martes, septiembre 04, 2007

Marcello, El ataque a Prisa

miercoles 5 de septiembre de 2007
El ataque a Prisa

La guerra del fútbol, o del control de los derechos audiovisuales de la Liga, que en este momento libran La Sexta y Sogecable no es una guerra del todo inocente aunque sea más que legítima en el campo empresarial y pueda favorecer —si los de La Sexta (que nadie sabe de dónde sacan para pagar tantos derechos deportivos) ganan la batalla— al conjunto de los ciudadanos ofreciendo en abierto el fútbol español. Detrás de todo ello está el empeño de Zapatero de montar un grupo multimedia “bis” próximo al PSOE, para evitar la excesiva influencia que el Grupo Prisa ha tenido siempre sobre el Partido Socialista, como consecuencia de un intercambio de favores mutuos que se puso en marcha durante los gobiernos de Felipe González, en los que los medios del entonces presidente Jesús de Polanco se volcaron en el apoyo del Gobierno felipista, como se vio en el referéndum de la OTAN, primero, y después en la ocultación de los escándalos de los GAL y la corrupción generalizada e institucional, por la que no pidieron en su día, ni ahora, las pertinentes responsabilidades políticas al primer gobernante del país, cuyos ministros y dirigentes de su partido fueron inculpados y condenados por la Justicia.
A cambio de ello Prisa recibió todos los favores posibles del Gobierno, y entre ellos el de una concesión de una cadena de televisión nacional (Canal Plus) de pago, en contra del interés general. Cadena que Zapatero les ha reconvertido en abierto, al tiempo que les otorgaba a sus aliados personales —Barroso, Contreras, Roures, etc.— otra cadena de televisión nacional en abierto, y que desde la Moncloa se alentaba al nuevo grupo mediático a dar salida a un nuevo diario nacional como el que parece que está a punto de aparecer con el título de El Público (al que al principio se oponían Contreras y Aragón, para ubicarse en la izquierda populista y competir en el espacio sociológico donde tenía la exclusiva el diario El País, y donde sólo se atrevió a entrar el desaparecido El Independiente, cazado, con ayuda de la ONCE, por el Gobierno de González a instancias de Alfonso Guerra, y luego cerrado por la presión de Polanco, que acusó a la ONCE, por ser tener “lotería estatal”, de competencia desleal.
Así, mientras en la derecha española son varios los medios de todo tipo que compiten en el ámbito del centro derecha español ABC, El Mundo, La Razón, COPE, Onda Cero, Punto Radio y Antena 3TV (últimamente neutralizada, como lo está Telecinco, siempre a la sombra del Gobierno), en el centro izquierda El País, La Cuatro y La SER mantienen su monopolio, con la sola competencia institucional de TVE y RNE cuando gobiernan los socialistas.
Pero esta vez la irrupción de La Sexta y la posible aparición de El Público —y ya se verá si desembarcan en la radio y recuperan las influencias socialistas que tuvieron en Kiss FM (que ya se ha querido acercar al grupo, a través de la televisión digital)— está configurando un ataque al monopolio de Prisa, al que no es ajeno Zapatero, como se lo recordaba el pasado domingo en una entrevista al presidente del Gobierno el director de El País, Javier Moreno. Zapatero no perdona a Prisa ciertos ataques —como el propio artículo de estreno como director de Moreno— en su política autonómica y negociación con ETA, por más que éstos han sido matizados y con sordina, para “no hacer sangre”, porque en Prisa consideran que su mala situación con Zapatero —vista y conocida la mala experiencia sufrida por ellos en los tiempos del Gobierno de Aznar, con la otra guerra de la televisión de pago entre Sogecable y Vía Digital— es menos mala que la que podrían tener si el PP recupera el Gobierno. Pero a pesar de todo ello le han propinado a Zapatero en los últimos días sendos editoriales criticando lo mal que llevó la crisis de Navarra y diciéndole que se debe pensar en serio la ilegalización de ANV, para completar su rectificación del proceso fallido de negociación con ETA.
Naturalmente, en este pulso político y mediático entre el Gobierno y Prisa, donde los de La Sexta desempeñan un papel activo y determinante, también existe un convidado de piedra que tiene y defiende sus propios intereses, como es el grupo editorial italiano que tiene de buque insignia al diario El Mundo, y que cuenta con una especial relación entre su director, Pedro J. Ramírez, y el presidente Zapatero. A El Mundo le interesa esta pelea —y todos los días destaca el ataque de La Sexta a Prisa—, con el argumento del “divide y vencerás”, y espera que la aparición de El Público le reste audiencia a El País y los sitúe a ellos como el primer periódico nacional.
En cierta manera, Pedro J. pretende que se acabe el liderazgo de Prisa en el centro izquierda al mismo tiempo que hace todo lo posible por convertir su diario y su grupo editorial, reforzado con Marca y Expansión, en líder absoluto del centro derecha, y para ello no ha dudado en aliarse con la COPE en la que ha sido una campaña feroz contra ABC y su grupo Vocento. Una batalla que sigue su curso como la otra que acaba de comenzar de La Sexta contra Prisa, en la que Zapatero corre graves riesgos en campaña electoral y que ha cogido por sorpresa a los medios que lidera el diario El País, y en un mal momento por la muerte de su presidente Jesús de Polanco, el hombre duro que tenía toda la autoridad —y la propiedad— del Grupo Prisa, donde se anuncian tensiones entre los herederos —los hijos de Jesús— y los gestores que lidera Cebrían, y en cuyo entorno figura como asesor y estratega destacado Felipe González, otro que no es, precisamente, un entusiasta de Zapatero aunque se muerda la lengua.
Todo ello nos anuncia que el otoño político y electoral va a tener su espectáculo paralelo en los medios de comunicación, cada vez más próximos a los partidos nacionales y todos ellos pendientes de la doble confrontación: la mediática y la política. Aunque, de momento, lo que impera es la guerra del fútbol y el enfriamiento de las relaciones de Prisa con Zapatero. En la presentación de la programación de la SER su máximo responsable prometió una “programación sin agresión y sin sectarismo”, algo difícil de imaginar en una cadena que hasta ahora ha sido la voz de su amo monclovita, como el diario El País y los telediarios de La Cuatro. A no ser que, visto lo que pasa, esta vez tengan instrucciones de distanciarse de Zapatero —quien confesaba el domingo que “siempre” escuchaba la SER— y decidan girar hacia el centro, lo que es difícil o casi imposible de imaginar; basta ver los directores de los programas y el nombre de la gran mayoría de los tertulianos de la SER, todos cercanos al PSOE, y unos pocos blanditos del entorno del PP.

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