martes, septiembre 04, 2007

Antonio Cubero, Ciclismo y baloncesto, diferente dopaje

miercoles 5 de septiembre de 2007
Ciclismo y baloncesto, diferente dopaje Antonio Cubero

Pasan los Lagos de Covadonga sin pena ni gloria y, además, sin gesta española, y la Vuelta languidece poco a poco entre los bostezos de una afición que le ha dado la espalda. El ciclismo está tocado. Ni los intentos de La 2 desgañitándose con Carlos Andrés y Perico Delgado, ni voces como las de Javier Ares en Onda Cero ni la pluma de Josu Garay en las páginas de Marca logran que la gente vuelva a engancharse al pelotón para vivir esas tardes de gestas que tanto magnificaron este deporte en años aún no olvidados.
Son las tristes secuelas de un deporte que ha jugado con el fuego del dopaje y se ha quemado en la pira del desprecio de unos aficionados que han comprobado cómo sus ídolos no eran superhombres sino vulgares farsantes ávidos de fama y dinero por el engaño del dopaje. En su pecado llevan la penitencia.
La ‘roja’ más popular de nuestro deporte, la selección de baloncesto, ha vuelto a cautivarnos con la ‘ñemanía’ de unos jóvenes deportistas, sanos, simples, humildes y dicharacheros, capaces de encestarnos a todos en las gradas o delante del televisor desde el salto inicial de un Eurobasket que hemos hecho de todos.
Los Pau Gasol, Garbajosa, Rufy, Reyes, Calderón y demás hasta doce chavales metidos en muchos centímetros de altura y humanidad, con la dirección de una especie de santo varón llamado Pepu Hernández, han conseguido que nuestro baloncesto deje de ser, como decía Miguel Muñoz, un deporte visto por mil personas y en el que los jugadores se tocan el culete. Han conseguido que el baloncesto español haya pasado a ser un deporte que nos enseña a soñar y a ser igual al humilde y superior al mejor. Es su mejor dopaje.
acubero@estrelladigital.es

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