaron a unos excursionistas de la Comunidad de Madrid a la ceremonia de los juncos, durante la cual el León, que, como su propio nombre indica, es el rey, elige de entre unas siete mil vírgenes otra esposa para su harén. Y otro que hace lo que sea necesario para sustentar las teorías de los antropólogos es Ahmadineyad, el amigo de González, que ha proclamado en la Universidad de Columbia que en su país no hay homosexuales (los ahorcan), mientras su escandalizado anfitrión le retaba a respetar la libre expresión como la respeta esa alcaldesa del partido de Rodríguez, el que tardó veinticuatro horas en levantar un anuncio de prensa en el que aparecía avalando plazas gratuitas de avión.
Bendita sea la alcaldesa, pero, puestos a «ser puente entre la sociedad y el arte de su época», ¿por qué no embudar, antes que a un Juan Pablo II, ajeno a nuestra cultura, pues no figura en la Educación para la Ciudadanía, a un Pablo Iglesias, de cuyo carisma se hacen cruces todos los padres progresistas a la hora de la cena?

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