Los accionistas españoles pagan los errores de Zapatero en el exterior
Elsemanaldigital.com
6 de septiembre de 2007. Un contrato como el que tenían las compañías españolas Repsol YPF y Gas Natural con la empresa argelina Sonatrach, y que ésta acaba de rescindir, es algo más que una relación mercantil privada. Así ha ocurrido siempre con toda gran inversión que los empresarios de un país realizan en sectores estratégicos de otro, y muy especialmente cuando el socio, como sucede en el presente caso, es una sociedad propiedad del Estado en cuyo territorio se lleva a cabo el negocio.Por consiguiente, poca credibilidad puede tener el negar toda relevancia política a la decisión de Sonatrach de rescindir el citado contrato. Que lo haga la firma argelina para justificar su actuación y cubrir al Gobierno del que depende entra dentro de lo esperable, pero que los ministros españoles de Industria, Joan Clos, y Asuntos Exteriores, Miguel Ángel Fernández Moratinos, adopten la misma actitud sólo demuestra la ligereza e inoperancia de su labor en la defensa de nuestros intereses en el exterior.El caso de Repsol YPF y Gas Natural es particularmente llamativo, no sólo por la relevancia económica de ambas compañías, sino también por su elevado número de accionistas. La arbitrariedad de que puedan ser objeto por parte de un Gobierno extranjero, que resultaría igualmente inaceptable si la sufriese un empresario individual, grande o pequeño, repercute en este caso en miles y miles de pequeños accionistas españoles que ven cómo la inversión que han realizado en esas compañías pierde valor a causa de los errores de una orientación diplomática que nunca ha tenido un rumbo certero.Todas las denuncias sobre la errática política exterior emprendida desde un primer momento por José Luis Rodríguez Zapatero de poco sirven ante el desinterés que la opinión pública suele mostrar por estos asuntos, si no se ven ilustrados con ejemplos prácticos como el que nos ocupa. Sólo así queda al descubierto el fiasco que supone guiarse en un terreno tan delicado por prejuicios ideológicos y un inexplicable deseo de deshacer los avances que en la consolidación de la posición internacional de nuestro país había logrado su antecesor en el cargo, José María Aznar.La apuesta argelina del anterior presidente del Gobierno fue un movimiento geoestratégico de gran alcance e inteligencia, por la doble conveniencia de asegurar el suministro de gas natural y crear un contrapeso a la relación con Marruecos. Nadie que considere estas cuestiones razonablemente defiende que España adopte una actitud de gratuita confrontación con nuestro vecino del sur, pero jugárselo todo a la carta del apaciguamiento sin límites con un país gobernado de forma personalista y caprichosa y que tiene reivindicaciones territoriales pendientes con el nuestro, como está haciendo Zapatero, tiene todavía menos sentido.Ahora los españoles de a pie, no sólo dos grandes empresas, empiezan a pagar el precio de una imprudencia que, como suele suceder en las relaciones internacionales, al principio lesiona bienes inmateriales como la dignidad nacional y el cumplimiento de nuestras responsabilidades en el exterior, pero pronto acaba afectando a todo lo demás.
jueves, septiembre 06, 2007
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