viernes 7 de septiembre de 2007
Se acaba un suspense y surge otro Lorenzo Contreras
Consciente de que las intrigas y las ambiciones personales de su entorno podían perjudicarle si les concedía una prórroga, Mariano Rajoy ha forzado ante los barones del PP su proclamación como candidato electoral número uno. Esto significa que se acabó el “suspense”. Pasado mañana es el punto final de su desgaste político en este aspecto. Y empieza el tiempo de su autoafirmación. A partir de ese momento el protagonista de la carrera será él y no, por ejemplo, Gallardón o cualquier otro personaje, que tras la renuncia de Rodrigo Rato a estar en la “gran lista”, y en ninguna, deja libre a Rajoy para su “escapada”, dicho sea en términos ciclistas.
Subsiste, por supuesto, la cuestión sucesoria, pendiente de la eventual derrota de Rajoy en las elecciones de marzo. Una derrota ardientemente deseada, con toda probabilidad, por quien en teoría se ofrece para propulsar el recorrido triunfal de don Mariano. Convertido en “gregario” de lujo, Gallardón esperará su oportunidad y, al mismo tiempo, anhelará el “pinchazo” del hasta ahora líder del partido.
Gallardón tiene dentro de la organización partidarios selectos y en activo, aparte de su padrino “senior” llamado Manuel Fraga, que fue gran amigo del padre de su protegido, como lo fue también de Ramón Rato, padre de don Rodrigo. Fraga no ha disimulado su preferencia por Gallardón, en el sentido de considerarle privilegiadamente en el pelotón de cabeza. Ya tiempo atrás le dedicó a Mariano Rajoy la más visible de sus antipatías. Eran los tiempos pontevedreses del actual líder, a quien Fraga, celoso de su proconsulado autonómico de Galicia, aconsejaba que se casara y se fuera a Madrid.
Rajoy hizo ambas cosas. De lo primero se sabe que ahí está sin exhibición de pareja, al contrario de lo que practican otros políticos que hacen la carrera en tándem. Sobre lo segundo, se ha comprobado que Rajoy aprovechó la coyuntura de la sucesión de Aznar, con algún disgusto mal disimulado por parte de Fraga, quien no dudó en recomendar con insistencia a José María Aznar que intentara un nuevo mandato presidencial en las elecciones del 2004, antes, por supuesto, del “descarrilamiento” del 11M.
La derrota de Rajoy en aquellas dramáticas circunstancias no le apartó de la carrera política, de modo que el registrador de la propiedad siguió ocupando la vacante que Aznar dejaba en la presidencia del PP. Pero el presidente del partido continuaba bajo la vigilancia hostil del presidente de honor, apeado ya de la presidencia de la Xunta de Galicia.
Son bastantes los observadores que pronostican la derrota de Rajoy en las elecciones generales de marzo. Pero surge un nuevo suspense: la economía española empieza a no ser lo que ha venido siendo. Y si esta tendencia se confirma, con más paro y menos consumo, lo cual implica riesgo de crisis empresariales, sobre todo en el sector de la construcción, la estrella de Zapatero dejaría de brillar como hasta ahora. Porque menos prosperidad en la zona media de la sociedad, en gran parte afectada por la crisis de las hipotecas, se sumaría al escandaloso progreso de los nacionalismos, al descrédito de la política exterior y a la persistencia de un terrorismo etarra al que quiere oficialmente darse por derrotado sin garantía de que así sea pese a los indudables golpes que está recibiendo en los terrenos policial y judicial, y en el plano de la cooperación internacional. Añádase a esto el agudo problema de la inmigración ilegal. Y para colmo, si el proceso avanza, el deterioro de las relaciones con Argelia, tan ligado al abastecimiento del gas natural y, por consiguiente, al precio de los combustibles. Y no acaba ahí la lista de problemas.
viernes, septiembre 07, 2007
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