jueves 6 de septiembre de 2007
Notas económicas para un día triste Primo González
Llevaba acumuladas el Ibex 35 cinco jornadas consecutivas de ganancias (algo que no sucedía desde octubre del año pasado), cuando una auténtica catarata de malas sensaciones, y alguna que otra noticia, han venido a truncar tan placentero discurrir de los mercados. Ya incluso había analistas que daban por finalizada la mala racha y por superado el impacto más directo de las hipotecas basura. Hasta los bancos, principales nidos de sospecha de los desaguisados crediticios de Estados Unidos, se habían tomado la libertad de emprender el rumbo alcista, bendiciendo los deseos de los inversores de situar de nuevo a los índices bursátiles en donde estaban el pasado primero de junio. Es decir, en máximos históricos.
Pero, de repente, las Bolsas se han plantado y han devuelto a los inversores a la realidad. Malas noticias no han faltado en los últimos días. Pero este miércoles ha sido pródigo y prolijo en cautelas. Primero ha sido Pedro Solbes en la Ser reconociendo la incertidumbre económica reinante (el Solbes menos optimista de los últimos meses) y, de paso, aprovechando para abrir una de las brechas más llamativas en el equipo económico e incluso en el aquelarre preelectoral que se traen entre manos los socialistas, a cuento de los pisos gratis para todos que ha lanzado la Junta de Andalucía. La novicia ministra del ramo, Carmen Chacón, ha salido naturalmente en defensa del presidente del partido (incluso ha arengado a otras Autonomías a seguir el ejemplo andaluz) y a última hora del día, Manuel Chaves ha dejado claro que tienen dinero suficiente para sostener la promesa de pisos para el que los necesite. Todo esto no es exactamente una mala noticia. Es algo peor: es una muestra del despiste que se trae el Gobierno a propósito de la “política” de la vivienda, en donde se suceden los palos de ciego, pero en donde tiene que vender una promesa creíble por evidentes razones electorales. Y cuanto antes. Las soluciones que se van presentando ofrecen signos de populismo, de peligroso deslizamiento por la cuesta abajo del gasto desbocado y, de ahí a perderle el respeto al superávit público (una de nuestras grandes señas de identidad) no hay más que un paso. El desatino de las viviendas, por cierto, ha corrido en las últimas horas paralelo a la decisión de congelar las tarifas eléctricas, lo que significa que el déficit de la electricidad sigue acumulándose y que el populismo le está ganando la batalla a la racionalidad económica. Esto de que el gasto de la luz de hoy lo paguen (con los correspondientes intereses, claro está) nuestros nietos no es de recibo, sobre todo para nuestros pobres nietos.
Segundo, las declaraciones del portavoz principal de la OCDE en París, el francés Cotis, rebajando las previsiones económicas de los países miembros. En un entorno previo en el que todas las revisiones eran al alza, ahora nos tropezamos con una primera revisión a la baja. La cosa no deja de tener su trascendencia.
Tercero, los diarios de la mañana presentaban, por lo general, un aspecto un tanto desolador, con las cifras del aumento del paro como estandarte. Las oficinas del paro en agosto han tenido cola abundante por primera vez desde hace años. Y sobre todo cola de obreros de la construcción que es lo que más sensibilidades genera, porque el drama del ladrillo, que muchos vaticinan pero que no acaba de dar satisfacción a los agoreros, es el candidato idóneo para certificar el final de la fiesta económica. Hay que anotar, entre paréntesis o sin ellos, que este mismo miércoles los empresarios del sector de la construcción han emitido un dictamen un tanto contradictorio: dicen que no encuentran personal para 11.000 puestos de trabajo que tienen sin cubrir en toda España. Las estadísticas del paro de agosto hablan de 34.000 nuevos parados en el sector. Puede que haya un desajuste geográfico: faltan obreros en una parte mientras en otra los hay que van a las filas de los Servicios de Empleo en busca de una oportunidad. Quizás se trate de un problema de deficiente movilidad de la mano de obra. O quizás no. Pero ahí está la duda. Mientras hay empresarios que no encuentran obreros, otros se apuntan al paro.
Cuarto, el BCE. Este jueves se reúne el Consejo de Gobierno del instituto emisor europeo, gestor de la Política Monetaria de la Eurozona. La inercia de antes del verano llevaba a la inexorable subida de tipos de interés, pero las cosas han cambiado. ¿Lo suficiente para ablandar la determinación de los consejeros del BCE, que quizás consentirían, todo lo más, con un aplazamiento de la subida? Pronto saldremos de dudas. Pero, con subida de tipos oficiales o sin ellas, la gente ha visto este miércoles cómo el Euribor, el de las hipotecas domésticas, escalaba hasta el 4,8%. Todo esto, en plena cuesta de septiembre, se hace más cuesta arriba que de costumbre.
La Bolsa lo ha notado y muchos inversores ha corrido a tomar su dinero mientras en el fondo resonaban las afirmaciones de Almunia en el Parlamento Europeo, esta tarde del miércoles, con un pequeño cambio de matiz en su discurso optimista de estas últimas semanas: el impacto de la crisis hipotecaria puede ir a más. Lo ha dicho casi textual. Los políticos a veces no cuidan mucho las palabras y sería bueno demandarles algo más de coherencia. Sobre todo cuando en cuestión de horas dicen cosas tan diferentes.
Y todo esto era parte de la crónica de un día en el que los inversores todavía no habían leído el Informe Beige de la Reserva Federal de Estados Unidos. En una jornada en la que se preparaban para escuchar lo que nos cuente el señor Trichet este jueves.
jueves, septiembre 06, 2007
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