viernes 7 de septiembre de 2007
Rato se esfuma
En estos tres largos años de legislatura ya sabemos, lamentablemente, en qué manos, las de Zapatero, está el Gobierno de España, pero seguimos sin saber en manos de quién está la oposición —puede que en las del PP, en las de la Conferencia Episcopal, la COPE o la AVT, etc., o repartida entre todos ellos—, y de manera más concreta el Partido Popular. El culebrón del verano sobre la sucesión de Rajoy y las listas del PP al Congreso de los Diputados está pasando de la tragicomedia al drama, por el espantoso desconcierto en el que está sumida la dirección de los populares, empezando por su presidente, Rajoy, y siguiendo por el incapaz de Acebes, que ayer —como si todos menos él fueran idiotas— lanzó la bola de que la nominación de Rajoy como candidato a la presidencia del Gobierno, que será aprobada en la Junta Directiva del PP, el lunes era algo que ya estaba previsto desde junio.
Y este equipo, incapaz de gestionar su partido, quiere gobernar España. No es de extrañar que, en las actuales circunstancias, Rodrigo Rato decidiera huir de la política española anunciando dos cosas a través de sus portavoces y amigos: que no estará en las listas de Rajoy por nada del mundo, y que es falso que mantuviera conversaciones secretas con el líder del PP, como lo había declarado Rajoy hace muy pocos días. Lo que prueba que Rajoy, al margen de su incapacidad de liderazgo que le reconocen las encuestas, no dice la verdad y carece de la menor autoridad e iniciativa en el PP, donde se había desatado, entre sus bases, dirigentes y medios de comunicación de su entorno, una gran euforia por la posibilidad de que Rato regresara a las filas del PP, lo que por otra parte probaba la escasa credibilidad que tiene Rajoy en su propio partido.
¿Qué ha pasado? Pues que las relaciones entre Rato y Rajoy estaban rotas desde que Aznar eligió al gallego como sucesor. Y que Rajoy fue incapaz de recomponer su relación con Rato a lo largo de los pasados años, como ha despreciado la experiencia y el prestigio político de Francisco Álvarez-Cascos, con quien tampoco se habla, al tiempo que ha ido rehuyendo los contactos con Aznar, para ser exclusivamente él, por soberbia, timidez o vagancia, o por las tres cosas. Y cuando Rato anuncia que deja el FMI, en vez de pedirle Rajoy inmediatamente un encuentro y ofrecerle todo lo que quisiera para que le ayudara a ganar las elecciones, el líder del PP se quedó sentado a ver si Rato le llamaba pidiéndole audiencia. Y, naturalmente, Rato se cansó y se esfumó con un “ahí te quedas, majo”, camino de la empresa privada. Pero, eso sí, después de haber levantado expectativas en el PP, dejándose querer como si de “el deseado” se tratara, y ridiculizando el liderazgo de Rajoy.
Rodrigo ha hecho mal en jugar con su partido, porque ahora el PSOE le puede decir al PP que Rato no regresa a la política porque no quiere volver a perder, como hizo mal en dejar el FMI antes de cumplir su mandato al frente de tan importante organismo internacional. Pero ni Acebes ni Rato están en condiciones de decir que el ex vicepresidente económico no ha estado deshojando la margarita del regreso al PP porque, de lo contrario, la cosa no habría llegado tan lejos. Hasta el punto de que el director del diario El Mundo, Pedro J. Ramírez, exigía un pacto escrito y de sangre entre Rato y Rajoy en un llamativo artículo que se ha quedado en nada, y en el que el citado diario archivaba su conjura a favor de Esperanza Aguirre, a la que dejaron compuesta y sin novio, para subirse todos al carro de Rato que, por lo que se ve, no quiere más fotos en el “balcón de Carabaña”, ni más líos con este PP y la política española, lo que tiene fácil explicación.
¿Volverán los desencantados “ratistas” al regazo de Aguirre, a la que ya habían despeñado por el famoso balcón de Carabaña y que lleva tiempo dedicada a cuidar y colocar a las huestes —y ex familia— de Rato? Puede, pero, de momento, ya se han apresurado a decir que la ausencia de Rato no debe dejar expedito el camino de la sucesión a Gallardón, al que quieren mandar al Senado, como quien manda un preso a galeras, cosa que no puede aceptar el alcalde, y que sí que podría intentar Rajoy, para sacudirse posibles sucesores —a ver si va a ser cierta la broma de que Rajoy pretende seguir de presidente del PP si pierde otra vez las elecciones— y problemas internos. Porque si Gallardón va en la lista del Congreso, la banda sonora de la ambiciosa y celosa Aguirre tronará.
Al final, si Rato se va a la banca y Gallardón se queda en la alcaldía como pretenden los conjurados de Aguirre, Rajoy irá solo al combate electoral a no ser que, para entonces, encuentre otros y más notorios acompañantes de postín. Por cierto, hoy llegarán los dos pandas gigantes chinos al Zoo de Madrid.
viernes, septiembre 07, 2007
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