martes, septiembre 04, 2007

Patxi Andion, Ecoismo

miercoles 5 de septiembre de 2007
Ecoísmo Patxi Andión

La sociedad civil se pregunta por los asuntos de su casa, es decir, por las cuestiones que merodean alrededor de las decisiones, científicas, culturales, políticas y, desde luego, civiles, que afectan a la preservación, mejora y desarrollo del medio en que se desarrolla, lo que comúnmente se llaman cuestiones medioambientales. Y la preocupación no es nueva. Parece sin embargo que los avisos que llegan sobre el célebre calentamiento global proponen una conciencia nueva. Tenemos que decidirnos por situarnos en el lado conservacionista de la civilidad como si el asunto fuera nuevo.
Desde el siglo III nos llegan documentos de la Hispania romana en los que se dictan normas y actuaciones de una u otra manera relativos a cuestiones medioambientales. Por ejemplo, son de esa época las primeras limitaciones a los terrenos, temporada y condiciones del ejercicio cinegético, de forma que se preservan territorios, se establecen periodos de veda para preservar las épocas de cría y lactancia de los mamíferos salvajes y se ponen coto a las acciones libres, quiere decir desnormativizadas.
Es verdad que el ser humano ha usado su entorno como una ubre infinita, libérrima e inagotable. Y consecuentemente con ello, ha comprendido que el medio que le sostiene no es otra cosa que su despensa personal, desde el punto de vista mineral, vegetal y animal. Los seres humanos, que no civiles, durante la mayor parte de su existencia en el planeta se han ocupado de tomar de éste todo lo que fuera susceptible de colmar sus necesidades del tipo que fueran, fuera cual fuera la situación de la “despensa”. La cuestión fue tal cual, sin demasiada trascendencia, mientras el uso fue subsistencial, no económico, preindustrial, si quieren.
Otra cosa bien distinta comienza cuando el hombre, ya civil, empieza a tomar de su entorno no sólo lo que necesita para él, sino lo que es susceptible de ser usado a nivel económico. Digámoslo: capitalista. Que no es en ese albor otra cosa que el colmo de la avaricia. El ánimo desenfrenado de acumular bienes por encima de la seguridad de supervivencia, con la intención de comerciar y acumular medios materiales y activos de valor, sean preciosos o monetarios. Y de ahí, de esos polvos, llegan estos lodos.
La sociedad civil, que no es otra que la desarrollada, esta aspaventada de las noticias que llegan sobre la salud del planeta y se percata, tarde, desde luego, de la sobreexplotación a la que ha sometido a su guarida. Llega por tanto el momento de alertar a los malos, así el propio pontífice Benedicto XVI llama a la salvaguardia, muy propio de su estirpe. El Gobierno USA reclama responsabilidad medioambiental a China, India, Corea y tantos países emergentes, y de pronto todos quieren apuntarse a la WWW Found, o Greenpeace, o… Todos quieren, de pronto, una vez adquirida la conciencia, adoptar la praxis ecologista.
Pero es tarde para eso. El ecologismo ha cumplido su tiempo. La concienciación universal inaplicada, políticamente interesada y la mayor parte de las veces perdida entre idealismos urgentistas e infantiles e intereses económicos ligados a subvenciones, subsidios y banderías oportunas para políticos oportunistas se desvela hoy periclitada, en vías de liquidación por derribo. Sus tesis populistas cogidas con alfileres de las investigaciones científicas escogidas y manipuladas, se hunden en sí mismas y lo que en una época sirvió como etiqueta de calidad hoy comienza a ser una mácula desprestigiada.
Llega el tiempo del Ecoísmo. Donde será imprescindible poner todas, todas, todas las cartas sobre la mesa. Incluidas las que barajan los pueblos con hambre y esperanza de vivir mejor. Hay que ponerse a ello. Ayer era tarde.
El sol madura las uvas como a los adolescentes, o las siestas. Septiembre

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